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Catetismo

Está un poco fuera del uso la palabra cateto, pero quizás si miramos fijamente a alguna de nuestras pantallas ordinarias, vere- mos que se está escribiendo un nuevo capítulo del catetismo según varios autores. Uno de ellos es Rafael Amargo que a fuerza de decir que los demás son catetos, no hace sino retratarse y dar unas nociones básicas sobre el catetismo posmoderno, soberbio y artístico.

Apareció, cobrando naturalmente, en «Dolce Vita»; lo hizo en el tiempo ciego, es decir, cuando comparte este programa horario con el fútbol de La Sexta, por lo tanto es un lugar para los no antenizados o para quienes no soportan ni el cine malo ni el fútbol gritado. Allí estuvo para demostrar a todo los que quisieran escucharle que es un artista de fama mundial, que se ha podido ir a vivir a Los Ángeles porque tiene mucho trabajo en el extranjero, que estaba en ese sillón por «obligación», y que lo único que le duele del asunto del carnaval tinerfeño es que no le han pagado todo lo estipulado.

Lo de la «obligación» de estar en el programa es uno de los argumentos más utilizados, sienten la «obligación» de ir a la tele cobrando para defenderse de alguien que ha estado en la tele y ha cobrado por decir cosas del otro. Es decir, unos se obligan a los otros. Referente al asunto tinerfeño solamente estoy de acuerdo en una cuestión: hay que acusar en primer lugar a quien le firmó el contrato, al que confió en las fantasías del proyecto. Y si se firma un contrato para algo tan vivo como una gala, se paga, salga bien o salga mal. Y si no se paga, se dice las razones públicamente o se llevan al Juzgado.

El resto de la interminable presencia televisiva fue una lección de catetismo. Habla espitoso, menciona nombres de gente reconocida en el mundo del espectáculo, pero demuestra frase a frase que no tiene ni idea de lo que habla, que es un engreído y que está absolutamente equivocado en todo lo que expresa como ética o estética. Si es un gran creador, un gran bailarín, que lo demuestre, y si se mete a montar galas carnavalescas, que apechugue con las consecuencias. Quien paga manda, aunque mande mal. Y Belén Esteban es un escenario, no es un guiño carnavalesco, es una indecencia artística de un director cateto.

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