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Raimundo Fitero

La ruleta

Pasé un momento por el túnel del tiempo televisivo y me encontré a un vasco de la escuela vasca de presentadores de televisión; es decir, agradables en su primera imagen, dicharacheros en sus formas y vendedores incontrolados de todo cuanto se precie en su fondo. Uno de ellos está viviendo un nuevo éxito profesional. Jorge Fernández, al frente de «La ruleta de la fortuna», nos demuestra que el tiempo es una cuestión que se puede almacenar y que la conjunción de las camisas de hoy van bien con los conceptos concurseriles del ayer, y del anteayer. Y es que este concurso es histórico en todos los conceptos, porque lo han presentado en todo el globo terráqueo cientos de profesionales y siempre con resultados de audiencia muy memorables, aunque ahora mismo es una gran sorpresa, para todos los resultados que está logrando en Antena 3, una cadena que está pasando por serios apuros en sus programas y que tiene con este concurso y los incombustibles «Los Simpson» algunos de sus puntales para mantener el tipo.

La ruleta siempre gira, siempre se para. Ya ha comenzado la campaña electoral, y todos aparecen satisfechos. La tropelía se ha consumado, tienen el camino abierto para poder seguir con sus trapacerías y chanchullos, y el que en Gipuzkoa se haya descubierto un asunto de dinero en la propia Hacienda foral, en la delegación de Irun, es digno de las películas de intriga. ¿No se quemó un edificio hace unos meses? ¿No quemaron a un candidato por algo de Hacienda? Que siga la ruleta girando, que se pare donde se pare y se abran los legajos, seguro que se encuentran rastros de cemento, de comisiones, de algo que interesa mantener para seguir viviendo con sueldos estratosféricos a costa de los contribuyentes.

Lo que sucede es que ellos teledirigen las inspecciones, y si te mueves te ahogan con peticiones de papeles para volverte loco, por si acaso te has olvidado de cincuenta euros. Ellos no, ellos se mueven en otras cantidades, y para no tener susto necesitan estar solos en las instituciones o en compañía de quienes saben mirar para un lado o poner el cazo. De ahí el fariseísmo con las listas antidemocráticas de «contaminados».

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