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Acto político del PSOE en iruñea

Zapatero pasa por Iruña sin aportar ninguna iniciativa

«Los navarros ya han dicho qué quieren ser en el marco de la Constitución». Con esta afirmación despachó el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, la cuestión clave que ha llevado al bloqueo el proceso de búsqueda de solución al conflicto. Fue en Iruñea, donde ofreció su primer mitin en más de tres años y donde amenazó de nuevo con aplicar la Ley de Partidos «en todos sus términos».

Ramón SOLA | IRUÑEA

El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, da por sentado que «los navarros ya han dicho qué quieren ser en el marco de la Constitución española». Así lo afirmó en un mitin realizado ayer en el Baluarte de Iruñea y que tenía otro punto de atención -las elecciones del día 27- que solventó en una sola frase: «El Gobierno aplicará en su letra y espíritu la Ley de Partidos en todos sus términos; lo harán el fiscal y la Abogacía del Estado».

Escogiendo las palabras con cuidado, el líder del POSE añadió dos impresiones personales sobre la cuestión de la territorialidad. Primero afirmó: «Si me preguntan, yo digo: `Navarra está muy bien como está'». Más tarde añadió: «Tenéis la suerte de ser una comunidad singular, y eso es algo que merece la pena defender apelando a la tolerancia y la convivencia». Paradójicamente, en el mismo mitin tanto Zapatero como Fernando Puras criticaron al PP por desembarcar en Iruñea para imponer a la ciudadanía navarra su decisión, en la marcha del 17 de marzo.

En coherencia con la afirmación de Zapatero de que «los navarros ya han dicho qué quieren ser», en ningún momento del acto político, de hora y cuarto de duración, se expuso alguna vía que pueda materializar de modo directo esa capacidad de decisión. No se aludió siquiera a la propuesta del secretario general del PSN, Carlos Chivite, para que por vez primera se realice un referéndum sobre un Amejoramiento «maquillado».

Sentado ese criterio, Zapatero y Puras abogaron por la necesidad de un cambio de gobierno que fomente fórmulas de convivencia y de relaciones «con todas las comunidades autónomas». El primero de la candidatura del PSN fue más explícito en este terreno al enumerar una larga lista de localidades del herrialde y reivindicar «una Navarra en la que quepan todas, cada cual sin imponerse sobre el otro. Navarra es así, es plural y así debe seguir siéndolo sin que lo dilapiden unos y otros».

El aspirante a sentarse en el sillón que hoy ocupa Miguel Sanz habló, en la misma línea, de que «Navarra no se merece que la zarandeen unos y otros, que la exhiban en la plaza pública cuestionada, inestable, con un futuro incierto». Lamentó que «nuestra imagen es cada vez peor», de lo que culpó al discurso de UPN-PP y la citada manifestación de marzo.

Por contra, apenas hubo referencias a la izquierda abertzale y su propuesta de una autonomía a cuatro que resolvería el conflicto. Sólo de modo muy tangencial lo hizo Fernando Puras, al apuntar que el PSN «es contrario a veleidades y aventuras que son ajenas a la voluntad de la inmensa mayoría de esta comunidad».

Decepcionados con Sanz

Zapatero apareció más suelto cuando hizo referencia al presidente del Gobierno navarro y líder de UPN. A Miguel Sanz le llovieron críticas de todos los lados, desde la presentación del acto hecha por la parlamentaria Elena Torres hasta el discurso de Puras y el del presidente español, que comenzó precisamente por este punto.

«Hemos cumplido con un esfuerzo de trabajar por el fin de la violencia de ETA -explicó Zapatero-. Hoy os digo una cosa: el futuro es la paz necesaria y el pasado es la violencia intolerable. En esa tarea he contado con apoyo sabiendo que es una tarea difícil, larga, pero un deber para un gobernante. Me hubiera gustado contar con ayuda cierta, responsable, de todos, también del presidente de la Comunidad de Navarra. Nunca le hubiera pedido siquiera lo que dijo en la tregua de 1998 al salir de La Moncloa: `Navarra sabrá ser generosa'. Pero lo mínimo que podía haber hecho era ser prudente y responsable».

Ante un auditorio entregado de inicio pero que luego no encontró excesivas ocasiones para jalearle en su discurso, Zapatero sí recibió aplausos cuando habló de la manifestación de la derecha en Iruñea: «Vino Rajoy y Sanz se puso detrás. Hoy os digo una cosa: votar a Sanz es votar a Rajoy. Seguro que no le gusta que lo diga, pero es así. En cambio, yo digo que votar a Puras es votar a Zapatero», concluyó.

En un tono más enfático que el del inquilino de La Moncloa, el candidato a la Presidencia del Gobierno navarro también tuvo muchas descalificacioines para Miguel Sanz. «¿Cómo no va a querer cambio la sociedad navarra, si está harta del Gobierno y de Sanz? Necesita tener enemigos, peligros y fantasmas», dijo.

