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Personas sin hogar en el área metropolitana de Bilbo

No todo brilla bajo el efecto Guggenheim

No todo brilla bajo el efecto Guggenheim. Ya son cientos las personas que malviven en las calles de Bilbo y su área metropolitana. Tal es su desprotección, que incluso les conduce hasta la muerte.

Agustín GOIKOETXEA

Marin Costica y Mihai Ducoi, dos personas sin hogar, son las últimas víctimas de la exclusión social en el área metropolitana de Bilbo, aunque no las únicas desgraciadamente. Costica, inmigrante rumano al igual que Ducoi, halló la muerte en la capital vizcaina mientras dormía en un contenedor de papel y su cuerpo apareció el 11 de junio en una planta de reciclado en Zorrotzaurre. Su compatriota falleció intoxicado ocho días más tarde en el incendio de un edificio abandonado en el barrio getxoztarra de Algorta. Pocas personas conocían de sus penurias para sobrevivir en una sociedad supuestamente opulenta.

Ambos casos son la punta del iceberg de una realidad, la de las personas sin techo, que se oculta tras esa ciudad de servicios, cosmopolita y moderna, llena de oportunidades, en que se quiere convertir la villa de Don Diego.

«Una ciudad con edificios altos y brillantes que pueden verse desde puntos muy lejanos. Sin embargo -subrayan desde la plataforma besteBi-, existen personas que no se reflejan en esta ciudad. La habitan también varios cientos de personas sin hogar, que duermen en la calle, en albergues o en infraviviendas; personas en la pobreza más extrema, sin más propiedades que las que pueden llevar a cuestas de un lado a otro, y en una situación de vulnerabilidad total, que se expresa frecuentemente en casos de violencia y agresiones». Es la otra cara del efecto Guggenheim, ya que -según la última encuesta del Eustat- en esta metrópoli se encuentra el 43% de los indigentes de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Hace dos años, la estadística oficial contabilizaba que 787 personas -571 varones y 216 mujeres- tenían habitualmente el cielo como techo.

«Se les culpabiliza de su situación»

BesteBi es una plataforma constituida por entidades y personas que trabajan por la inclusión residencial en favor de las personas sin hogar. Denuncia la pasividad de la ciudadanía ante este fenómeno que se reproduce en buena parte de los municipios del área metropolitana. «Nos hemos acostumbrado a la idea de que existen seres humanos que viven de esta forma entre nosotros y a no prestarles demasiada atención», critican antes de recordar que los sin techo «son personas que sufren el abandono radical que da la carencia de un derecho fundamental como es el acceso a la vivienda. Son invisibles y además se les culpabiliza de su situación».

A raíz de que Marin Costica apareciese muerto entre miles de kilos de papel y cartón para el reciclado, esta coordinadora de ONG insistió en la situación de desprotección y vulnerabilidad en la que se encuentran muchas personas, «entre ellas las sin hogar, castigadas por la falta de apoyos familiares, de relaciones sociales cercanas de calidad y también por la carencia de medios materiales, como techo o trabajo». Para besteBi, las muertes de indigentes son producto de la desestructuración social, por lo que «una sociedad sana ha de ser capaz de cuidar y promocionar a toda su ciudadanía, y especialmente a quienes son más débiles y vulnerables».

Al igual que sucedió en el caso de Ducoi, se fijaron en la condición de «extranjero» de la víctima, al valorar que había acudido a Bilbo atraída por el efecto Guggenheim, en búsqueda de un futuro mejor que en su país de origen. BesteBi considera «imprescindible que seamos una sociedad acogedora, especialmente con quienes peor lo están pasando, como las personas sin hogar, inmigrantes, personas en situación o riesgo de exclusión...». Por ello, llaman la atención de la ciudadanía en general sobre las situaciones de exclusión que se repiten, «que ponen en evidencia la fragilidad de nuestras estructuras sociales, que apartan al más débil y agrandan la distancia entre personas incluidas y excluidas».

Los colectivos que defienden los intereses de las personas sin hogar consideran que «nuestra sociedad, empezando por su clase política, tiene una clara responsabilidad; esto podría solucionarse -inciden- con firmes políticas sociales orientadas a facilitarles las necesidades básicas y a realizar acompañamientos integrales».

