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«`Respeto' es la llave maestra que me ha permitido entrar en todas partes»

José MarÍa MORAZA, ARTISTA

José María Moraza (Donostia, 1951) inaugurará mañana en la basílica de Loiola una instalación de «Respeto», una obra en permanente desarrollo con la que vive prácticamente en simbiosis desde hace ya diez años y cuyos objetivos defiende con vehemencia. «`Respeto' es la llave maestra que me ha permitido entrar en todas partes y conectar con todo tipo de personas», afirma.

La instalación, que se inaugurará mañana a las 18.00 horas, está constituida por cerca de 400 piezas cuadradas, cada una de las cuales lleva inscrito un «símbolo de respeto» diferente creado de forma intuitiva. Una parte de estas piezas -«aproximadamente un 10%», indica el propio artista- han sido realizadas por presos de Martutene. Y es que, desde que en 1997 José María Moraza comenzó a desarrollar la obra «Respeto», son numerosas las personas que han participado en ella, y, entre estas personas, destacan especialmente las encerradas en diversas prisiones en las que el donostiarra ha organizado talleres.

La instalación de Loiola está basada en minimalistas módulos de madera prensada o polímeros. ¿Cómo encajan en la escenografía barroca de la basílica?

Yo creo que esos cuadros, más que minimalistas, son, simplemente, elementos sencillos, que facilitan llegar a la gente y que ésta pueda aportar su granito de arena a la obra. Pero, a partir de esos elementos sencillos, se pueden crear estructuras bestialmente monumentales, sin límites. En el caso de Loiola, no altera en absoluto el medio. Quien vea la instalación tendrá incluso la sensación de que está ahí desde siempre.

La instalación forma parte de «Respeto», esa obra única que adopta diversas formas en diversos lugares y que usted impulsa pero en la que busca una autoría compartida. ¿Cómo y cuándo surge «Respeto»?

En 1995 falleció mi hijo mayor y eso tuvo sobre mí efectos catárticos. Reflexioné mucho sobre lo que pasa en este pueblo y en todo el mundo... la violencia, el hambre... y llegué a la conclusión de que la clave para superar las situaciones críticas está en el respeto, algo que el ser humano desea y necesita. El respeto es el cielo en la tierra; con respeto, lo tenemos todo para ser felices. Y, a partir de ahí, pensé que podía hacer una aportación a la sociedad utilizando el arte como herramienta de reflexión y entendimiento entre las personas, por encima de ideologías y religiones.

Usted se planteó como uno de sus primeros objetivos entrar en las cárceles. ¿Por qué?

«Respeto» fue primero una escultura, pero en seguida me di cuenta de que para que la obra tuviera potencia debería convertirse también en instalación, en performance... en muchas cosas. Y eso era algo que ni podía ni debía hacer solo. Para que esa obra única siguiera creciendo y tuviera vida propia requería de una autoría compartida, de modo que empecé a hacer llamamientos a artistas que sentía cercanos a mí y empezaron a aportarme abras que, en conjunto, formarían «Respeto». Paralelamente, pensé que la idea de respeto debía promoverse en lugares como las cárceles, lugares que son la evidencia de que algo falla en la sociedad. ¿Para qué? Para ver cómo reaccionaba la gente y para indagar si el fallo está dentro o está fuera.

Eso le llevó a organizar en 2004 un primer taller y una primera exposición en Martutene.

La iniciativa tuvo una acogida inusitada por parte de todo el mundo y eso me permitió entrar en el Psiquiátrico Penitenciario de Fontcalent, en Alicante, donde llegué a pasar hasta 15 horas diarias con los internos. Algunos me consideraban un intruso y sufrí incluso algún conato de agresión, pero otros me defendieron. Fue una experiencia muy fuerte y, a la vez, muy valiosa, que he seguido desarrollando en otras cárceles, como las de Alcalá-Meco, Yeserías, Soto del Real o Aranjuez. Ahora he empezado en la de Nanclares. En las cárceles te encuentras con personas de toda clase, condición, religión y nacionalidad. Por ejemplo, en Alcalá, donde hay una instalación de «Respeto» sobre un muro de 220 metros cuadrados, trabajé con personas de hasta 20 nacionali- dades. Parecía imposible y, sin embargo, para mí, «Respeto» ha sido una especie de llave maestra que me ha permitido entrar en todas partes y conectar con todo tipo de personas.

Además de en cárceles, usted ha expuesto en la ermita de la Antigua, en la parroquia de Deba... y, a partir de mañana, en la basílica de Loiola.

Sí, todos esos son templos cristianos, pero también he expuesto recientemente en la mezquita de Errenteria y estoy en conversaciones para hacer lo propio en la de la M-30, en Madrid, que es la más grande del Estado, así como en el mayor templo budista de Europa, que está en Valencia. Yo soy de aquí y he recibido una educación cristiana, pero no soy practicante. En todo caso, no niego que pueda tener mis sentimientos, religiosos o políticos, pero los tengo que aparcar, pues, de otro modo, no podría desarrollar este trabajo.

Martin ANSO | DONOSTIA

TEMPLOS

«Tengo intención de exponer en la mezquita de la M-30 y en el templo budista de Valencia, que es el más grande de Europa»

El cielo

«El respeto es algo que todos deseamos y necesitamos. Es el cielo en la tierra; con respeto, lo tenemos todo para ser felices»

«Planteo crear un museo sin límites, concebido como una obra de arte»

¿Hasta dónde «Respeto»?

Concibo «Respeto» como un museo, un museo que se podría hacer en cualquier sitio, pero que yo, como soy vasco, propongo hacer aquí: ¿por qué no hacer de Euskadi, un país que ha sufrido tanto, un referente de respeto a través de un museo concebido como una obra de arte?

¿Tiene usted ya planes para ubicar ese museo?

Sí, precisos. Un embrión de ese museo podría estar en los locales que el Ayuntamiento de Donostia ha cedido durante los próximos quince años en el parque de Zubimuxu, en el Antiguo, a la fundación que presido. Pero, más allá de una localización precisa, yo concibo un museo sin límites geográficos. Por ejemplo, estoy en conversaciones con varios ayuntamientos para crear en cada pueblo un espacio para el respeto. Todos esos espacios formarían parte de la misma obra, del mismo museo.

También tiene planes fuera de Euskal Herria...

En octubre, por ejemplo, organizaré un taller con niños nepalíes. También he empezado ya a trabajar con unas estructuras de cara a diseñar un poblado en Gambia, un poblado en el que, lógicamente, se pueda vivir, pero concebido como una obra de arte, dentro de un proyecto de desarrollo más amplio que evite que la gente de allí sienta la necesidad de venir aquí, sin saber que esto, donde van a estar fuera de su medio, no va a ser para ellos más que una gran prisión. Para éste y otros proyectos, cuento con una autopista que San Ignacio construyó hace ya 500 años. Los jesuitas me han apoyado de forma incondicional y el superior de Loiola, José María Etxeberria, ha sido clave.

Hemos vuelto a Loiola, donde usted inaugura mañana la instalación. ¿Hasta cuándo podrá ser visitada?

Hasta el viernes. Quiero hacer un llamamiento a todos para que acudan y se sumen a crear la obra. «Respeto» es un manifiesto desde el arte en pro de la paz interior de cada uno y de la de nuestro pueblo. Creo que Loiola, con todo lo que significa, es un lugar muy apropiado para difundirlo.

M.A.

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