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El desencanto social marca el cambio de gobierno en Serbia

Alguien dijo que los Balcanes producen más historia de la que pueden digerir. Un repaso a la historia del siglo XX o una corta estancia en cualquiera de sus territorios confirman esa idea. En todo caso, Serbia es, sin lugar a dudas, el país que más claramente representa esa máxima. En esta primera entrega ofrecemos un pequeño retrato de este país. En los próximos días viajaremos a Montenegro y a Kosovo.

Es difícil establecer cuándo termina una crisis y cuando comienza otra en Serbia. En general, se puede decir que las crisis se solapan unas a otras, amenazando con bloquear el país. El país está dividido en varios bloques y tiene abiertos más frentes de los que puede afrontar. En todo caso, es importante señalar que esos bloques no responden, al menos de forma mimética, a la separación que promueven las instituciones y los medios occidentales.

Según estos, en Serbia existe un bloque mayoritario de fuerzas democráticas y pro-europeas, formado por los partidos que ejercieron de oposición en los tiempos de Slobodan Milosevic, que están intentando sacar al país de la ruina en la que lo sumió el presidente serbio. Por otro lado, estarían los herederos de éste, agrupados en torno al Partido Radical (PR). Para ilustrar esta imagen, cabe señalar que su líder, Vojislav Seselj, está detenido en espera de juicio en La Haya, acusado de dirigir el grupo paramilitar Águilas Blancas. Sin embargo, como es habitual, esa visión dicotómica de la vida y de la política no casa del todo con la realidad.

Reformismo, socialdemocracia, UE

Por un lado, tenemos al Partido Democrático del presidente Tadic. Este partido es totalmente pro-occidental y responde a los estándares de un partido socialdemócrata europeo. Es el partido del que fuera primer ministro tras la caída de Milosevic, Zoran Djindjic, asesinado en 2004. Como anécdota, cabe destacar que durante los años de oposición a Milosevic, Djindjic estuvo refugiado en Montenegro, bajo la protección del lider montenegrino Milo Djukanovic.

Durante los últimos meses han sido juzgados por un tribunal especial varios miembros de la extinta Unidad de Operaciones Especiales de la policía serbia, acusados de haber llevado a cabo el atentado. La sentencia se hará pública el 23 de este mes y, seguramente, será condenatoria. De todos modos, las razones y la trama de la muerte de Djindjic no han sido resueltas durante el juicio y las teorías conspirativas abundan. Atendiendo a lo antes expuesto, los analistas consideran que Serbia se verá inmersa en una nueva crisis antes de cerrar la anterior, que tuvo su punto álgido con la muerte en atentado del político socialdemócrata.

El otro partido que apoya la reforma política es el G17, pequeño partido reformista-progresista que, gracias a la atomización del voto y a pesar de sus limitadas fuerzas, cumple el papel de potenciador del reformismo liderado por Tadic. Ambos partidos son los más europeístas y atlantistas, junto con otras fuerzas minoritarias.

Demócratas «homologados»

La otra formación que compone lo que los occidentales llaman el «bloque democrático» es el Partido Democrático de Serbia, del primer ministro Kostunica.

Kostunica es un personaje controvertido. Por un lado, ante la Unión Europea aparece como el líder popular, el nacionalista moderado que se enfrentó a Milosevic y en quién la comunidad internacional puso todas sus esperanzas. Por otro lado, es considerado, tanto por sus aliados como por sus adversarios, un político oportunista, populista y mucho menos moderado de lo que aparenta. Los montenegrinos, por ejemplo, son muy críticos con el papel jugado por él en las negociaciones entre Serbia, Montenegro y la UE. En los Balcanes, en general, es considerado un hegemonista serbio disfrazado de demócrata.

Kostunica está jugando a varias bazas. Si bien su alianza con los socialdemócratas le ha permitido mantenerse en el poder durante los últimos siete años, no deja de hacer guiños políticos a la oposición radical.

Nuevo gobierno -con pinzas-

El pasado lunes se cumplía el límite legal para formar gobierno en Serbia. De no llegar a un acuerdo entre las fuerzas pro-occidentales, se deberían de haber repetido los comicios. Tras tres meses de negociaciones baldías y un año después de que la UE bloqueara las negociaciones para la integración de Serbia en la Unión, los acontecimientos políticos y económicos de la semana pasada desencadenaron, in extremis, un acuerdo de gobierno entre las tres grandes fuerzas pro-occidentales: el Partido Democrático del Presidente Tadic, el Partido Democrático de Serbia del Primer Ministro Kostunica y el partido reformista G17.

Tal y como informaba GARA, a finales de la semana pasada el líder del PR Tomislav Nikolic accedió al puesto de portavoz del Parlamento con el apoyo del PDS de Kostunica (el Partido Radical fue el más votado en los comicios de invierno, con más de un millón de votos -un 28%).

