Ni cierra heridas, ni nos acerca la paz
El homenaje institucional que Lakua rindió ayer en el Euskalduna a «las víctimas del terrorismo», no se diferencia apenas de los celebrados hasta ahora en solidaridad con las víctimas de ETA, más allá del superior boato del acto y del interés de presentar ante la sociedad como general un reconocimiento que en realidad ha sido, al menos, tan parcial como la gran mayoría de los realizados hasta la actualidad en torno a las víctimas de la violencia política en Euskal Herria. Pero aunque en sus protagonistas y en sus contenidos sea similar a muchos de los homenajes hechos hasta ahora, no puede decirse que no haya aportado nada. Sí lo ha hecho, pero en negativo. Al haber ignorado a las víctimas de fuerzas parapoliciales y de la violencia estatal, en lugar de poner cimientos para una futura reconciliación han conseguido agrandar, más si cabe, las distancias. Y es que, como en más de una ocasión se ha afirmado al analizar el papel que las víctimas deberían jugar en el contexto de proceso de paz, debería hacerse una labor de acercamiento entre las distintas partes implicadas en el conflicto, caminando hacia una reconciliación que debería implicar el reconocimiento mutuo del sufrimiento, algo que estuvo totalmente ausente en el acto de ayer.
Lakua hizo un homenaje parcial, que reabre heridas, que separa, que no aporta al objetivo de la paz ni de la reconciliación... y lo que es peor, lo hizo en nombre del conjunto de la sociedad vasca. En tal papel, en el de portavoz de la «sociedad vasca», pusieron los organizadores al escritor Anjel Lertxundi, quien en su intervención pidió perdón a las víctimas a las que se dirigía el acto de homenaje. Para ello, Lertxundi tomó partido, acusó a la sociedad de haber perdido «el norte moral», y, sobre todo, ignoró a miles de personas que han sufrido en primera persona las consecuencias de la situación antidemocrática que está en la base del conflicto político en Euskal Herria. Resulta fácil exigir a toda la sociedad vasca que asuma una parte de responsabilidad en la pervivencia del conflicto. Lo difícil, después de lo visto ayer en el Euskalduna, es que cada cual asuma la propia responsabilidad en la superación de ese conflicto.