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Emérita Cuéllar Ibáñez ELA Inmigrazioa

Acerca de las imposiciones de visados

La globalización desmarca de restricciones a las mercancías, pero limita constantemente a las personas

Aproximadamente desde hace diez años se incrementó la llegada de personas de origen extracomunitario a Europa, y es a partir de entonces cuando se empieza a oír cada vez con más frecuencia la palabra visado.

Pero para una franja de la población este término es conocido y lo ha manejado, porque se le ha pedido para entrar de turista a algún país. Otro sector no tiene ni idea de lo que significa. Pero un tercer grupo social vive muy de cerca los pasos que se suceden a partir de la exigencia de este documento que va relacionado a las arbitrariedades de la Ley de Extranjería.

En general un visado es el título de viaje que permite la entrada a algún país. Se concede en función del motivo que justifica el viaje y habilita a la persona extranjera a permanecer en ese país, en la situación para la que se le expidió. Actualmente los visados que ha impuesto el Estado Español a las personas procedentes de algunos países extracomunitarios resultan discriminatorios y suponen la restricción del derecho a la libre circulación.

Hace más de una década fueron Perú, República Dominicana, Cuba, Haití y Jamaica, y a partir de los últimos seis años, desde el 1 de enero de 2002, le tocó a Colombia, luego a Ecuador, el 1 de junio de 2003, y el último ha sido Bolivia a partir del 1 de abril de 2007. A día de hoy sólo falta que se le exija visado en Latinoamérica a Chile, Venezuela, Uruguay, Paraguay y Argentina. Aunque esperamos que no sea así.

Se puede decir, que este requisito es la llave de la celda para muchas personas inmigrantes. Quienes ya entraron y se quedaron sin papeles es muy posible que no puedan salir para regresar, y ante la incertidumbre mejor no salir. Si no hubiese restricción, seguro que mucha gente trabajaría por un tiempo y regresaría a su lugar de origen. Al final eso sería lo ideal. Mucha gente quiere trabajar aquí, pero regresar a su país. Sin embargo, la limitación para ir y venir hace que la gente se instale y decida quedarse con toda su familia aquí, que no es malo, pero no es exactamente el objetivo.

Asimismo ha resultado sorprendente que donde se ha impuesto el visado fueran sólo las ONG y las personas profesionales reconocidas quienes manifestasen su inconformismo con esta exigencia.

Hasta hoy el único presidente de estos países que ha expresado su malestar es Evo Morales, el cual ha planteado la urgencia de un debate sobre el real significado de la globalización mundial y ha hecho una clara invitación a debatir «de continente a continente mediante la Unión Europea (UE) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN) para acabar con esas asimetrías, así no habrá mucha gente que se vaya de América hacia Europa». Este modelo es el deseado, pero parece que está muy lejos de lo real.

El camino hacia la sensibilización en los aspectos concernientes a la inmigración es largo, va despacio, pero debe ser constante, no conviene bajar la guardia, hay que seguir denunciando y comunicando todo aspecto de injusticia social.

Por eso una vez más hay que manifestar que esta cadena de situaciones es consecuencia de las políticas neoliberales, donde se superponen los mercados a las personas. La globalización desmarca de restricciones a las mercancías, pero limita constantemente a las personas.

Es claro, los visados no limitaran los desplazamientos de las personas que buscan un futuro mejor para ellas y sus familias, serán solo las políticas de equidad y justicia en el reparto de la riqueza en el mundo.

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