Jim Carrey es un auténtico pionero entre los actores cómicos a la hora de aceptar papeles dramáticos en historias imposibles que confunden realidad y ficción, y que serían difíciles de interpretar para otros actores alejados de la locura propia de la comedia.

Esa tendencia iniciada con «El show de Truman» y consolidada gracias a la no menos genial «¡Olvídate de mí!» es por la que Carrey se deja guiar para protagonizar ahora «El número 23», película cuyo guión guarda una cierta similitud con el de la recientemente estrenada «Más extraño que la ficción», lo que elimina el factor sorpresa planeado por su autora, Fernley Phillips. Ella partió de la obsesión que existe en torno a esta cifra, objeto de seguimiento por parte de quienes sienten que sus vidas están controladas por dicho código numérico.

El protagonista de la película cae en la dependencia de los dos dígitos en cuestión el día en el que su mujer le regala un libro con ese mismo título. La lectura de dicha novela policiaca abrirá una extraña conexión entre su realidad cotidiana y los acontecimientos ficticios relatados, paralelismo expresado a través del desdoblamiento interpretativo, ya que la mayoría de los miembros del reparto hacen dos papeles en un tour de force colectivo.

De la dirección no se ha encargado un director innovador de los que acostumbran a poner en escena este tipo de guiones «comecocos», sino que recae en manos del artesanal Joel Schumacher, que suele imprimir a sus realizaciones un ímpetu muy por encima de la mera rutina profesional. De hecho, lleva una estupenda racha con títulos rotundos como «Tigerland», «Última llamada», «Verónica Guerin» o «El fantasma de la ópera». Las primeras críticas le achacan su afán por intentar explicar los enigmas de «El número 23» en lugar de dejar que el espectador haga sus propias deducciones.