clubes de montaña Bodas de oro
Anaitasuna el club de los grandes proyectos
El club de montaña Anaitasuna de Iruñea celebra su medio siglo de existencia con exposiciones, conferencias y travesías. Un programa que se desarrollará a lo largo de este año y cuyo acto central tuvo lugar el pasado día 6 en la cumbre de Sarbil.
Antxon ITURRIZA | IRUÑEA
Ni en el más fantasioso de sus sueños hubieran podido imaginar Manolo Alonso y Jesús Sarasibar que aquel modesto club que ellos vieron fundar en la calle Mayor de Iruñea en 1957 con el nombre de Anaitasuna, se iba a convertir medio siglo después en una de las entidades deportivas más pujantes de la capital navarra.
Ambos veteranos pudieron constatar esa potencialidad adquirida por la sociedad con el paso del tiempo en la gran fiesta que el pasado día 6 celebró la sección de montaña en la cumbre de Sarbil, a la que concurrieron cerca de seiscientos montañeros. Ellos eran, entre aquella gigantesca concentración de aficionados, los dos únicos que podían dar testimonio directo de cómo fueron los primeros pasos de una sociedad que ya nació con vocación polideportiva. «Había balonmano, fútbol y también peña», recordaban en una entrevista reciente, sin imaginar que el pequeño local de la Parte Vieja se convertiría años después en unas espléndidas instalaciones deportivas con más de 8.500 socios.
Pero de lo Manolo y Jesús fue siempre el montañismo. Un montañismo entonces sin más pretensiones que las de pasar una jornada alegre entre amigos; un montañismo de bocadillo y bota de vino, de tren de Irati y bicicleta, de salvoconductos y mugas pirenaicas impermeabilizadas por la Guardia Civil.
Y estaban en la cima de Sarbil, la misma en la que en 1958 celebraron la primera fiesta de finalistas. Desde entonces, casi dos mil montañeros del Anaita han recibido en ese lugar las medallas recordatorias de sus pasos por las cumbres. Este año, han sido 130 los galardonados y 140 más los finalistas del listado de cien montañas.
Iniciativas ambiciosas
El de Sarbil fue el acto central y entrañable de un programa de celebraciones que abarcará a lo largo de este año un variado catálogo de propuestas, como exposiciones, conferencias, proyecciones, marchas, galas, etc.
Si actualmente el Anaitasuna mantiene un alto nivel de actividades relacionadas con el montañismo se debe, en buena parte, al dinamismo de Jesús María Garisoain, el popular Txumarra, que lleva la responsabilidad de la sección de montaña desde hace treinta años. De su imaginación y del trabajo de sus colaboradores han ido surgiendo iniciativas de gran calado social, como la Travesía de los Pirineos, iniciada en 1988. Desde entonces, merced a las infraestructuras de guías y campamentos que instalan cada verano en el recorrido, más de 4.000 montañeros, tanto de Euskal Herria como de otros lugares, han podido conocer los diversos macizos pirenaicos, desde Port Bou hasta Hendaia.
No ha sido ésta la única actividad con una proyección que desborda los límites del club. Desde 1994 el Anaitasuna viene promocionando con una respuesta multitudinaria la llamada Marcha Popular a San Cristóbal-Ezkaba, que comporta como reivindicación permanente la recuperación del entorno ecológico de esta montaña como lugar expansión de los ciudadanos de Iruñea.
Tampoco se han amilanado Txumarra y sus colaboradores a la hora de aceptar retos de extraordinaria complejidad, como han sido las organizaciones de grandes acampadas en Belagoa, Jornadas de Medicina y Socorro en Montaña o galas del montañismo vasco. El concurso fotográfico del club, con 27 ediciones de experiencia, es uno de los más veteranos de Euskal Herria, así como su semana de montaña, que suma ya 26 años de historia.
Con la perspectiva de medio siglo de existencia, los responsables del Anaitasuna asumen que deberán ir acomodando sus planes a las transformaciones sociales. «A pesar de tener casi 700 federados, el club ha dejado de ser un punto de reunión social. Nos hemos convertido en unas oficinas que dispensamos servicios», se lamenta Garisoain, consciente de que los tiempos de oro de las grandes excursiones colectivas han pasado. Comparte también la preocupación de otros clubes para atraer hacia la montaña a las nuevas generaciones. Y allí se queda, reunido con su equipo, programando, proyectando, imaginando, porque es importante tener un gran pasado, pero muchos más, asegurar su futuro.