Organismos como Agiantza, Askabide, Bidesari, Bizitegi, Cáritas Bizkaia, Cear, Comisión Antisida, Eapn-Euskadi, Elkarbanatuz, Etxebizitza Bizkaia, Goiztiri, Izangai, Lagun Artean, Lanberri, Médicos del Mundo, Oblatas, Posada de los Abrazos, Rais, Sortarazi, Zubietxe y Zutalur está convencidas de que «existen herramientas para actuar», pero subrayan que «se requiere una apuesta en términos políticos y económicos; desgraciadamente, hoy en día, la preocupación por la suerte de los sin hogar ocupa un lugar marginal en los programas políticos».

Cáritas Bizkaia, por ejemplo, acompañó el año pasado a 495 personas, de las que aproximadamente un 50% eran inmigrantes, además de las 1.250 que utilizaron el servicio de comedor de Apostólicas, en pleno centro de la villa, en la calle Manuel Allende. Allí sirvieron 45.053 menús, a una media de 125 diarios. También se les ofrece poder asearse, lavandería, sala de estar, conexión a internet, así como información y orientación de cara a superar esta situación. Otros servicios de comedor se ofrecen en los Franciscanos, en Iralabarri; Conde Aresti, en Zabala; y Beata María Josefa, en San Francisco.

En la memoria de 2006 de esta organización católica, que cuenta con 77 voluntarios en este área de intervención, se destaca la presencia de la enfermedad mental en cada vez más personas y de la necesidad de nuevos recursos para personas sin hogar que van a necesitar una tutela permanente para poder desarrollar una vida con garantías. Proponen alternativas a los alojamientos ilegales, pensiones insalubres y precios desorbitados.

Otro aspecto puesto por Cáritas encima de la mesa en su diagnóstico es la existencia de grupos de jóvenes inmigrantes sin documentación y sin hogar, en algunos casos con problemas de drogodependencias. Citan, en particular, la inhalación de disolvente entre población joven de origen magrebí.

La muerte de Mihai Ducoi en un edificio abandonado de la calle Sarrikobaso, en Algorta, ha vuelto a poner de actualidad la reivindicación de que Getxo disponga de un centro de acogida, tal y como obliga la Ley de Servicios Sociales de la CAV para los municipios con más de 20.000 habitantes. «Getxo, por su tamaño, debería contar con las infraestructuras básicas como para acoger a las personas sin hogar del municipio. Por lo menos, un albergue. Y sin embargo, se escudan en la ambigüedad de la ley», critican desde la plataforma besteBi.

El Consistorio responde que «las escasísimas personas sin techo que se contabilizan en Getxo son atendidas en el Servicio de Acogimiento de Urgencia, dirigido a atender situaciones críticas determinadas por la carencia de alojamiento». El alcalde, el jeltzale Imanol Landa, mostró su disposición a mejorar los dispositivos de asistencia, pero defendió que no se tenga un equipamiento de titularidad municipal o un espacio específico, como reclaman los colectivos sociales. «Aunque hay algunas personas sin techo que no están dispuestas a que se les ayude y los pocos casos detectados se han solucionado, en su mayoría, a través de la puesta a disposición de plazas hoteleras o pensiones, tenemos que mejorar nuestra actuación», manifestó.

El Ayuntamiento de Getxo afirma que, en los últimos meses, sólo se ha detectado un caso de urgencia con una persona mayor que fue ingresada en la residencia municipal del Sagrado Corazón. Desde el Departamento de Servicios Sociales sí se confesó tener «controladas» a dos personas sin hogar «pero que no quieren ir a uno de esos centros». Respecto a Ducoi, se excusaron diciendo que no estaba empadronada y que no había acudido a los servicios municipales.

En Barakaldo, seis colectivos sociales instaron en febrero al Consistorio a abrir un albergue para indigentes. Organismos como Cáritas o la plataforma contra la exclusión social Berri Otxoak denunciaron que 110 personas del segundo municipio más poblado de Bizkaia pernoctaban en los albergues de Bilbo.

Efecto llamada

No sólo Mazarredo estaba desbordado, los otros cuatro alojamientos de Bilbo estaban completos. Sustatxa denunció entonces que el resto de municipios del área metropolitana no disponía de este servicio, especialmente Barakaldo y Getxo. Los nuevos usuarios, según los responsables municipales, eran personas que habitualmente acostumbraban a dormir en pensiones o en pisos compartidos, pero ante la oferta de cama gratis durante el invierno acudieron a Mazarredo. El «boca a boca» entre los indigentes habría provocado la saturación. El albergue tenía las puertas abiertas desde las 21.00 hasta las 9.00, ofreciendo dormir y asearse durante siete días seguidos. Durante el resto del año, dispone de otras 32 camas para los sin techo que llevan más tiempo en el Botxo. El año pasado estuvo completo.

