Los expertos prevén que frenar el cambio climático será caro y difícil
Hacer frente de manera seria a las posibles consecuencias negativas del calentamiento acelerado del planeta no está resultando nada fácil y no lo será más en el futuro. Así lo creen algunos de los expertos asistentes a la Conferencia Internacional sobre Cambio Climático que ayer y hoy acoge Bilbo, organizada por el Gobierno de Lakua. Además, los ajustes económicos para lograrlo nos afectarán, y mucho.
Joseba VIVANCO
A estas alturas pocos dudan de que si el debate sobre las consecuencias del calentamiento acelerado del planeta se ha situado definitivamente en un primer plano mundial es porque a esas posibles castástrofes, que informes y estudios recogen reiteradamente, se les han puesto cifras económicas del coste que supondrán si no se toman medidas. Quizá por ello, los economistas casi han desbancado a los climatólogos en la discusión sobre el cambio climático. Ayer, la economista y profesora de la UPV-EHU Carmen Gallastegi y el asesor económico del Gobierno británico para el conocido Informe Stern sobre Economía del Cambio Climático, Dimitri Zenghelis, fueron dos de los protagonistas en la capital de Bizkaia.
El documento encargado por el Ejecutivo de Tony Blair ha sido tachado de alarmista por los economistas y de recatado por los ecologistas. Pero a nadie se le escapa el dato expuesto por Zenghelis de que actuar ahora contra el cambio climático equivaldría a invertir en ello el 1% del PIB mundial; no hacerlo supondría a futuro entre el 5% y el 20%. «Hay muchas cosas que aún no sabemos del cambio climático; hay incertidumbres, pero por eso no debemos llegar a la conclusión de que no hay que actuar», dijo. Y aprovechó para criticar a los escépticos o a los faltos de ética que no miran más allá de su ciclo de vida. «Si no te importa el futuro, entonces el cambio climático no te influye», les espetó.
Insistió en que siempre «hablamos de probabilidades», pero también reconoció que «puede que hallamos perdido el tren para evitar que las temperaturas suban más allá de los 2ºC desde la etapa preindustrial. Quizá deberíamos haber empezado a tomar medidas hace diez años». Es por ello que Zenghelis reiteró la necesidad de que los gobernantes no pueden esperar más para comenzar a tomar medidas, porque por cada año que pasa aumenta el coste económico de las futuras actuaciones.
Por su parte, la profesora Carmen Gallastegi, también desde una óptica económica, reconoció que «tenemos miedo a cambiar la estrategia energética» del planeta y en su intervención se mostró un tanto pesimista con los logros que se puedan alcanzar. «Temo por la posibilidad de que se pueda lograr una cooperación para conseguirlo, pero también es cierto que hay que intentarlo», señaló.
Apretarse el cinturón
Esta economista se mostró realista al dejar claro que la «descarbonificación» de la energía a través de opciones como las renovables llevará consigo costes de transición, ajustes económicos, impactos en los países menos desarrollados y también algunos países más desarrollados resultarán «perdedores». Sobre alternativas a los combustibles fósiles, como el caso de los biocarburantes, se declaró pesimista. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya ha predicho que un crecimiento de esos biocombustibles traerá consigo un aumento en el precio de los cereales -subieron ya un 40% en 2006-, de los aceites comestibles y, por tanto, de los alimentos. «Los biocombustibles quizá no puedan ser la solución rápida, y lo mismo ocurre con otras energías renovables. No tenemos datos para apostar por ninguna de esas alternativas como la principal», apuntó. Baste como dato, anecdóctico o no, que un Boeing 747 emite al año unas 150.000 toneladas de CO2, diez veces más que la emisión de 13.500 toneladas que evitará la mayor huerta solar del mundo en Milagro (Nafarroa).
Un pesimismo que el experto sueco de la Agencia Europea del Medio Ambiente Jan Kalrsson no suavizó, al menos en lo que se refiere a cumplir con los objetivos de reducción de gases contaminantes en la Unión Europea, donde es probable que se alcance el 8% de global de reducción respecto a las emisiones de 1990, pero donde estados como el español no lo conseguirán. Reconoció que impedir que la temperatura media del planeta no suba más de 2ºC con respecto a la época preindustrial como propone el Informe Stern «será muy difícil», ya que es «un reto considerable».
Además, confesó que para conseguir los logros que se pretenden habrá que aplicar «programas tan duros -la UE acordó en marzo reducir sus emisiones un 20% para el año 2020- que habrá que contar con la comprensión del público».
