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Las cartas que desvelarán la oculta y compleja personalidad del poeta T.S. Eliot

En vísperas del 120 aniversario del nacimiento de T. S. Eliot, su viuda trabaja en la publicación de casi la totalidad de la correspondencia del poeta, mientras la editorial Faber and Faber prepara una colección de siete volúmenes de su prosa. Sus cartas personales servirán para desvelar la misteriosa personalidad de este autor, cuyo pensamiento político se ha visto envuelto en la polémica.

Andy MCSMITH | La Jornada

Escribió una vez el poeta sobre sí mismo: «Qué desagradable conocer al señor Eliot. Con su perro corriente de rabo cortado, su gato, similar a un puercoespín y su sombrero como de chulo italiano; qué desagradable conocer al señor Eliot (lo mismo con la boca abierta o cerrada)».

¿Tan desagradable era? La respuesta es que no lo sabemos. Era un poeta misterioso. El material que pudo haber arrojado luz sobre su vida personal está encerrado en un enorme archivo del cual ha surgido únicamente, hasta ahora, sólo un volumen de sus documentos y cartas privadas, editado por su viuda, Valerie, y publicado en 1988. Dicho libro abarca desde 1898, año en que Thomas Stearns Eliot, de 10 años, fue enviado a una escuela en St. Louis, hasta 1922, cuando publicó «La tierra baldía». Él vivió otros 43 años más y siguió escribiendo hasta la década de los 50.

Eliot escribió muchas cartas. Tan sólo en 1923 su correspondencia fue de 88.388 palabras; la longitud de una novela corta. En 1926 escribió 112.878 palabras. Unas 200 cartas del periodo anterior a 1923 han aparecido desde 1988, de modo que hasta esa única fuente documental publicada está incompleta.

No hay, hasta ahora, un biógrafo oficial. A Peter Ackroyd, quien escribió el que es posiblemente el libro más conocido sobre el poeta, se le ha negado hasta el permiso de citar su poesía.

Hasta ahora, la señora Eliot ha trabajado sola en este proyecto, montando una guardia fiera sobre todo aquel que tenga acceso a los papeles de Eliot. Pero más que cualquier publicidad desagradable o hiriente que pudieran causar algunas de las indiscreciones de Eliot, está el tema, simplemente, del peso de todo ese material que cae sobre los hombros de una septuagenaria. De los años que abarcan entre 1922 y 1940 existen aproximadamente dos millones de palabras aún sin publicar.

Ahora, a sólo 14 meses del 120 aniversario del natalicio de Eliot, se ha acelerado el trabajo sobre los archivos. Faber and Faber, casa que publicó originalmente a Eliot, y que le dio trabajo durante años como editor literario, está preparando una colección de siete volúmenes de su prosa, editada por el profesor Ron Schuchard, de la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia.

Asimismo, Hugh Haughton, del Departamento de Inglés de la Universidad de York ha sido comisionado para ayudar a Valerie Eliot en la creación de una edición de varios volúmenes de sus cartas. Se usarán todas las misivas, con la única excepción de un paquete oculto que está en una caja, bajo llave. El paquete y la llave se encuentran en la Universidad de Princeton.

El proyecto comenzará con la redición de una versión ampliada del volumen de 1988. El señor Haughton señala: «Es un archivo extraordinario. Eliot era no sólo uno de los grandes poetas modernos, sino un crítico, comentarista político, editor y dramaturgo. Es una gran noticia que se estén abriendo las puertas de un archivo que cambiará la forma en que Eliot es leído y comprendido».

Las opiniones sobre Eliot como poeta están polarizadas. Hay quienes desprecian su trabajo, casi siempre porque se les obligó a estudiarlo a una edad demasiado temprana para ello. Para muchos otros, simplemente es el más grande poeta del idioma inglés del siglo XX, y no existe nada en el inglés moderno que iguale el lúgubre dadaismo de «La tierra baldía», o la curiosa y perturbadora belleza de la «Canción de amor de J. Alfred Prufock».

