«Entre los problemas de salud mental más frecuentes están el estrés laboral, las depresiones y otros estados de enajenación en variadas expresiones y formas». Son palabras de Patricia Bravo, sicóloga docente e investigadora de la Escuela de Sicología de la UAI, que en un artículo cita tras los problemas mencionados el narcisismo, como «la más grave expresión de deterioro de salud sicoemocional en el trabajo». La experta sostiene que ésta es «una enfermedad mental altamente destructiva del tejido social, que acarrea consigo una estrechez de visión y autocentramiento excesivo, individualismo, en muchos casos, falta de integridad y de transparencia, lo que es punto de partida para expresiones de corrupción organizacional».

A este respecto, precisa que «cuando son los líderes de la organización quienes padecen de narcisismo, las condiciones de salud mental se hacen más alarmantes» y añade que «el narcisismo tiende a legitimar conductas de acoso sicológico y a instalar un lenguaje estigmatizante y depreciador de las persona en el trabajo».

No obstante, descritas las situaciones que pueden trastornar el derecho a un clima de trabajo que no perturbe la salud sicoemocional de los empleados, Bravo recuerda que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya ha planteado la necesidad de que los sistemas de salud se doten de una autoridad u organismo responsable de la salud mental laboral a nivel nacional y local.

La OIT aconseja asimismo adoptar medidas específicas para promover la cooperación empresarial, los trabajadores y sus representantes, de cara a proteger y crear ambientes laborales sicosocialmente sanos, y recomienda un análisis de los daños sicológicos y enfermedades mentales derivadas del trabajo.

La sicóloga chilena cita, a modo de ejemplo, una iniciativa de la Asociación Americana de Sicología, que ha puesto en marcha un premio para reconocer aquellas empresas que más contribuyen al desarrollo, crecimiento y reconocimiento de los empleados.

En este sentido, destaca que para la creación de ambientes «sicosocialmente sanos y estimulantes» es importante contar con la participación de los empleados en la toma de decisiones, «el desarrollo de habilidades de capacitación y liderazgo, el trabajo flexible, programas que promueven la autogestión y estilos de vida saludables». Insiste asimismo en la necesidad de programas para prevenir y manejar el estrés asociado al trabajo, así como programas de reconocimiento del desempeño individual y de equipos, o servicios que traten la salud sicoemocional de los empleados y la creación de «culturas laborales de excelencia».

La experta hace estas recomendaciones dentro de lo que llama «una filosofía de inversión humana» y que describe como «preocuparse de la gente y hacer lo posible y lo imposible por su bienestar y por motivar y enaltecer su dignidad humana». Destaca que esto es algo que «no debe ser minimizado ni postergado, ya que estos aspectos son en definitiva, el fundamento del trabajo mismo.

En cualquier caso, pese a que son de sobra conocidas las recomendaciones de diferentes organismos e instituciones, que insisten en la necesidad de avanzar en la prevención de la seguridad y la salud laboral, aún queda mucho por hacer en un mundo en el que es más frecuente medir los resultados exclusivamente en términos de rentabilidad económica.

A este respecto, Patricia Bravo resalta que además de ganar en salud, la adopción de medidas propuestas atajarían el impacto negativo que para el mundo empresarial representa el absentismo, la desorganización o la desarticulación del trabajo. Así, subraya que iniciativas como las que se plantean «no son ni difíciles ni costosas ni imposibles de implementar. Son oportunidades para realizar una genuina gestión de las personas sustentada en una filosofía de inversión humana».