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Josu Iraeta Ex diputado de Herri Batasuna

Paralelismos

Existen casos de desplazamiento de unas posiciones hasta otras lejanas en los que se entra de lleno en el dominio del fraude El evidente y progresivo desplazamiento de Aralar es un movimiento uniformemente acelerado, lo que le está posibilitando hacer el viaje realizado por EE en un tiempo mucho menor

A nadie se le puede acusar de incoherencia por haber modificado con el tiempo sus puntos de vista. Y si esto se considera válido para las personas, lo es también para los grupos políticos. Sin embargo, hay casos concretos que están más allá de la evolución y maduración natural y lógica de las posiciones.

Existen casos tan escandalosos de desplazamiento de unas posiciones hasta otras lejanas que sólo pueden suscitar el rechazo. Máxime cuando se han ido abandonando las ideas para primar unos hechos cada vez más oportunistas y menos dignos. En estos casos se abandona también el dominio de lo entendible y se entra de lleno en el dominio del fraude. Fraude a unos postulados políticos sanos y justos, fraude a un pueblo y fraude a una trayectoria personal de lucha.

La historia está llena de ejemplos de personas que se han dejado comprar por riquezas, privilegios o poder y que han olvidado la causa por la que luchaban. En nuestro país tenemos un caso célebre, el del igeniero Goikoetxea, que en pleno cerco de Bilbo por las tropas fascistas se pasó a sus filas con los planos completos y detallados de las fortificaciones que protegían la ciudad y en los que estaba atrincherado el Ejército Popular Vasco. Esta traición tuvo consecuencias funestas y su responsable fue magníficamente recompensado.

Son ya treinta los años trancurridos desde que EIA, por decisión de ETA (pm) y rompiendo el acuerdo de la izquierda abertzale de no presentarse a las elecciones, formó coalición con MCE-EMK, que adoptó el nombre de Euskadiko Ezkerra (EE). Conociendo el pasado próximo de algunos de los promotores de un grupo político de nueva creación, debe reconocerse que hay procesos que no merecen el apelativo de evolución.

En un informativo de ETB del pasado marzo intervino de manera fugaz el nuevo coordinador de Aralar y con sus palabras, su mensaje tan corto como específico y clarificador, verdadera y auténtica reproducción mimética del discurso de insignes y reconocidos abertzales como el presidente Zapapatero, su ministro Rubalcaba o el propio Josu Jon Imaz, me llegaron recuerdos, viejos recuerdos. Me hizo recordar las dolidas palabras de Xabier Arzalluz ante una situación similar, calificando a los dirigentes de EE de «traidores», añadiendo que «EE encubría bajo una capa de supuesta racionalidad oportunismo y falta de columna vertebral».

Escuchando al nuevo coordinador de Aralar también recordé un artículo de opinión al respecto, firmado por el hoy alcalde de Donostia, Odón Elorza -entonces parlamentario del PSOE-, quien escribía con evidente afán de burla: «Resultaba placentero y hasta divertido escuchar a los señores Bandrés y Onaindía su exaltada defensa de los valores constitucionales». Y añadía: «Su comportamiento, su tono, denotaba la ilusión propia del recién converso». Y es que la historia se repite, demostrando que así es de dura a veces la vida política.

EE terminó siendo una fuerza repudiada por los vascos, pero mimada, agasajada, bien vestida y bien alimentada por los aparatos del Estado español, incluida la prensa oficial.

El camino, en mi opinión, entre los dos grupos citados es paralelo. Y lo digo porque el evidente y progresivo desplazamiento de Aralar es un movimiento uniformemente acelerado, lo que le está posibilitando hacer el conocido y triste viaje realizado por EE en un periodo de tiempo considerablemente menor.

Las continuas maniobras de EE pusieron rumbo a la socialdemocracia, sin vestigios de su origen abertzale. EE terminó siendo un grupo de composición social mayoritariamente pequeñoburguesa, donde disminuyeron los obreros pero abundaban los tecnócratas. La historia certifica que, a pesar de lo que promulgaban en sus autodefiniciones primigenias, no consiguieron sino degradarse. Y, no obstante su permanente y sucia colaboración por desacreditar los valores y prestigio de la izquierda abertzale a costa de reventar nuestras organizaciones dando legitimidad y cobertura a la más dura y cruenta represión, su indignante trayectoria política no fue sino un verdadero fracaso. Claro y rotundo, pues la izquierda abertzale mantiene hoy, como entonces, el ilusionante, pragmático e idéntico proyecto de sus inicios.

En aquellos duros y peligrosos años de enfrentamiento permanente -sin los que hoy nadie estaría donde está-, los llamados «hijos de Gallarta», significados militantes como López Irasuegi, Ortzi, J.Knörr, Iñaki Martínez, Patxi Biskert o Patxo Etxart, abandonaron asqueados EE, una organización que se pudrió por dentro.

La experiencia acumulada me sugiere un par de preguntas que quizá pudieran sorprender, pero que estimo es llegado el momento de hacer. ¿Estamos próximos a presenciar situaciones similares? ¿Es ya un hecho inevitable la reencarnación política de «figuras» como Juan M. Bandrés y Mario Onaindía? El tiempo responderá.

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