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Sabino Cuadra Lasarte Abogado

Circos y víctimas

Lo dijo Bertold Brecht: «Para los de arriba hablar de comida es bajo; y se comprende porque ellos ya han comido». Los de arriba son gente culta, refinada. A los de abajo, sin más, les preocupa el comer; a los de arriba, la urbanidad culinaria y la gastronomía. Para los de arriba, los pobres son pobres por causas que sólo tienen que ver con ellos: sus costumbres ancestrales, sus atrasadas culturas, sus atávicas religiones... Para ellos, hablar de la pobreza es signo también de mala educación; y se entiende, a ellos no les afecta.

El PNV ha manifestado reiteradamente por boca de uno de sus portavoces más en alza, Iñigo Urkullu, que la actitud de la izquierda abertzale ante estas elecciones es un «juego de victimismo»; se entiende: ellos son legales, ellos no tienen problemas con sus listas, sus votos son válidos a la hora de conseguir concejales, subvenciones, espacios gratuitos en los medios de comunicación... Para ellos, por ser parte de los de «arriba», hablar de ilegalizaciones es también algo bajo, ordinario.

Los pasados días he visto en la televisión la película «The Majestic». Reflejaba la caza de brujas que en los años 50 impulsó el senador McCarthy en EEUU. Un guionista de Hollywood es acusado de pertenecer al partido comunista, sin serlo. Una militante del partido, bajo presión, le ha denunciado. El abogado del guionista le aconseja reconocer su pertenencia y renegar expresamente de tal proceder antiamericano. Si lo hace, será absuelto; si no, le espera la cárcel. El final, en plan heroico, es un encendido discurso del protagonista ante el Tribunal en favor de la democracia americana y sus libertades, y en contra del proceso. El público aplaude, los medios le entrevistan, quienes dudaron de él lloran... El abogado le anuncia que el Tribunal le va a absolver utilizando una triquiñuela legal. Final feliz, que estamos en Yanquilandia.

Calificar como «circo» -Ibarretxe dixit- las iniciativas de la izquierda abertzale para conseguir su legalización es como reírse de los aspavientos de quien lucha por no ahogarse nadando contra corriente: pura obscenidad. Afirmar que Batasuna no es legal porque no le da la gana, pues le basta para ello con condenar a ETA, se parece mucho al consejo que el abogado daba al guionista yanqui para conseguir su absolución: agachar la cabeza ante una ley antidemocrática, cuya aceptación, lejos de ser exigible, debería ser siempre rechazable. Porque no condenar a ETA puede ser algo criticable políticamente, pero nunca convertirse en verdad de fe sobre la cual asentar la legalidad de una formación política. O, de ser así, ¿por qué no ilegalizar también al PP por su negativa a condenar la violencia fascista del «alzamiento» del 36 o la del PSOE por impulsar a través de los aparatos del Estado actividades terroristas y mafiosas? ¿Por qué distintas varas de medir?

Hoy en día, en Colombia, país al cual muy poca gente puede poner como modelo de democracia, el Partido Comunista es legal, sin que para ello se le haya exigido una condena pública de la actividad guerrillera de las FARC. Es más, este partido niega expresamente el carácter terrorista de este grupo y afirma que su existencia es la consecuencia lógica de un sistema asentado en la injusticia social y la falta de democracia. Lo anterior no impide, sin embargo, que el PC colombiano sea parte, junto con otros partidos socialistas y democráticos, del Polo Democrático Alternativo, principal referencia institucional de izquierdas del país. Tampoco el PDA contempla dentro de su programa la condena a la actividad de las FARC.

Mientras tanto, en el Estado español, el Código Penal y la legislación antiterrorista se parecen cada vez más a los diez mandamientos. Según éstos, lo condenable no es sólo realizar actos impuros (sexto), sino también tener pensamientos o deseos de este tipo (noveno). Pues bien, en esta misma medida, para las leyes y tribunales españoles no sólo es delito la realización de actos terroristas tipificados (posesión de armas, realizar atentados...), sino también el no desmarcarse expresamente de los mismos. A los delitos «de acción» se suman así los «delitos de opinión» -de Juana Chaos- y los «delitos de silencio». El caso es único en la historia del Derecho, salvada la excepción de la justicia divina aplicada en su día por los Tribunales de la Inquisición.

Desde que se dio la ilegalización hasta hoy ha llovido mucho. De las movilizaciones masivas por las calles de Bilbo e Iruñea, en las que participaron decenas de miles de personas, a la situación actual, en la que se acusa a la izquierda abertzale de ser la principal responsable de su propia situación, hay un buen trecho. Quien más ha rebobinado, con mucho, es el PNV. A la zaga le anda Llamazares y su patética IU. Entre medio, hay de todo, dependiendo de quién, cuándo y dónde: silencios, mirar hacia otro lado... Y es que, ya se sabe, en período electoral el caladero de la izquierda abertzale se vuelve muy apetecible de cara a la práctica de todo tipo de artes de pesca prohibidas.

Los más interesados en mantener la situación de ilegalidad son PP-UPN y el PNV, pero no sólo ellos. Para el PP-UPN, aquí en Nafarroa, está en juego su propio poder institucional. Su actual mayoría parlamentaria y el gobierno de UPN-CDN son fruto directo de la aquella ilegalización. Por eso, mantener ésta supone abrir las puertas a un nuevo gobierno reaccionario encabezado por Miguel Sanz. En igual medida, en la CAV, es el PNV quien más interés tiene por apartar de la escena municipal y foral a la izquierda abertzale, pues así le será mucho más fácil llegar a acuerdos con el resto de fuerzas y gobernar con más tranquilidad. Y los demás, pues ya se sabe: a nadie le viene mal la posibilidad de poder pillar unos cuantos votos de más.

Con este telón de fondo, el lehendakari Ibarretxe, ese aguerrido gudari que se tragó, con tripas y todo, sin hacer nada de nada, el sapo que le dedicó el Parlamento español cuando se negó a debatir siquiera su cacareado Plan, nos canta ahora por enésima vez la cansina milonga relativa a su compromiso de convocar una consulta popular (¿sobre qué en concreto, Juan José?) para antes del 2009. Y luego tiene el valor de hablar de «circos». ¡Habrase visto!

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