Sólo prometen el 0,5% del coste económico de su adaptación
Los países ricos se desentienden del impacto climático en los más pobres
«Para nuestros países, el cambio climático es más catastrófico que el terrorismo», advirtió un delegado africano, en nombre de las 48 naciones menos desarrolladas, en la conferencia de la ONU sobre cambio climático celebrada en Buenos Aires a finales del año pasado. Un informe de la organización Oxfam denuncia ahora que los gobiernos más ricos sólo han prometido el 0,5% de los 50.000 millones de dólares que se calcula costará adaptarse a sus efectos.
Joseba VIVANCO | GASTEIZ
«Básicamente tenemos tres opciones entre las que elegir: la mitigación, la adaptación o el sufrimiento. Vamos a tener que aplicarlas todas. La clave consiste en determinar cuál será la combinación de estos tres factores. Cuanto mayor sea la mitigación, menores serán los requisitos de adaptación y, por consiguiente, menor será el sufrimiento». Las palabras de John Holdren, presidente de la Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia, las comparten cada vez más científicos que defienden que, ante la irreversibilidad de muchos de los efectos que traerá consigo el cambio climático, hay que empezar a prepararse desde ya para mitigarlos al máximo.
Sin embargo, este llamamiento a adoptar medidas, más que preventivas, protectoras, vuelve a incurrir en la injusticia a la que por enésima vez se ven sometidos los países más empobrecidos y primeros en sufrir las consecuencias del calentamiento global acelerado. Lo decía hace sólo un par de meses en Madrid el estadounidense Thomas Schelling, Premio Nobel de Economía 2005, al aventurar que el cambio climático será «devastador» para gran parte del mundo en vías de desarrollo «y no tanto» para los países ricos.
La organización Oxfam ha puesto sobre la mesa un informe de 49 páginas en el que se plantea una pregunta tan simple como reveladora sobre el cambio climático: ¿Qué necesitan los países pobres y quién debería pagarlo?
Los países ricos están planificando desde hace tiempo la adopción de medidas de adaptación multimillonarias para sus propias necesidades, pero, hasta la fecha, y según denuncia Oxfam, sólo han destinado 48 millones de dólares a fondos internacionales para la adaptación de los países menos avanzados, unas ayudas que además han sido desviadas del porcentaje asignado a la ayuda al desarrollo.
Esta situación, a juicio de esta ONG internacional, revela «un desequilibrio inaceptable en la respuesta global ante el cambio climático».
Oxfam calcula que los costes de la adaptación al cambio climático de los países en desarrollo superarán con creces las previsiones del Banco Mundial, que oscilan entre 10.000 y 40.000 millones de dólares anuales. De acuerdo con los nuevos métodos de proyección de costes, esta organización calcula que los costes ascenderán a 50.000 millones de dólares anuales como mínimo, una cantidad que puede aumentar de forma significativa si no se reducen rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
¿Quién debería asumir esta financiación? Según un enfoque «basado en la equidad y la justicia», los países tanto responsables de producir un nivel excesivo de emisiones como capaces de proporcionar asistencia «son quienes deberían asumir los costes». El nuevo Índice de Financiación para la Adaptación de Oxfam ofrece una indicación general acerca de lo que hace falta para lograr una adaptación justa: EEUU es responsable de asumir el 40% de los recursos que se necesitan cada año, la Unión Europea del 30% y Japón del 10%. En la UE, los cinco donantes principales deberían ser Alemania, Gran Bretaña, Italia y los Estados francés y español.
Esa adaptación requiere miles y miles de millones de dólares anuales. Sin embargo, por el momento los países más ricos han prometido destinar tan sólo 182 millones de dólares a fondos internacionales para la adaptación de los países en desarrollo; en otras palabras, menos del 0,5% de la cantidad mínima total que Oxfam considera necesaria.
«Financiar únicamente las prioridades de adaptación más urgentes e inmediatas de los países menos avanzados (PMA) representará probablemente un coste de entre 1.000 y 2.000 millones de dólares», afirma Oxfam. Ahora bien, «la actitud de los donantes no denota ninguna urgencia». Prueba de ello son esos 48 millones de dólares donados hasta la fecha al fondo internacional creado para los PMA, es decir, menos del 5% de lo que se estima necesario. Para hacerse una idea de lo que eso supone, es tan sólo lo suficiente como para cubrir los costes de adaptación de Haití, Samoa y Kiribati, «pero nada más».
