Detrás de cada dato estadístico de siniestralidad laboral hay mucho sufrimiento. Sus responsables no son capaces de frenar esta situación. La Ley de Prevención de Riesgos Laborales, aprobada en 1996, exige a los empresarios que aborden la preven- ción de riesgos laborales y mantengan los puestos de trabajo en condiciones de seguridad y salud. No es así, pero tampoco la Administración pública actúa para que se cumpla la legislación.

Txema Sáez, de Talleres Estarta, de Igorre, delegado de LAB, y Guillermo Granado, Willy, son dos ejemplos de sufrimiento en el puesto de trabajo. El primero ha perdido casi la visión de un ojo y ha pasado los últimos tres años entre operaciones y trasplantes; el segundo, es transportista internacional y perdió a su hermano en un accidente en Alemania. A Sáez, que cumplirá 48 años en mayo, una viruta de metal le atravesó el ojo en 2005. «He tenido cuatro intervenciones y un trasplante de córnea. A partir de los 18 meses incapacidad temporal, la empresa te da la baja en la Seguridad Social. No te la paga nadie, por lo que la he tenido que pagar para no perder ningún derecho para más adelante». La próxima semana espera que le den el alta en la mutua, «sin pasar por ningún tribunal médico».

Explicó que «veo un 20%, con corrección» Cuando sufrió el accidente, el trabajador con el ojo lesionado tuvo que ir en su vehículo al hospital de Cruces para que le atendieran, ante la despreocupación de la dirección de la empresa. Talleres Estarta es una pequeña empresa. Ha tenido hasta veinte trabajadores, pero en la actualidad no sobrepasan los diez, dado que «la presión que ejerce la dueña, Juana Ulibarri, es insoportable. Nos impone altos ritmos de trabajo. No tenemos material de protección personal adecuada y cuando se estropean los guantes o lo que sea nos cuesta ir, porque nos chilla. Ese alto ritmo de trabajo fue la causa de mi accidente». Se da la circunstancia de que el marido de la jefa, Javier Izagirre, falleció hace doce años «aplastado por dos intercambiadores». A pesar de haber sufrido de cerca, en Estarta las condiciones no mejoran. «Tengo claro que no se toman medidas en cuanto a salud laboral. En las pyme no se hace nada por la seguridad y la salud laboral», dijo.

Guillermo Granado Willy. Lleva doce años con su profesión de transportista internacional. «Hace once años, salimos un lunes mi hermano, Andoni, y yo y nos separamos en París, yo iba a Bélgica y él a Alemania. Cuando llegué a descargar me dijeron que había tenido un accidente y murió».

«Una helada dejó la carretera más peligrosa de lo que es frecuente. En este sector se trabaja con prisas para llegar cuanto antes al cliente. Es un horror». Su hermano dejó a un niño de seis años y una niña de dos con su madre. «Lo que han tenido que sufrir. Eso se lleva por dentro. Nadie lo sabe. Este trabajo es así, peligroso. Sales un día, y no vuelves. Nadie pone remedio», precisó.