El equipamiento, ubicado en la antigua sede del Instituto Foral de Asistencia Social (IFAS), tiene los días contados, ya que es una cesión temporal de Bilbao Ría 2000, por lo que el Ayuntamiento baraja la posibilidad de abrir un centro permanente para atender a los indigentes en invierno en uno de los inmuebles anexos a la céntrica residencia de La Misericordia.

Otro hospedaje público para los necesitados es el de Elejabarri, que se abrió en su actual sede en julio de 1999. Dispone de 99 plazas, aunque cuando no son suficientes se derivan a los usuarios a media docena de pensiones. 36 son de corta estancia -hasta una semana- y otras 25 por un periodo indefinido, aunque controlado por los asistentes sociales. Además, otras 38 las gestiona Cáritas a través del proyecto Lurberri.

Ahora, en verano, con el albergue de Mazarredo cerrado, cajeros de sucursales bancarias, parques y bajos de infraestructuras viarias se convierten en lugares donde dormir. Pero la inseguridad es manifiesta: en mayo de 2006, un grupo de personas -la Ertzaintza logró detener a dos jóvenes de 17 y 22 años- agredió y amenazó a un vagabundo que dormía en un cajero en el barrio bilbaino de Santutxu.

 

Quiénes son

Los sin hogar son personas sin alojamiento estable ni vivienda donde residir, sin recursos económicos o con dificultad para gestionarlos adecuadamente. Viven en una situación de total desarraigo social y familiar, siendo muy vulnerables.

TERCER caSo

El de Marin Costica, rumano de 50 años de edad, fue el tercer caso de una persona sin techo que ha perdido la vida en dos años en la capital vizcaina tras pernoctar en el interior de un contenedor. Las dos primeras víctimas fueron jóvenes magrebíes.

Medidas para atajar la pobreza extrema

Ante las pasadas elecciones municipales y forales, la plataforma besteBi propuso a las diferentes fuerzas políticas en liza medidas urgentes para romper con las cadenas de la pobreza extrema.

Entre las propuestas, se solicitó que se reconozca el derecho a una vivienda digna «como un derecho real de las personas, una necesidad básica de cualquier ser humano». A juicio de la coordinadora de ONG, la existencia de personas sin techo es un fracaso de la sociedad en general. En esta línea argumental, plantea que las leyes no favorezcan la utilización de la vivienda como «mera mercancía, como materia de especulación».

Estos colectivos reclamaron de los políticos mayor inversión en recursos específicos para cubrir necesidades básicas y atender a las personas sin hogar. Además, demandan mayor implicación de las administraciones para una correcta distribución y asunción de competencias entre los diferentes agentes públicos y privados, «para que exista una orientación y estrategia comunes».

Asimismo, piden que se ofrezca una información «adecuada» sobre estas personas: «Un mensaje no culpabilizador, que les devuelva su dignidad como seres humanos, y no como anécdotas, que profundice en las causas sociales de la exclusión».

Agresiones

Un 22,4% de las personas sin hogar en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa ha sido víctima de algún tipo de agresión, mientras que un 2%, lo que suponen 38 sin techo, ha sido agredido sexualmente, según se recoge en un estudio del Eustat de hace dos años.

Comedores sociales

Los comedores sociales de Bilbo, atendidos por voluntarios, son una referencia imprescindible de las personas sin hogar, donde a diario se atiende a unos 150 ciudadanos que tienen problemas para subsistir en mayor o menor medida.

Educadores

Un equipo de educadores sociales, dependiente del Ayuntamiento bilbaino, recorre a diario la villa para tratar de ayudar al centenar largo de sin techo que vive o duerme bajo algún puente o resguardado en cajeros automáticos.

EN CIFRAS

787
personas sin hogar, según el Eustat, había en la capital vizcaina hace dos años; de ellas, 571 eran varones y 216 mujeres.

38
años es la edad media del colectivo de las personas sin techo en la CAV.

57%
ha alcanzado la Educación Secundaria, y el 14% tiene estudios superiores.

43%
de las personas sin hogar de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa malviven en la capital vizcaina.

25
años menos de esperanza de vida tienen las personas sin techo respecto al resto de la ciudadanía. Un 25% padece alguna patología mental, porcentaje que aumenta año tras año.

Perfil

Los precios de las viviendas, el fenómeno de la inmigración y el incremento de las familias monoparentales con hijos han transformado el perfil de los indigentes, según un estudio de 2005 de Instituto Vasco de Estadística (Eustat).

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