Por contra, hay ejemplos como el de Gran Bretaña, principal donante al fondo internacional a día de hoy con 38 millones de dólares, que está invirtiendo 178 millones de libras (347 millones de dólares) en sistemas de refrigeración para el metro de Londres, en parte a modo de preparación para el cambio climático; o los Países Bajos, que aportan 18 millones de dólares al fondo internacional, están desembolsando 2.200 millones de euros (2.900 millones de dólares) en la construcción de nuevos diques para protegerse de las inundaciones, en un esfuerzo por anticiparse a los efectos del cambio climático.
Pero un problema añadido que Oxfam denuncia en este informe es que ese 5% «no sólo representa un porcentaje muy reducido de los fondos que se necesitan, sino que se desvía, prácticamente en su totalidad, del compromiso contraído hace ya tiempo que consiste en destinar el 0,7% de la riqueza nacional a la ayuda al desarrollo».
A juicio de Oxfam, «las ayudas a la adaptación no deberán interpretarse como una ayuda prestada por los países ricos a favor de los pobres, sino como ayudas compensatorias proporcionadas por los países con niveles elevados de emisiones a los países más vulnerables».
Trece países han presentado ya planes nacionales de acción para la adaptación, como Bangladesh, Samoa, Malawi o Haití.
La verdadera crisis de las migraciones todavía no ha comenzado, advierte un informe de la organización Christian Aid, según el cual en 2050 serán mil millones las personas desplazadas de sus regiones como consecuencia del cambio climático. Serán muchos más de los que desplazó la segunda guerra mundial, pero nadie está reaccionando adecuadamente frente a esta amenaza, que reclama un nuevo estatuto de refugiado y medidas preventivas que brillan por su ausencia. Christian Aid es una ONG creada en 1945 para atender a los refugiados de la segunda guerra mundial.
El informe, del que se hace eco estos días la web científica Tendencias 21, advierte de que millones de refugiados climáticos pasarán sus fronteras y crearán nuevas tensiones internacionales. Otros muchos se desplazarán en el interior de sus propios estados, lo que les privará del reconocimiento del estatuto de refugiado y que puedan ser contabilizados como tales, a pesar de lo cual serán la manifestación de estos procesos migratorios nuevos y originarán tensiones en el seno de sus respectivas comunidades nacionales.
Esta organización destaca que el número de personas que han abandonado sus hogares a causa de conflictos, catástrofes naturales y grandes proyectos de desarrollo, como la construcción de minas o presas, es ya de 163 millones de personas, una tendencia que aumentará a medida que las temperaturas conviertan en inhabitables muchos espacios donde hoy numerosas comunidades humanas desarrollan su vida.
No es la primera vez que un grupo de expertos llama la atención sobre el impacto del cambio climático sobre los movimientos migratorios. Un estudio elaborado por Naciones Unidas y publicado en octubre de 2005 ya preveía que 50 millones de personas podrían convertirse en refugiados climáticos para este inmediato 2010.
Lo cierto es que esas `huidas' ya se están dando. El ejemplo más repetido es el del archipiélago de Tuvalu, formado por 9 islas de 26 kilómetros cuadrados, el más amenazado por este proceso y donde sus 11.660 habitantes ya buscan otro espacio para vivir en Australia. Pero Naciones Unidas nos recuerda también el avance de 10.000 kilómetros cuadrados cada año del desierto de Gobi en China, amenazando a numerosas ciudades; la erosión galopante de las tierras de cultivo en Turquía; la salinización de la mitad de las tierras agrícolas irrigadas de Egipto; o la elevación del nivel del mar en el Pacífico.
Precisamente, un equipo de investigadores de la UPV-EHU, liderado por el profesor de Historia Medieval, Moderna y de América Oscar Álvarez, participa en un proyecto europeo que pretende responder a la cuestión de qué procesos migratorios hacia Europa pueden derivar futuros cambios medioambientales. Ellos estudiarán los casos de Marruecos y Latinoamérica. Una investigación que comenzó en enero pasado y concluirá en 2008, aunque antes, en octubre próximo, en Bonn, habrá un congreso que debatirá este problema en ciernes.