Andan últimamente los voceros de la derecha española reivindicando su ideología y uno de los argumentos que emplean es negar a la izquierda una presunta superioridad moral que ellos mismos le atribuyen. Por algo será. El historial de la derecha española no es precisamente para sentirse orgullosos. Por eso no extraña que cuando el arzobispo de Iruñea trata de explicar que él no dijo lo que todo el mundo entendimos que dijo (¡pero hombre de Dios!, ¿ya no recuerda que mentir es pecado?) termine su descargo proclamando a modo de justificación que no tiene porqué soportar que a los partidos que defienden la moral cristiana se les tache automáticamente de ultraderechistas. (...)

Ahora los voceros de la derecha y sus líderes han visto el cielo abierto con la victoria de Sarkozy en Francia, a quien presen- tan como un emigrante húngaro de segunda generación que ha alcanzado el éxito a base de trabajo y moral de hierro, que debería ser ejemplo para esa racaille de los barrios periféricos que se dedican a quemar coches. Emigrante sí, pero hijo de un padre perteneciente a la nobleza terrate- niente de Hungría que abandonó el país tras la Segunda Guerra por razones obvias. El nuevo faro de la derecha española está ahora mismo descansando y reflexionando sobre los valores del trabajo, la disciplina y el sacrificio que cambiarán su país, en un yate de sesenta metros de eslora y jacuzzi en cubierta, propiedad de un millonario amigo suyo. Para ser el representante de la Francia que madruga y el candidato del pueblo, como vendió en campaña, no está nada mal.