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El nuevo zar ruso que bailó al son de Occidente

 
OBITUARIO
 
[ Boris YELTSIN]

Fecha de nacimiento: 1 de febrero de 1931. > Lugar: Butka, aldea cercana a Sverdlovsk (Urales), la antigua Ekaterimburgo. > Cargo: Presidente de Rusia entre 1991 y 1999.

Nacido en el seno de una familia aldeana de pequeños propietarios campesinos expropiados (kulak), Boris Nikolayevich Yeltsin vivió su juventud en Sverdlovsk, antigua Ekaterimburgo, donde estudió ingeniería pese a que su padre trabajaba en la construcción.

Con 31 años se afilió al PCUS y lideró el partido a nivel local. Su determinación contra toda disidencia data de aquella época, y el que en los noventa sería conocido como el «nuevo zar» no dudó entonces en ordenar que se destruyera la casa Ipatiev, en cuyos sótanos fue ejecutado en 1918 el zar Nicolás II y toda su familia.

Su trayectoria ascendente en el seno del Partido conoció un nuevo impulso con la llegada de la Perestroika (proceso de reforma de la URSS) liderado por Mijail Gorbachov,

Dotado de olfato político, labró en los años los ochenta su futuro adoptando un perfil populista (se dejaba filmar en el metro y en las colas) que no le impedía ejercer los más altos cargos en Moscú y ser miembro del Politburó.

Esa táctica le costó los cargos en noviembre de 1987. «Arrepentido», Yeltsin volvió a tocar las puertas del PCUS en 1999 para ser rehabilitado.

No obstante, para entonces la Perestroika -experimento de voladura controlada de la URSS para algunos, sincero intento de reformar el atribulado país, para otros- hacía aguas y Yeltsin pisó el acelerador. Elegido diputado por Moscú y presidente del Parlamento ruso, se desembaraza de su pasado y lidera la «oposición», con la que vence en junio 1991 en las presidenciales de la Federación Rusa.

Yeltsin dirigirá poco después la lucha contra un oscuro golpe de Estado atribuido a sectores que quieren revitalizar la URSS. Vencedor, disuelve el partido y la Unión. En su afán por apuntalar su poder, no dudó en invitar a los pueblos costreñidos por Rusia a que reivindicarán su independencia. Los chechenos siguieron a pies juntillas su consejo. Adalid del «libre mercado», bendijo una privatización voraz que enriqueció a su entorno y a una pléyade de oligarcas que se cuentan entre las grandes fortunas mundiales, abriendo la puerta, para solaz de Occidente, a un proceso de tercermundialización del otrora pujante, aun con carencias, gran país.

«Paladín de la democracia», no pestañeó al bombardear a sangre y fuego el Parlamento en 1993, democráticamente elegido y que osó oponerse a su política liquidacionista.

Consciente de su caída libre, pulsó «el alma nacional rusa« ordenando a finales de 1994 la invasión de Chechenia.

Tras sucesivos reveses, Yeltsin pulsó la opinión pública y decidió en 1996 la retirada asegurándose así su reválida presidencial frente a una torpe oposición comunista.

Físicamente enfermo, políticamente acabado tras el crack financiero de 1998 y amenazado por los impresionantes escándalos de su entorno -el último una reforma multi- millonaria del Kremlin de la que nunca se supo-, Yeltsin cedió el 31 de diciembre los trastos a Putin a cambio de su inmunidad.

Yeltsin vivió tranquilo sus últimos años en su dacha de Barvija, afueras de Moscú.

Dabid LAZKANOITURBURU

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