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El fatalismo se adueña de la población de Mogadiscio

El fatalismo se está adueñando de los habitantes de Mogadiscio, muchos de los cuales se han resignado a esperar la muerte, debido a los combates que se registran desde hace varios días, causando mas de 250 muertos, y que continuaban ayer.

«He perdido a seis miembros de mi familia y estoy esperando que un cohete caiga y me mate, para que pueda unirme a ellos», declaró ayer Sheikh Abukar Abdulahi, resumiendo el sentimiento que se ha extendido entre muchos habitantes de esta ciudad.

Mogadiscio fue duramente castigada a finales de marzo por choques armados que causaron la muerte a más de mil civiles, según datos del mayor clan de esta capital, el Hawiye. Tras dispersarse un tiempo, los enfrentamientos se agudizaron de nuevo desde el pasado miércoles y ayer todavía continuaban.

Un centenar de personas habían muerto en las últimas 24 horas, según fuentes hospitalarias y organismos locales de derechos humanos, lo que elevaba a 250 la cifra de víctimas mortales desde que comenzó la nueva ola de enfrentamientos.

Entre 300.000 personas y un millón, según las distintas fuentes, han abandonado la ciudad desde comienzos de febrero y quienes se han quedado están resignados a terminar sus días por las granadas de mortero y los cohetes que caen indiscriminadamente sobre Mogadiscio.

Adbulahi dice que lee el Corán continuamente para buscar refugio divino, como única protección que le queda en una ciudad que llegó a tener unos tres millones de habitantes y que ahora se está quedando casi desierta. «Estamos entre la vida y la muerte», afirma. «Ya he expresado mi arrepentimiento a Dios, porque creo que voy a morir», agrega.

Miedo

La gente de Mogadiscio tiembla continuamente por el ruido del bombardeo y los cadáveres en estado de descomposición permanecen en las calles, porque ni siquiera los parientes de las víctimas se atreven a enterrarlos debido al peligro que entraña salir de su refugio.

El éxodo de los habitantes de la capital, a orillas del océano Índico, se ha incrementado en las últimas cuarenta y ocho horas, con miles de personas que escapan de la ciudad llevando sus pertenencias sobre la cabeza y tirando de sus hijos para que no se queden atrás.

Los combates enfrentan a los militantes etíopes, que llegaron a partir del 24 de diciembre para apoyar a los soldados gubernamentales, y a los milicianos que siguen las órdenes del clan Hawiye o de los tribunales islámicos.

Intercambio de artillería

Los choques armados se registran en las calles de la ciudad, pero lo que más muertes provoca es el intercambio de artillería, que no distingue entre combatientes y civiles.

Mogadiscio presenta una imagen sombría: han quedado destruidos hospitales, escuelas, mezquitas, viviendas y hasta medios de comunicación, así como las pocas organizaciones humanitarias que funcionan en la capital. El pasado fin de semana fue bombardeada la sede de la agencia humanitaria Daryek Bulsho Guud-DGB, encargada de distribuir agua y comida entre los habitantes de la ciudad que han tenido que abandonar las áreas más castigadas de la ciudad. «El bombardeo de nuestra sede continúa, con la mayoría del personal dentro», indicó un empleado que quiso reservar su identidad.

Organizaciones locales de derechos humanos calculan que, desde que comenzó la ofensiva de finales de marzo, han muerto en Mogadiscio 1.200 personas, la mayoría civiles, y mas de 2.000 han resultado heridas.

Centenares de niños se encuentran ahora en las afueras de la ciudad, refugiados donde pueden, hasta bajo los árboles. Es el caso de Omar Abdi Nur, de 14 años, un estudiante de secundaria que ha perdido a dos hermanos a causa de los combates.

«Me he quedado sin mis derechos humanos más básicos, incluyendo la educación y la seguridad», señaló el adolescente. «Estoy viviendo bajo un árbol, que no sé si me podrá proteger, y no sé si voy a poder sobrevivir», añadió. Entre lágrimas dice que, además de los dos hermanos muertos, su madre ha resultado herida. «Estamos aquí, en medio de la nada, entre la vida y la muerte», se lamentó.

Mogadiscio

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