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CRÓNICA Reparación histórica

Londres devuelve restos de aborígenes considerados «los frisos de Australia»

Tras una larga batalla legal, el Museo de Historia Natural de Londres repatrió hace unos días los restos de 17 aborígenes australianos del siglo XIX, en un caso similar a la disputa que enfrenta a Gran Bretaña y Grecia por los frisos del Partenón.

No en vano, los huesos también se conocen como los «frisos de Australia», en referencia a la conocida polémica de las esculturas marmóreas del Partenón, que llevan en manos de Gran Bretaña dos siglos y cuyo retorno no ha dejado de reclamar nunca el Gobierno griego.

Los fragmentos óseos pertenecen a indígenas de la isla de Tasmania (ubicada a unos 200 kilómetros al sur de Australia), que debe su nombre al explorador holandés Abel Tasman, primer europeo que avistó ese territorio insular en 1642.

Más de cien años después de haber sido expoliados, los restos podrán regresar a su orígenes en virtud de un acuerdo alcanzado por el Museo de Historia Natural y el Centro Tasmano de Aborígenes (TAC), según informó la institución londinense en su página de internet.

El Museo de Historia Natural, que alberga una colección nacional de vestigios humanos de 19.500 especímenes, ya se comprometió el año pasado a repatriar los «frisos de Australia», pero su intención de hacer pruebas de ADN con los huesos antes de su devolución empujó al TAC a interponer una demanda ante el Tribunal Superior de Londres.

Fallo judicial y acuerdo

La Justicia dio la razón a los aborígenes y las partes en conflicto llegaron a un acuerdo para que material genético obtenido en previas investigaciones se guarde en Tasmania, aunque su futuro uso científico dependerá del consentimiento del museo y el TAC.

Para los indígenas, las pruebas de ADN suponen una profanación de los cadáveres, pues, de acuerdo con sus creencias, los muertos no pueden acceder libremente al mundo de los espíritus si sus cuerpos no son sepultados en la tierra que los vio nacer.

«Finalmente, podemos llevarlos a casa (los restos de los 17 indígenas) para que descansen sus almas atormentadas», comentó Greg Brown, de la delegación del TAC que se ha desplazado a Londres para acompañar a los huesos en su periplo de vuelta a Australia.

Los aborígenes venían reivindicando el retorno de sus antepasados desde 1985, aunque los fragmentos óseos -entre los que hay dientes, cráneos y esqueletos- figuraban en los fondos del museo desde los años cuarenta del pasado siglo.

«Al final, las discusiones fueron fructíferas y hemos aprendido mucho durante ese período», manifestó Oliver Stocken, presidente del consejo de administración de la institución londinense, que de esa manera devuelve, por primera vez, huesos humanos de su colección.

Los restos aborígenes incluyen un cráneo de un indígena supuestamente robado en el siglo XIX por George Augustus Robinson, contratado por el Gobierno colonial británico con el fin de apropiarse por la fuerza de tierras para los colonos europeos.

«Fascinación» y robo

En aquella época, los científicos estaban fascinados con los aborígenes de Australia, que habían vivido en esas latitudes durante unos 60.000 años antes de que Inglaterra estableciese en 1788 un asentamiento y una colonia penal en Port Jackson (actual Sydney).

De ahí que se perpetraran con frecuencia robos de calaveras y esqueletos en las tumbas de los nativos muertos, muchos de ellos en Tasmania.

Desde el 2004, cuando se promulgó una ley que permite a los museos británicos la devolución de restos humanos con menos de mil años de antigüedad, Australia ha solicitado el retorno de unos 450 huesos, pero sin mucho éxito hasta ahora.

Mientras los indígenas prosiguen su lucha, agregó Greg Brown, los restos de los 17 aborígenes «liberados» por el Museo de Historia Natural de Londres serán sepultados bajo tierra tasmana y sus «almas atormentadas» encontrarán, por fin, la paz eterna.

Pedro ALONSO Londres

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