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«Last Days», el aislamiento frente al gran negocio de la música

Con un injustificable retraso llega a nuestras pantallas la película que cierra la trilogía de Gus Van Sant sobre la muerte de los jóvenes, de la que ya se habían estrenado, no sin problemas de distribución, «Gerry» y «Elephant». «Last Days» es la entrega más esperada por haberse inspirado en el caso real de Kurt Cobain con absoluta libertad creativa.

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Gus Van Sant jamás realizaría un filme biográfico, menos aún se decantaría por una semblanza hagiográfica para mitómanos. Lo que ha hecho es tomar la controvertida figura de Kurt Cobain como inspiración para una reflexión sobre la soledad del artista, entendiendo que se trata del último ídolo trascendente del rock muerto en plena juventud. Los trece años transcurridos desde que dejara el mundo de los vivos han creado un vacío agravado por la falta de relevo generacional, en una escena musical copada por patéticos dinosaurios. Una situación terminal que da qué pensar y que al cineasta le sirve para integrarla en su particular trilogía sobre la muerte de los jóvenes.

En «Gerry» tocó el tema desde la óptica del aislamiento físico, en «Elephant» ese aislamiento es ya social, mientras que por último con «Last Days» deriva hacia lo puramente mental. Los protagonistas de «Gerry» se perdían en el desierto de una forma inconsciente y renunciando al instinto natural de supervivencia. Los de «Elephant» asistían a la matanza de Columbine desprovistos de cualquier «chaleco antibalas» o protección moral para los tiempos de la devastación. El antihéroe de «Last Days» no es diferente, por lo que aparece también como víctima propiciatoria de un sistema que aisla a la persona, la acorrala y la deja sin opciones de futuro.

Condena social a Courtney Love

Es absurdo y no lleva a ninguna parte intentar establecer paralelismos entre los hechos reales y la ficción de «Last Days». Gus Van Sant es independiente y honesto en su manera de hacer cine, por lo que desde el principio se puso en contacto con la viuda de Kurt Cobain para explicarle lo que quería hacer. Esta mujer está lógicamente a la defensiva, puesto que se le acusa de ser la asesina del músico. La prensa sensacionalista la ha condenado sin juicio previo y, de paso, los miles de lectores que ni siquiera conocieron a la pareja para opinar al respecto. Al cineasta nunca le interesó si se trató de un crimen o de un suicidio, pero la cuestión es que Courtney Love ha salido claramente perjudicada y su doble carrera musical y cinematográfica se ha ido al traste. Nadie parece querer acordarse de que ella también tenía talento y de que lideró un estupendo grupo de chicas llamado Hole. Por todo ello, Gus Van Sant le hizo saber que no quería que saliera dañada emocionalmente por la película, y de ahí que el protagonista reciba el nombre ficticio de Blake.

Era un modo también de evitar posibles acciones legales, dado que Courtney Love pasa su existencia entre asesores legales e interponiendo demandas a diestro y siniestro, al no haber día en que no aparezca publicada una falsa noticia que desmentir.

Tampoco obsesionaba a Gus Van Sant el no poder contar con los derechos de las canciones de Nirvana, ya que no las necesitaba para narrar los últimos días del que fuera alma mater de la banda de Seattle. La música grundge y la llamada «generación X» pertenecen al pasado, a una década de los 90 que parece más lejana incluso que otras anteriores. Por lógica, el tal Blake atraviesa un momento de crisis existencial y creativo, una fase preagónica que sólo da para balbuceos y esbozos de canciones inacabadas. Para eso se basta y sobra Michael Pitt, que une a cierto parecido físico con el torturado Cobain su condición paralela de cantante, y de ahí que aproveche el tardío estreno de la película en nuestro mercado para venir de gira con su grupo, Pagoda.

El joven actor descubierto por Bertolucci en la magistral «Dreamers», y del que Tom DiCillo extrajo un enorme potencial en «Delirious», canta un par de temas propios en la película acompañándose con la guitarra. Los fans de Kurt Cobain podrán comprobar que Pitt se maneja con las manos a la inversa: escribe con la izquierda y rasga las cuerdas del instrumento con la derecha.