Incertidumbres
Retos económicos y metas difíciles de cumplir al margen, las certezas o incertidumbres del calentamiento terrestre también estuvieron sobre la mesa. «Se puede hablar de cambio climático sin ser catastrofista», razonó el lehendakari Juan José Ibarretxe tras escuchar el panorama descrito en los últimos informes del Panel Internacional de expertos en cambio climático de la ONU (IPCC), por boca del mejicano Mario Molina, quien en 1974 predijo el adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de determinados gases industriales.
Lo cierto es que en las exposiciones matutinas de la primera jornada de esta Conferencia sobre Cambio Climático en Bilbo, quedó claro que tanta elevación de temperatura, tanta elevación del nivel del mar, deshielo de glaciares y demás catástrofes ambientales, están sujetas aún a demasiadas «incertidumbres», aunque sean pocos los que duden de que estamos acelerando el calentamiento del planeta.
El experto mejicano no dudó al afirmar que «por primera vez en la historia, la Humanidad es capaz de producir cambios en el clima a nivel global». Molina aseguró que «no hay certidumbres, pero la probabilidad de que la temperatura aumente 4 ó 5 grados para finales de siglo es del 90%», cuando todos los estudios estiman que sería asumible hasta un 2%, pero más lo haría muy peligroso.
Curiosamente, el propio Dimitri Zenghelis reconoció que un aumento de la temperatura media del planeta traería consigo algunos beneficios como una mayor producción de cereales y una caída de las miles de muertes anuales por enfermedades que producen los fríos inviernos (ambos aspectos son recogidos por los informes del IPCC). Eso sí, precisó que los efectos negativos serían mayores.
También Ibarretxe coincidió con algunos de los temores expuestos por los expertos, invitando a reflexionar: «El problema no es si existe o no cambio climático, sino si vamos a hacer algo y adaptarnos a ello».
El Gobierno de Lakua pretende reducir en un 14% sus emisiones de CO2 antes del año 2020, según los planes anunciados en Bilbo por la consejera de Medio Ambiente, Esther Larrañaga, en la inauguración de la Conferencia sobre cambio climático en el Palacio Euskalduna. Fuera del edificio, miembros de la plataforma AHT Gelditu! se encartelaban para denunciar el «energéticamente derrochador TAV que obstaculizará las políticas necesarias para frenar el cambio climático». También la formación ANV se sumó a esta denuncia de ayer, al acusar al Ejecutivo Ibarretxe de que sus planes medioambientales «no incluyen para nada ninguna reflexión sobre el cambio climático, al cual están ayudando con estas políticas de movilidad y construcción masiva de infraestructuras, sin abordar realmente los medios para hacer frente al cambio climático, que desde luego no pasan por la construcción del TAV, sino, muy al contrario, por la potenciación y mejora del tren convencional, para reducir el transporte de viajeros y mercancías por carretera».
Por su parte, la organización Greenpeace aprovechó para presentar en Bilbo el informe ``Renovables 100%'', donde argumenta que en Bizkaia la electricidad producida con energía de las olas costaría menos que la producida con térmicas de ciclo combinado, mientras que Gipuzkoa se encuentra situada en la mejor categoría de eólica terrestre en cuanto a menor coste de producción.
El Protocolo de Kioto, o mejor dicho, el futuro acuerdo que le sustituya a partir de 2012 tampoco respira buenos aires. Anil Markandya, catedrático de Economía de la Universidad británica de Bath y miembro del IPCC de la ONU, reconoció que Kioto «fue muy modesto» y que «hay que hacer mucho más», porque incluso un «gran número de países «que lo ratificaron no están cumpliendo con lo firmado». La pregunta que se hizo ante los asistentes fue qué pasará después.
La realidad es que, dijo, serán necesarios «recortes importantes» en las emisiones contaminantes. Pero la cuestión es quién debe hacerlos. Los países en desarrollo y los desarrollados no se ponen a fecha de hoy de acuerdo en quién debe asumir el mayor coste. A ello se suma la oposición de los mayores contaminantes del planeta, como EEUU o China, a comprometerse en una iniciativa conjunta internacional como la de Kioto. «Y un nuevo acuerdo internacional sin EEUU es como representar Hamlet sin el príncipe», ilustró este experto. Markandya vaticina que será difícil alcanzar un nuevo protocolo con EEUU para el periodo 2013-2017 -aunque confía en que irá adoptando medidas nacionales frente al cambio climático-, y más aún que estén presentes países como China o India. Las posturas de esos estados, o la de Japón, distan de equipararse a las de la Unión Europea. Quizá, pronostica, para el siguiente periodo, el de 2018-2022, gobiernos como el chino puedan sumarse a los demás con iniciativas propias. «Cumplir todos estos objetivos tan modestos no está resultando tan fácil como debiera ser, teniendo en cuenta que las reducciones que estamos planteando no son tan caras», lamentó.