El alcalde de Bilbo, Iñaki Azkuna, reconoció que ayer «la montaron» buena al provocar el colapso durante toda la mañana en los accesos a la capital. Aunque un accidente múltiple ayudó a completar el desastre, es evidente que la causa fundamental de lo ocurrido se encuentra en la desafortunada decisión adoptada en relación a una obra. Si, como reconoció el concejal de Urbanismo, José Luis Sabas, la pieza que debían instalar en la pasarela peatonal de Basurto no llegó a tiempo para ser colocada durante la noche, lo que resulta bastante incomprensible es que se optara por seguir adelante con los trabajos ya entrada la mañana. Es conocida la importancia de esa arteria de tráfico y, sin embargo, se optó por seguir con los trabajos causando un perjuicio mayúsculo a la ciudadanía.

Bien está que Sabas pidiera disculpas, pero en esta cuestión llueve sobre mojado. Y la banalización de una deficiente gestión, como hizo ayer Azkuna al afirmar que «montamos una buena, de esas que suele haber en Bizkaia de vez en cuando», no resulta para nada de recibo. Como no resulta de recibo que las obras en una vía de peaje como la A-8 se conviertan en calvario diario de los conductores. En la saturación de la red viaria concurren factores difícilmente previsibles y otros del todo predecibles. El atasco de ayer entra en esa segunda categoría.