presidenciales francesas
Los franceses acuden a votar en masa y llevan a Sarkozy y a Royal a la segunda vuelta
La sorpresa giró ayer en torno a la participación, que rozó el récord cosechado en las presidenciales de 1965, en los albores de la V República. Una movilización que impidió al ultraderechista Jean-Marie Le Pen repetir éxito y que convirtió en insuficientes los 7 millones largos de votos (18%) cosechados por el centrista Bayrou. El voto útil abrió, por contra, las puertas a Ségolène Royal, que se las verá el 6 de mayo con un confiado Nicolas Sarkozy
Dabid LAZKANOITURBURU
La mayoría de los votantes (un 55% si sumamos los votos cosechados por los dos más votados) avalaron la reedición de un duelo derecha-izquierda tras el paréntesis de hace cinco años, cuando el candidato del PS, Lionel Jospin, fue apeado en primera vuelta por el ultraderechista Jean-Marie Le Pen.
El espectro de 2002, presente en toda la campaña, reactivó la participación, que registró un índice récord, en torno a u 83%.
Tal y como avanzaron los sondeos de medios extranjeros dos horas antes de que cerraran las urnas en París y en las grandes ciudades, el candidato de la derecha gubernamental, Nicolas Sarkozy, hacía honor a todos los pronósticos y se aseguraba el pase a segunda ronda con en torno a un 30% de los sufragios.
Escrutado ya el 90%, el ex ministro de Interior tendrá como rival a la candidata del Partido Socialista (PS), Ségolène Royal, con en torno a un 25% de los sufragios. Los politólogos coinciden en que una fuerte participación favorece, en principio, a la izquierda.
La mayor abstención en la primera ronda de las presidenciales de abril de 2002 (73% de participación), unida a los buenos resultados obtenidos entonces por las candidaturas a la izquierda del PS, tuvieron que ver en el desastre de este partido en aquella cita, aunque no hay que olvidar que el PS fue el primer y único responsable de su histórico fracaso.
Esta vez, por contra, el llamamiento de la primera presidenciable con posibilidades de la historia francesa al «voto útil» parece haber surtido su efecto.
Lo confirma el hecho de que la media docena de candidaturas de la atomizada izquierda no haya logrado, en total, superar el 10%, varios puntos menos que en 2002.
Todo apunta, asimismo, a que ha movilizado al voto moderado de izquierda, de perfil socialdemócrata, proclive a quedarse en casa en otras citas.
La participación electoral rozó ayer a la registrada en 1965, en el nacimiento de la actual V República, cuando el duelo entre el general de Gaulle y Mitterrand contó con un índice de asistencia a las urnas del 84,75%.
Baste un dato: A las cinco de la tarde, tres horas antes del cierre de los últimos colegios electorales, había votado un 74%, más que el total de votantes hace ahora cinco años.
El miedo escénico ha surtido su efecto y el candidato del Frente Nacional, Le Pen, se ve condenado a un cuarto puesto con alrededor de un 11% de los votos. En espera del cómputo final de sufragios en esta primera vuelta -para cotejarlos con los que logró en su histórico triunfo de la primera vuelta de 2002, cuando logró un 17% de votos-, es difícil constatar la posibilidad de que Sarkozy se haya visto premiado también por un voto útil, esta vez desde las filas de la derecha extrema.
Un perfil extremo
No sería de extrañar, habida cuenta del perfil del ministro de Interior y azote de la racaille inmigrante. Los mensajes que lanzó en su mitin en plena recta final de campaña en Marsella, feudo del FN, eran una invitación al cierre de filas de todos los tonos de la derecha en torno a su candidatura.
Una candidatura favorita, según todos los sondeos, en la segunda vuelta del 6 de mayo. Y que gana enteros después de que el «tercero en discordia», el centrista François Bayrou, haya quedado claramente apeado de la carrera presidencial.
Quien habría tenido grandes posibilidades de vencer a Sarkozy en la segunda vuelta tuvo que conformarse con en torno a un 18% de sufragios. Una derrota pero tras un buen resultado, si tenemos en cuenta que en 2002 cosechó un escaso 4%.