El ascenso del Partido Radical

Según las encuestas, el PR tenía muchas posibilidades de conseguir la mayoría absoluta en caso de tener que repetir las elecciones. Varios expertos coinciden en señalar algunos factores que posibilitan esa tendencia. Por un lado, podemos constatar el desencanto generalizado de la población serbia respecto a la política. En Belgrado, donde la mayoría de la gente rehusa comentar con nosotros sus opiniones políticas con un tajante «no me interesa la política», hemos podido confirmar ese extremo. La incapacidad del stablishment político para llegar a acuerdos y potenciar la posición de Serbia, tanto a nivel interno como de cara al exterior, ha llevado a la población serbia a una total apatía política. Los datos de la abstención en las últimas convocatorias son también claros en ese sentido. Asimismo, la postura de las potencias mundiales respecto a la cuestión serbia ha generado entre la ciudadanía del país un sentimiento de rechazo del todo comprensible. Varios serbios nos han comentado que se sienten «totalmente instrumentalizados» por la comunidad internacional y que sus políticos «no hacen nada» al respecto.

Por otro lado, la emigración es otro factor clave. Los datos que se dan al respecto varían demasiado como para tener credibilidad y son utilizados como arma política tanto por unos como por otros. Algunos cifran la diáspora serbia en torno a los 2 millones, mientras que el Ministerio de la Diaspora de la República de Serbia alarga ese dato hasta los 4 millones. En todo caso, parece evidente que en los últimos años un número importante de serbios han tomado la decisión de salir del país en busca de una vida mejor -o, como mínimo, de una vida más estable y tranquila-.

Por último, nos encontramos con una cultura política que históricamente ha promovido el populismo como elemento básico. Desde Milosevic, los líderes y salvadores se suceden uno tras otro y la población serbia se aferra a ellos ante la falta de alternativas.

Con este panorama, el Partido Radical ha sabido rentabilizar la apatía y el desencanto, con un mensaje que cala y que es coherente con el sentimiento de desamparo que sufren los serbios desde hace más de un siglo.

Al borde de la agonía política

En sus primeras declaraciones Nikolic dejó claro cuáles iban a ser sus líneas de actuación. En primer lugar, consideró que colaborar con la Unión Europea y la Alianza Atlántica no era una opción interesante para Serbia, teniendo en cuenta que esa colaboración establece más condiciones que beneficios. Acto seguido, planteó la necesidad de sumarse a un nuevo bloque mundial dirigido por Rusia, principal valedora de la posición serbia respecto a Kosovo en la Organización de Naciones Unidas.

Los políticos occidentales reaccionaron inmediatamente. Olli Rhen, comisario europeo para la ampliación, consideraba que la elección de Nikolic, al que calificaba de «ultra-nacionalista», era un mal signo respecto a las reformas políticas en Serbia. Asimismo, anunció la suspensión de un tratado sobre los visados anunciado para esta misma semana. Sean McCormack, portavoz del Departamento de Estado de EEUU, apuntalaba esa posición señalando que esta decisión dificultaba la estabilidad en los Balcanes.

El mismo día, el dinar serbio se devaluaba respecto al euro, varias empresas extranjeras amenazaban con cancelar proyectos y el mercado de valores sufría una caída de un 5,2 %, dentro de una tendencia a la baja marcada por el clima político. Según Rade Rakocevic, ejecutivo de la mayor empresa financiera de Serbia, «se puede decir que la elección de Nikolic le ha supuesto a Serbia un coste de medio billón de euros. Y esto es sólo en su primer día en el puesto».

Al margen de estos augurios catastrofistas, parciales por definición, lo cierto es que la elección de Nikolic, junto con las presiones derivadas de su nombramiento, supusieron un empujón determinante para la formación de un nuevo gobierno.

Los puntos críticos de las negociaciones habían sido los ministerios de transporte y economía y, especialmente, el control de los servicios secretos, llamados BIA. Este último asunto es de gran importancia en Serbia, puesto que corresponde a ese organismo el trabajo de encontrar y detener a Ratko Mladic, general serbio profugo desde 1995, acusado de genocidio y crimenes de guerra en Bosnia por el Tribunal Penal Internacional. La pasividad de los servicios secretos serbios, apoyados principalmente por Kostunica, fue la razón central aducida por la UE para bloquear las negociaciones con Serbia.

Finalmente, el PDS y el PD han establecido un sistema de control mutuo, en el que Kostunica seguirá ejerciendo de primer ministro y Tadic será primer ministro diputado (o vice primer ministro). Asimismo, formarán un Consejo de Seguridad Nacional que estará al mando de la policía y los servicios secretos. El cargo de director del BIA recaerá en una persona independiente. En cualquier caso, los nombres de todos los cargos están todavía por consensuar.

En sendas declaraciones a medios nacionales serbios, los dos líderes del llamado «bloque democrático», el primer ministro Kostunica y el presidente Tadic, expusieron su convencimiento de que con este nuevo gobierno se puede dar por superada la crisis. En una entrevista al canal BE92 concedida el lunes, el presidente Tadic negaba la influencia de las presiones internacionales y señalaba que, de no haber llegado a un acuerdo, «el Estado se habría sumido en la agonía política». Kostunica, que consideró que este acuerdo traerá la necesaria estabilidad a la sociedad serbia, enmarcó el compromiso alcanzado en la necesidad de estar unidos «cuando se va a disputar la batalla decisiva por Kosovo-Metohija en el Consejo de Seguridad de la ONU».