Referencias musicales

Igualmente cabe pensar que el finado escucharía durante su encierro voluntario la música ajena que le gustaba, representada aquí por el tema clásico de Velvet Underground «Venus in Furs». No es la única referencia musical que ocupa su pequeña parcela en la película, siendo la más importante la asumida en persona por Kim Gordon, toda una institución dentro de la escena indie de las últimas décadas. La bajista de la banda puntera del noise rock tenía que estar, aunque sólo fuera por la admiración que el de Nirvana sentía por los Sonic Youth. No se limita a hacer de amiga de visita, sino que se implica de lleno en los dilemas personales de Blake, al que trata de aconsejar por encima de su teórico papel de manager. Ella viene a plantear el conflicto con la parte del negocio, la que menos satisfacción genera en el artista en medio de una situación límite en la que está a punto de tirarlo todo por la borda.

Hay otras visitas que sacan al músico de su ensimismamiento, como la casual de un vendedor de páginas amarillas, al que recibe en un estado ausente y sin reparar en su aspecto de solitario malcomido y despreocupado por su higiene.

Es un contraste buscado con el exterior, un choque que basta para expresar la fase de decadencia en la que se encuentra sumido el protagonista. Se muestra como si tuviera una fuerte e inagotable resaca, pero Gus Van Sant evita mostrar escenas explícitas de drogadicción, algo que por otra parte resultaría demasiado obvio y redundante.

El aspecto de renacimiento o paso a otro nivel que conlleva la muerte, conectado con la discografía de Nirvana («Nevermind», «In Utero»), queda retratado por la inmersión en la naturaleza que rodea la casa del artista. En un acto de purificación Blake descubrirá un arroyo cercano, en el que se baña física y simbólicamente a la vez.

HONESTO

A Gus Van Sant no le interesa si se trató de un crimen o de un suicidio. Es honesto en su manera de hacer cine, por lo que desde el primer momento se puso en contacto con la viuda de Kurt Cobain, Courtney Love, para explicarle lo que quería hacer.

Nick Broomfield se pregunta: «¿Quién mató a Kurt Cobain?»

El tratamiento que dio al caso de Kurt Cobain el documentalista Nick Broomfield fue totalmente diferente al de Gus Van Sant. El inglés, que en la pasada edición del Zinemaldia donostiarra presentó el filme de denuncia «Ghosts» sobre las duras condiciones de trabajo de los inmigrantes chinos, enfocó la muerte del líder de Nirvana por el lado de lo noticiable. El documental realizado hace diez años con el título original de «Kurt & Courtney» siempre gustará más a los mitómanos, que van a ver su curiosidad satisfecha. Apenas habían pasado tres años del suceso, y la gente oyó justo lo que quería oír, porque en ese momento todas las miradas se dirigían hacia la viuda. El título de la versión distribuida en nuestro mercado ya es acusatorio en sí mismo, porque «¿Quién mató a Kurt Cobain?» presupone la negación de la posibilidad del suicidio y da por sentado que se trató de un asesinato. El documental sigue el curso de una investigación periodística, donde un reportero de la BBC inglesa entrevista a una serie de personajes que en su mayoría consideran a Courtney Love como la principal sospechosa.

M. I.

Michael Pitt llega con Pagoda, su banda

La productora de «Last Days» decidió retrasar el estreno del filme en el Estado español (previsto para el día 1 de este mes) para que coincidiera con la visita de Pagoda, grupo liderado por el actor principal de la película, Michael Pitt. Con una mezcla entre el grunge de Nirvana y el rock de Sonic Youth, la banda de Brooklyn, formada en el año 2001 y en la que el actor canta y toca la guitarra, presentó ayer en Madrid su álbum debut «Darfur» y mañana actuará en el Razz Club de Barcelona.

Nacido en West Orange (Nueva Jersey) hace 26 años, Pitt decidió con diez años que quería ser actor y a los dieciséis se trasladó a Nueva York para cumplir su sueño. Tras trabajar como corresponsal en bicicleta y vivir en una habitación compartida, debutó en el teatro en Broadway con «The Trestle at Pope Lick Creek». En la gran pantalla, ha protagonizado «Soñadores» (2003), de Bernardo Bertolucci, y también actuó en «Delirious», producción independiente que coprotagoniza junto a Steve Buscemi y Alison Lohman.

GARA

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