En sus primeras palabras tras su derrota, Bayrou reivindicó ese éxito y aseguró que pondrá los más de siete millones de votos que ha logrado al servicio de «una política nueva» y una «idea de cambio».
Claramente perjudicado por la alta participación, Bayrou se convierte en el árbitro de la segunda ronda. Las maquinarias de los dos grandes partidos ya están en marcha y más de un dirigente del PS recordará a toro pasado el llamamiento de varios de sus cuadros a formalizar una coalición antes de la primera vuelta para intentar cortar el paso de Sarkozy.
Promesas de cargos
Un Sarkozy cuya formación podría llevarse el gato al agua prometiendo al dirigente de la centrista UDF mandos en plaza en el próximo Ejecutivo.
Sabedor de lo caro de su apoyo (Sarkozy precisa sumar votods de la extrema derecha y del centro), Bayrou señaló que «escuchará» sus ofertas y decidirá.
Mientras Bayrou se hace querer, Marine Le Pen, hija del líder del FN, aseguró que «no nos venderemos a nadie para la segunda vuelta» aunque su padre anunció que dará su consigna de voto el 1 de mayo.
Habida cuenta de que Sarkozy contará con el apoyo del 80% del electorado ultraderechista, su rival, Royal, podría verse tentada a buscar el voto del centro para acudir con garantías a la cita del 6 de mayo. Quizás dando apresuradamente por seguro el apoyo a su izquierda.
Las candidatas del PCF (2%), Verdes (1,5%) y la trotskista Lucha Obrera (1,5%) se apresuraron a apelar a sus electores para que voten a Ségolène Royal en la segunda vuelta dentro de dos semanas. El más votado en las listas de izquierda fue el también trotskista Olivier Besancenot, aunque le falto medio punto para superar el 5%.
GARA
Bayrou logró un 18% (más de siete millones de votos) y se convierte en el verdadero árbitro. El ultraderechista Le Pen tuvo que conformarse con en torno a un 11%.
Pletórico, Sarkozy mostró ante sus partidarios su disposición a «reunir al pueblo francés en torno a un nuevo sueño francés». En su línea patriotera -en la que rivaliza con Royal- y paternalista, el ministro de Interior en la última legislatura de Chirac añadió que «prometo a los franceses que yo les voy a proteger».
Sarkozy no disimuló su alivio al haber logrado evitar un posible duelo con Bayrou y llegó a tener buenas palabras para con Royal. Al ponerme a mí en cabeza y al elegir a la señora Royal en segundo lugar, ellos (los franceses) han marcado claramente su deseo de asistir a un debate entre dos ideas de la nación, dos proyectos de sociedad, dos sistemas de valores y dos concepciones de la política». Un canto al bipartidismo derecha-izquierda, en definitiva, que deja en su justo lugar esas apelaciones a la «modernidad» que ha vendido en campaña.
En un claro guiño al voto centrista, Royal aseguró en su primera comparecencia que ellá sería «la presidenta garante de un Estado imparcial, no rehén de ningún clan, de ningun grupo de presión, de ninguna potencia financiera».
En una implícita crítica a su rival, Royal llamó a la unidad en torno a su candidatura «de todos aquellos que se reonocen en los valores del pacto presidencial», si programa electoral, «y de los que piensan que se puede reformar Francia sin brutalizarla».
Su compañero y primer secretario del PS, François Hollande, coincidió a la hora de hacer un llamamiento a una «la más amplia posible movilización» alrededor del programa de Royal.
Los seguidores de los dos políticos que se disputarán la segunda vuelta salieron a las calles a festejar unos resultados que marcan la llegada de una nueva generación política tras doce años de presidencia de Jacques Chirac.
«¡Estamos en la final, estamos en la final!», coreaban los seguidores de Sarkozy. También la sede del PS era escenario de muestras de júbilo.
Un sondeo daba a Sarkozy una ventaja de 8 puntos (54 a 46) para la segunda vuelta.