Sin embargo, la mayoría de analistas son más pesimistas y consideran que las divergencias son demasiado fuertes como para considerar este gobierno estable. Por ejemplo, el editor de «The Belgrade Times», Alex Todorovic, considera en un artículo del semanario que «parece inconcebible que una crisis de estas proporciones sea el resultado de una diferencia de opinión sobre qué partido debe dirigir la policía o sobre quién debe dirigir los servicios secretos».

En la práctica totalidad de estos análisis aparece la figura de Kostunica como elemento clave para un cambio en la política serbia. La mayoría desconfía de su verdadera posición. Todos coinciden en señalar que su postura dependerá de dónde consiga una mayor cuota de poder.

En la calle, la gente es, en general, escéptica. Si bien algunos admiten que esta opción es mejor que las otras alternativas, especialmente mejor que una alianza entre Kostunica y Nikolic, no están convencidos de que el nuevo gobierno soporte el pulso internacional en temas como los criminales de guerra y la cuestión de Kosovo. Una camarera nos comenta que no cree que «aguanten».

Iñaki SOTO

rechazo

Varios serbios nos han comentado en la capital que se sienten «totalmente instrumentalizados» por la comunidad internacional y que sus políticos «no hacen nada» al respecto. El sentimiento de rechazo es patente.

desencanto

En Belgrado, donde la mayoría de la gente rehusa comentar con nosotros sus opiniones políticas con un tajante «no me interesa la política», hemos podido constatar el desencanto generalizado de los serbios hacia la política.

pulso

En la calle, la mayoría de la gente parece convencida de que el nuevo gobierno no será capaz de aguantar el pulso que propone o plantea la comunidad internacional en temas como los criminales de guerra y la cuestión de Kosovo.

el factor kostunica

Kostunica aparece como el elemento clave para un cambio en la política serbia. La mayoría desconfía de su verdadera posición. Todos coinciden en señalar que su postura dependerá de dónde consiga una mayor cuota de poder.

partidos políticos entre serbia y occidente

PD

El Partido Democrático, del presidente Tadic. Totalmente pro europeísta y atlantista; responde a los estándares de la socialdemocracia europea más al uso.

pDs

El Partido Democrático de Serbia, del primer ministro Kostunica, quien, en general, es visto en los Balcanes como un hegemonista serbio disfrazado de demócrata.

G17

La tercera formación -junto con las dos anteriores- que conforma el denominado «bloque democrático». Funciona como potenciador del reformismo de Tadic.

PR

El Partido Radical, comandado por Vojislav Seselj, hoy detenido en espera de juicio en La Haya. Es el partido que lidera a los herederos de Slobodan Milosevic.

La cuestión de kosovo, eje central del debate político

La cuestión de Kosovo -lugar desde el que escribiremos en los próximos días- es el eje central del debate político en serbia. El mismo día que se conocía el principio de acuerdo entre los partidos pro-occidentales de Serbia, EEUU y los miembros europeos del Consejo de Seguridad de la ONU, junto con Alemania, presentaban un borrador de resolución que recogía el documento de Ahtisaari.

El documento del mediador de la ONU establece claramente que la única opción viable para Kosovo pasa por la independencia, aunque establece ciertas condiciones para ello y aclara que el caso kosovar es totalmente excepcional.

Rusia ha dejado claro que en caso de que se presente una resolución en esos términos ejercerá el derecho a veto. Por su parte, la diplomacia serbia está trabajando a todo tren para sumar a otras delegaciones a esa postura. Entre ellas destaca la posición de Sudáfrica, que ha dejado la puerta abierta a respaldar la posición rusa.

Si bien el tema de Kosovo monopoliza el debate público, otro camarero de un café nos dice que sus problemas no tienen nada que ver con esos debates políticos. Acepta que, en su opinión, Kosovo es parte de Serbia y que la comunidad internacional debería garantizar la unidad del estado de Serbia. De todos modos, dice que sus problemas son conseguir llegar a fin de mes, sacar adelante a su familia y llevar una vida digna. «En eso deberían de concentrarse los políticos».

Al terminar de escribir este reportaje, muchos de los elementos recogidos en la calle o en los medios de comunicación suenan a tópicos. Sin embargo, estos tópicos son más reales que aquellos con los que nos solemos enfrentar a la situación de los Balcanes en los países «desarrollados». En Belgrado no hemos visto la cara amarga del nacionalismo, sino la cara amarga de las relaciones internacionales y de la política desarrollada por la denominada «comunidad internacional».

Sin lugar a dudas, la situación en Serbia está al límite y la incertidumbre es el elemento común que destacan todas las personas con las que hemos hablado. Las posiciones respecto a cómo hacer frente a esa incertidumbre difieren totalmente entre unos interlocutores y otros, por supuesto. Sin embargo, todos comparten una idea común: darle la vuelta a esta situación está en sus manos y no en las manos de los burócratas europeos o en las manos de los políticos de los Estados Unidos. El problema es que, quizás, los políticos serbios tampoco vayan a aportar lo suficiente como para salir de esta situación. I. S.

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