La mayor parte de lo admiradores de T. S. Eliot probablemente no saben que lo son. Si acaso llegan a reconocer el nombre, pueden pensar que Eliot es un letrista, como Tim Rice, conociéndolo sólo como el hombre que hizo la letra de las canciones del musical «Cats». Con su poesía absurda sobre Macavity, Mungojerrie y otros felinos bandidos, Eliot creó un público muy por encima del alcance de cualquier otro de los poetas más importantes del siglo XX.

El hombre en sí no es ampliamente admirado. Por lo que sabemos de él, sus opiniones políticas y sobre las razas eran abominables, su vida sexual era un fracaso. El señor Haughton ha prometido que sus cartas reunidas arrojarán luz sobre «las dificultades de su vida personal durante el tiempo que pasó al lado de su primera esposa, Vivien». Se trata de Vivien Haigh-Wood, con quien Eliot se casó impulsivamente en 1915, meses después de mudarse a Inglaterra. Se separaron legalmente en 1933.

Algunos de los problemas en el matrimonio surgieron a raíz de la proximidad del poeta con el grupo Bloomsbury, esa brillante colección de intelectuales que saltaban de cama en cama con tantos especímenes excesivamente educados y de tendencias homosexual, lesbiana, bisexual y heterosexual.

Vivien Eliot sostuvo un amorío durante años con Bertrand Russell. Su biógrafa, Carole Seymour-Jones ha sugerido, sin aportar mucha evidencia que respalde sus afirmaciones, que Eliot toleraba el romance porque él también se sentía atraído por el viejo Bertie.

Eliot puede o no haber sido homosexual. Mucha gente cree que lo era, pero la evidencia, al igual que el gato Macavity, no está ahí.

Mientras su matrimonio se desmoronaba, encontró consuelo en la amistad de una antigua novia, Emily Hale, a quien conoció en Harvard. Algunos de sus amigos esperaban que «Tom» y Emily se casaran, pero la relación terminó cuando él fue a Inglaterra con una beca en 1914, y decidió no regresar. Ella optó por dar cátedra en Downer College, de Milwaukee.

En 1927, ella le escribió avisándole que estaría de vacaciones en Florencia. A partir de entonces, entablaron una intensa y secreta relación, que retomaban siempre que ella iba a Inglaterra o durante los ocasionales viajes de él a Estados Unidos. Las esperanzas de Emily de casarse con Eliot se intensificaron cuando Vivien murió en 1947, pero se derrumbaron durante su siguiente visita a Europa. Más tarde, en 1957, la mujer se enteró de que Eliot se había casado con su secretaria, Valerie Fletcher, casi 40 años más joven que él. Al parecer, por esta razón, Emily sufrió un colapso nervioso.

Las cartas que ella le escribió a Eliot están archivadas en Princeton y no se harán públicas sino hasta el año 2020. Se rumora que él quemó las cartas que ella le envió.

Otra pregunta que esta montaña de material nos debe responder es qué tan «desagradables» eran las posturas políticas del señor Eliot. Sumamente desagradables, según un libro publicado en 1995 por el abogado, Anthony Julius, quien aseguró que el poeta «era capaz de poner su arte al servicio de su antisemitismo». No existe duda de que las visiones políticas de Eliot estaban firmemente enraizadas en la derecha. Uno de sus amigos más queridos era Ezra Pound, el primero al que le mostró la versión final de «La tierra baldía». Pound era un antisemita virulento y un propagandista del fascismo quien evitó ser juzgado por traición después de la guerra alegando locura.

Eliot no era un fascista, sobre todo teniendo en cuenta que se convirtió a la Iglesia de Inglaterra en 1927, y que como anglo-católico practicante le estaba prohibido aceptar el fascismo por sus aspectos paganos.

Pero era antisemita. Cuando aceptó su primer empleo como catedrático agregó a los cursos que infligía a sus estudiantes de Yorkshire la lectura de las obras de Charles Maurras, fundador de la Action Française, el prototipo para los movimientos fascistas del siglo XX. Eliot se apresuraba a defenderlo. «La mayoría de los conceptos que pudieron haberme atraído del fascismo, los encontré en su forma más digerible en la obra de Charles Maurras», escribió.

En 1933, Eliot dio tres conferencias en la Universidad de Virginia, que en años subsecuentes fueron publicadas con el título Después de los dioses extraños, y que jamás fueron reimpresas, aunque ahora volverán a ver la luz del día.

