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Las mismas carencias, igual siniestralidad

Los datos de la siniestralidad laboral habida en los primeros seis meses del presente año indican que en los centros de trabajo de Euskal Herria no se garantizan ni la salud de los empleados ni su seguridad. Y la cifra de 62 personas fallecidas en el desempeño de su actividad laboral (dos más que las víctimas mortales del mismo periodo del pasado año) indica que ni siquiera se garantiza la integridad física de quienes trabajan en Euskal Herria, donde los índices de siniestralidad siguen estando muy por encima de la media europea. Parece que las leyes y planes institucionales no suponen una reducción de los riesgos laborales, a pesar de lo cual, es imprescindible que las instituciones públicas aborden esta problemática y arbitren medidas que obliguen a que en toda actividad laboral se dé absoluta prioridad a la salud y a la seguridad. Porque si las cifras siguen siendo tan escandalosas es, entre otras razones, porque no se afronta un cambio radical que obligue a las empresas, de forma efectiva, a invertir en prevención.

Sin embargo, estamos aún muy lejos de esa situación. El Gobierno de Lakua presentó ayer un Plan Estratégico de Seguridad y Salud. Un plan que, desgraciadamente, tiene similares carencias a las que son achacables a la Estrategia aprobada recientemente por el Gobierno estatal y al plan que desde hace unos meses está vigente en Nafarroa para hacer frente a la siniestralidad laboral. Todos estos planes tienen como objetivo reducir los riesgos, pero no puede decirse que realicen propuestas a la medida de semejante tarea: ni un diagnóstico de la situación, ni recursos humanos suficientes, ni medidas contra la precariedad que está en el origen de gran parte de los accidentes, ni medidas sancionadoras lo suficientemente importantes como para forzar a las empresas a cambiar sus estrategias... Y eso que lo tienen fácil, porque la situación es tan grave que cualquier avance medianamente significativo puede suponer un gran éxito. Aunque, eso sí, hacen falta algo más que buenas intenciones. Hace falta que las instituciones asuman de una vez por todas el liderazgo en esta tarea que, para tener éxito, debe asumirse de forma colectiva.

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