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Dominical Isabel Coixet 2007/4/22. Estado español.

Eva, Adán y alguien que anda por ahí

(...) Otra cosa que cambia radicalmente de un hombre a una mujer es la preocupación: una mujer es (en general, seguro que hay por ahí unos cuantos espíritus libres de preocupaciones...) una profesional en lo de preocuparse por los demás, la familia, los amigos, las opiniones del resto del mundo; un hombre se preocupa básicamente por él mismo (también con honrosas excepciones que lamentablemente desconozco) y, en segundo lugar, por todo lo que hay alrededor de él mismo. Que quede claro que esto no es una crítica, sino un comentario que, en general, hasta los hombres más reacios a hacerlo aceptan cuando lo piensan un poco.

Otra diferencia fundamental es la capacidad de sacrificio (y esto no es comentario sino estadística). Cuando en una pareja heterosexual (no tengo datos de otro tipo de pareja) el hombre enferma de cáncer, la mujer permanece a su lado en el 85% de los casos. Cuando es al contrario y es la mujer la que enferma, el hombre la abandona en el 75% de los casos (y hasta el 80% si se trata de cáncer de pecho). Estos datos están sacados de una investigación llevada a cabo por la Sociedad Oncológica canadiense en un seguimiento a 2.500 parejas durante un periodo que abarca los últimos 12 años. Todos conocemos casos de hombres delicados en cuerpo y alma a sus esposas enfermas, pero son los menos. He hablado con varios oncólogos de varios países y todos me han dicho que ésa es la tónica en la mayoría de países del mundo y que una de las cosas que más les cuesta comunicar a sus pacientes es que ésa es una posibilidad con la que deben contar, además de la propia enfermedad.

Una de las posibles interpretaciones de este fenómeno es que en el código genético de los hombres está grabada la supervivencia de la tribu y que eso no incluye a las mujeres enfermas ni la quimioterapia. O simplemente, como decía mi abuela, que no están hechos para pasarlo mal. En el maravilloso libro «Los diarios de Adán y Eva», escrito entre 1893 y 1905, Mark Twain describe con sencillez las diferencias fundamentales entre los hombres y las mujeres y, de paso, da con maestría las c laves para que los dos sexos consigan entenderse. Es un texto lleno de sabiduría que da voz a un Adán y Eva tremendamente actuales a pesar de los años transcurridos desde que Mark Twain lo escribió. Si además de Tom Sawyer y Hukcleberry Finn, los escolares del mundo tuvieran este libro entre sus textos obligatorios y pudieran reflexionar sobre él con sus padres, a lo mejor arreglábamos algo. Cosas más raras se han visto.

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