Para Puras, esta actitud tiene una explicación: «Se siente débil, no cree en el compromiso cívico de la sociedad y reduce su credibilidad al polígrafo». Más tarde, abundó en que «Sanz no inspira más que freno, pasado y crispación, mientras que Zapatero es impulso, futuro y convivencia». Censuró además que el 17 de marzo «nos trajeran a Rajoy y su cofradía para decirnos que los navarros no nos bastamos para resolver nuestros problemas». Y reiteró el concepto de que UPN y el PP sólo trasladan «fantasmas». En este contexto citó los artículos y libros de Jaime Ignacio del Burgo, que encuadró irónicamente «en la colección PP: Patrañas Populares». Recuperando el tono serio, Puras se mostró muy molesto porque «Navarra no merece que la pongan en manos del PP y a su servicio».

Sin palabras sobre alianzas

Pero la mayor parte del acto político fue destinada por el PSOE a movilizar a sus simpatizantes de cara a las elecciones del 27 de mayo y a reivindicar a este partido como «cambio». A ello se dedicaron tanto Puras como Zapatero, con una extensa exposición sobre su propia gestión en el Gobierno español en materias como la economía, el empleo, la vivienda, la igualdad entre sexos y otros derechos.

Fernando Puras insistió en que la sociedad navarra demanda con claridad otro gobierno, pero volvió a evitar posicionarse sobre las alianzas postelectorales. Y cuidó con mimo su equidistancia, como queda de manifiesto en la frase final de su discurso: «Nuestra misión no es facilitar que otros lleguen al gobierno, sino llevar al gobierno el proyecto socialista. Unos nos piden responsabilidad [por UPN] y otros progresos [por Nafarroa Bai]. Pero responsabilidad y progreso no pasan necesariamente por ellos, porque son conceptos de puro socialismo».

2.000 personas

La sala principal de Baluarte, con capacidad para 1.500 personas, se abarrotó y otros 500 simpatizantes siguieron el acto por pantalla en una sala anexa. Es la misma cantidad que reunió el PP, con Rajoy, en su último mitin en Iruñea.

SIN REFERENCIA NAVARRA

En el escenario no había referencias concretas a Nafarroa, sino el montaje standard: las siglas del PSOE y su lema en la precampaña: «Miramos adelante». Torrens saludó al auditorio con un «Egun on, Iruñea». Fueron las únicas palabras en euskara.

ÁNIMOS PARA AVANZAR

Cuando Zapatero se declaraba obligado a buscar la pacificación, desde el público se escucharon con nitidez dos voces que le animaban: «Dí que sí» y «Adelante». El líder español no hizo afirmación alguna sobre si considera rota o no esa posibilidad.

FERNANDO PURAS

Al Parlamento navarro

«Mirad las listas: a Sanz le están abandonando los mejores de los suyos, y será porque le ven las orejas al lobo»

JAVIER TORRENS

Al Ayuntamiento de Iruñea

«Basta ya de olvidarse de la mayor parte de la ciudadanía y de los colectivos que no se pliegan ante UPN»

Puras, «patriota"

Torrens presentó a Puras, que al ser nuevo candidato sigue siendo un desconocido para muchos, como «persona con talento y talante, que genera confianza y tiene muy clara la idea de Navarra. Un patriota navarro de los de verdad, no de los de palabra».

 
Por puente de plata

No cabe atribuir a la casualidad ni a las apreturas del calendario el hecho constatable de que el presidente español no hubiera comparecido en Nafarroa en estos tres años en que lleva las riendas del Gobierno. De hecho, era la única comunidad autónoma en la que no había ofrecido un solo acto político entre el 14 de marzo de 2004 y ayer. Esa aparente despreocupación no se corresponde con la importancia política del herrialde en el tablero político general, y mucho menos todavía concuerda con el peso específico que Nafarroa tiene en la cuestión central de la legislatura: la búsqueda, o no, de una solución al conflicto en Euskal Herria. Tampoco se le recuerdan a Rodríguez Zapatero excesivas afirmaciones sobre Nafarroa que no se salgan del tópico. Así que poca duda hay de que ha gestionado con mucho mimo esta cuestión. Y con un criterio: uno es esclavo de sus palabras, pero dueño de sus silencios. Probablemente, con una campaña electoral por delante a Zapatero en realidad simplemente no le quedaba ya otra opción que dejar de escurrir el bulto. Sea como sea, el mitin podía abrir cierta posibilidad de que el presidente español entrara en harina. Sin embargo, las vísperas han retratado con claridad el amplio margen de maniobra con que cuenta también en esta cuestión. Tres ejemplos: el jueves en Barcelona, Josu Jon Imaz emulaba a UPN-PP al manifestar que el PNV no aceptará que «Navarra sea moneda de cambio» de la solución, como si no fuera justo lo contrario: la moneda de cambio del conflicto; el viernes, Uxue Barkos manifestaba en Iruñea que «el futuro de Navarra lo decidimos los hombres y mujeres de esta comunidad», o sea, lo que ayer dijo Zapatero; y en la misma rueda de prensa, Patxi Zabaleta formulaba un interrogante solemne ante el acto del Baluarte: no consistía en emplazar a Zapatero sobre si aceptaría la decisión libre de la ciudadanía, sino en reclamarle «si está dispuesto a participar en un gobierno de progreso». El líder español, evidentemente, no tuvo problema en hacer suyas todas estas frases, reducir el acto a un brindis al sol y huir por puente de plata en dirección contraria a la de la solución. Y en la vuelta a Madrid quizás soñó con que dentro de tres años ya volverá para decir lo mismo.

Ramón SOLA

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