Tenía razón en mostrarse tímido con esos textos, pues contenían el más burdo pronunciamiento público que jamás hizo sobre los judíos. «La población debe ser homogénea», dijo. «Cuando dos o más culturas existen en el mismo lugar, lo más probable es que se vuelvan ferozmente conscientes de sí mismas, o bien, que ambas resulten adulteradas. Lo que es aún más importante es la unidad del contexto religioso, y las razones de la raza y religión se combinan de manera tal que se vuelva indeseable un gran número de judíos libre pensadores».

El simple hecho de que haya dicho una cosa así el mismo año que Hitler llegó al poder, aun cuando más tarde se avergonzaría de ello, ha hecho que académicos se vuelquen sobre su poesía en la búsqueda de indicios de antisemitismo.

Existen tres ejemplos que hasta los más grandes admiradores de Eliot encuentran difíciles de defender. En «Sweeney entre los ruiseñores», existe el verso: «Rachel, neé Rabinovich, lágrimas en las viñas de garras asesinas». Puede que Eliot logre salvarse de esta frase, pues todos los personajes en ese poema son grotescos y Rachel no es la única que es comparada con un animal.

Su poema «Gerontion», incluye una imagen de gusto todavía peor: «Mi casa es una casa en decadencia/ Y el judío se agazapa en el pretil de la ventana / Surgido en algún cafetín de Amberes...». La excusa aquí es que el poema es el monólogo de un anciano, que discutiblemente no es Eliot, sino el viejo Gerontion, quien es el autor de estos pensamientos, pero ello no explica que utilice una j minúscula en «judío», según la edición original del poema, (cuando en inglés los gentilicios y etnias se escriben con mayúscula N. de la T.). Eliot corrigió y puso la mayúscula posteriormente, cuando el antisemitismo ya no estaba tan de moda.

Tampoco parece haber una defensa muy decidida para su poema con el subtítulo «Bleistein con un puro», cuyas líneas dicen: «...así era el estilo de Bleistein/ Rodillas dobladas y colgantes/ Y la flexión en los codos, las palmas hacia arriba/ Semita Vienés de Chicago./ Ojos prominentes sin brillo/ Miradas que ven desde la baba protozoica...»

Pero para llegar a sustentar su tesis de que el antisemitismo es el arroyo que nutre la imaginación poética de Eliot, el señor Julian tuvo que presentar estos tres poemas como si fueran parte de sus trabajos principales. Ningún amante de la poesía de Eliot estaría de acuerdo en que así es.

Detectives literarios también han peinado sus más reconocidas obras maestras: «La tierra baldía», «Prufrock» y «El cuarteto Burnt Norton», buscando evidencias de racismo u otras ideologías despreciables, sin ningún éxito. El profesor Schuchard, quien edita la prosa de Eliot y quizá está tan sesgado en favor del poeta como el señor Julius lo está en contra, insiste en que cuando todo esté a la vista, Eliot será absuelto de antisemitismo.

Hace cuatro años, el profesor encontró un paquete de cartas que Eliot envió a un académico judío de Nueva York que dan a entender que él estaba ayudando a judíos a escapar de los nazis y a establecerse en Gran Bretaña y Estados Unidos.

Pero es probable que la nueva avalancha de cosas relacionadas con Eliot no llegue a comprobar una tesis o la otra. En cambio, permitirá que los académicos continúen enfrentándose entre sí, debido a que Eliot fue demasiado prolífico y complejo como para categorizarlo. Su conversación era, según él mismo la describió, «tan agradablemente restringida en lo preciso, en los 'si acaso', en los 'quizá' y en los 'pero'».

 

Ficha

Autor: T. S. Eliot (Saint Louis, Missouri, EEUU 1888- Londres 1965)

Poesía: «Tierra baldía» (1922), «Los hombres huecos» (1925), «Miércoles de ceniza» (1930), «Cuatro cuarteto» (1935),

Teatro: «Asesinato en la catedral» (1936), «Cocktail Party» (1949), «El anciano estadista» (1959)

Ensayo: «Ensayos escogidos» (1932), «Función de la poesía y de la crítica» (1933), «De poesía y poetas» (1957), «Criticar al crítico y otros ensayos» (1965)

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