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ELECCIONES EN EUSKAL HERRIA

Zapatero mostró una visión muy parcial del proceso irlandés

Al presidente del Gobierno español también le gusta el ejemplo irlandés, pero sólo la parte de las exigencias, no la de las contraprestaciones. Le estaban echando en cara que no hablara de Euskal Herria en sus mítines y ayer se vino a Gasteiz para hacer algunos comentarios al respecto. Poco o nada hubo de nuevo en sus palabras, aunque sus referencias a Irlanda dan para hacer algunos comentarios.

Iñaki IRIONDO

Algunos de sus correligionarios alaban la capacidad de Rodríguez Zapatero para comunicar lo que quiere decir más allá de lo que textualmente dice. Apuntan que en eso se parece a Tony Blair. En otros aspectos hay notables diferencias.

El presidente del Gobierno español aprovechó su breve paso de apenas tres horas por Gasteiz para hacer una referencia al proceso irlandés. Felicitó a todos los implicados en que se llegara a la foto del otro día. Cabe suponer que también a los dirigentes de Sinn Féin, que no sólo nunca han condenado las actividades del IRA sino que, como algunos apuntan ahora con envidia, muchos de ellos mantuvieron una cualificada doble militancia en ambas organizaciones. En el Estado español, por mucho menos que eso, se ilegalizan partidos y hasta agrupaciones de electores.

El caso es que, como ya es costumbre, ningún político español puede mostrar su reconocimiento por el camino que lleva la resolución del conflicto en Irlanda sin a renglón seguido referirse a «las enormes diferencias» entre el caso irlandés y el vasco. Zapatero recordó que la primera gran diferencia es que el Gobierno británico contó siempre con el apoyo de la oposición conservadora, lo que no ocurre en el Estado español con el PP. «Y hay otra diferencia muy importante, ésta más importante todavía -enfatizó Zapatero-. Que no hay proceso si la violencia no se deja atrás y se abandona».

Ahí es donde entra en juego lo que el presidente del Gobierno español quería decir y lo que realmente dijo. Porque lo que dijo es mucho más cierto que lo que quería decir. Lo que textualmente afirmó es que una gran diferencia entre ambos casos es la condición de que para que haya proceso hay que dejar la violencia atrás y abandonarla. Porque es un dato objetivo que el proceso en Irlanda arrancó habiendo violencia y se mantuvo en pie con treguas y rupturas de tregua. Mientras que aquí, pese al alto el fuego, el proceso no termina de arrancar, ni antes ni después del atentado de la T4. Ésa, efectivamente, es una diferencia enorme.

Pero puestos a buscar diferencias, Zapatero podía haber ahondado más. El presidente pretende aprovechar los éxitos de esta fase del proceso en Irlanda para utilizarlos como arma arrojadiza contra la izquierda abertzale. Pero, por ejemplo, podría recordar que el alto el fuego del IRA llegó tras la Declaración de Downing Street, en la que los gobiernos británico e irlandés se comprometían a respetar lo que la ciudadanía del norte de Irlanda acabe decidiendo sobre su futuro.

Zapatero podría recordar, también, que el Gobierno británico nunca dijo puerilidades como que la paz no puede tener precio político, sino que desde un principio movió resortes políticos para favorecer las posibilidades de paz.

Otra diferencia entre el Ejecutivo de Tony Blair y el de José Luis Rodríguez Zapatero es que aquél comprendió que los presos políticos de uno y otro signo podían ser agentes favorecedores del proceso y, por lo tanto, se contó con ellos; y mucho antes de que el IRA anunciara el fin de su campaña militar, sus militantes se encontraban en libertad, al igual que otros de las organizaciones paramilitares unionistas. Zapatero, en cambio, optó por una política penitenciaria consistente en encerrar de por vida a los presos políticos vascos, sin importarle llegar a «construir imputaciones» para la consecución de sus fines.

Ni qué decir tiene que por muchas leyes mordaza que en su día impusieran a Sinn Féin desde los medios británicos, ni a Major ni a Blair se les ocurrió que pudieran afrontar la resolución del conflicto manteniendo en la ilegalidad a uno de los agentes imprescindibles.

Y, por último, el presidente del Gobierno español podría ver cuán distante es el comportamiento de la sociedad británica del de la española, probablemente porque en Gran Bretaña los gobernantes y los líderes de opinión han hecho un trabajo de pedagogía política sobre la evidencia de que no se puede resolver un conflicto histórico de estas características sin que haya cesiones por todas las partes. Sin embargo, del Ebro para abajo el mensaje dominante es el de que lo único que cabe es que ETA deje las armas a cambio de nada y luego ya veremos.

A buen seguro, también los agentes políticos y armados vascos tienen mucho que aprender de la experiencia irlandesa. Pero desde luego no será, como pretende Zapatero, el que «con pistolas y bombas no hay proceso de paz». En Irlanda lo ha habido. Claro que siempre es mejor utilizar «la palabra y el diálogo».

Del discurso que ayer lanzó Zapatero en Gasteiz también se pueden destacar un par de temas sobre los que no habló. El primero es el referido a la reunión que, según el diario «Abc», representantes de su Gobierno habrían mantenido con interlocutores de ETA el pasado mes de abril. Mariano Rajoy le interpelará hoy sobre eso en el Congreso de los Diputados. El segundo es el «pacto antiterrorista» propuesto por el PNV, que si bien no es nuevo porque Josu Erkoreka ya lo ofreció en las Cortes el 15 de enero, en estos días ha sido puesto nuevamente de actualidad, por una charla de Josu Jon Imaz en Madrid y por el interés de «El País» en darle un nuevo protagonismo.

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