RAIMUNDO FITERO
Sin comparación
Hace unas semanas comenté los avatares de una pareja de tipos simpáticos que hacían un programa de viajes siguiendo el uso y las costumbres de los lugareños con el alcohol y precisamente me tocó ver el que dedicaron a su estancia en India. La otra noche vi a Xavier Sardá en su entrega de «Dutifrí» dedicado al mismo país, y las comparaciones no son odiosas, son tediosas. Ni punto de comparación. Ni la mitad de chispa, ni un tercio de interés, ni un cuartillo de ingenio. Tampoco fue un viaje de tour operator, pero casi, acompañado de Mercedes Milá que fue adquiriendo un protagonismo muy extraño, ya que simplemente se mostró constantemente cabreada y contradiciendo al anfitrión del viaje.
Esta serie de viajes de Sardá no acaban de tener buen tono, es algo totalmente aleatorio, muy casual, con poco fundamento y muy tendente a la superficie. En cadenas de aquí, de allí, de más allá, de todos los lados tenemos muestras de programas en donde el viajero audiovisual se dota de mucho más bagaje, mayor ingenio y más capacidad para descubrirnos otros puntos de los lugares donde ya han pasado tantas cámaras y tantos guías.
¿Es saludable meter a los niños en los platós para que hagan de adultos preguntando sobre asuntos de la vida privada de los famosos? No contesten todavía. Hay programas en las televisiones con niños que son una delicia, que los colocan en tesituras más o menos simpáticas e inocentes, pero cuando esto sucede en «Dolce Vita», la percepción es bastante diferente, y las comparaciones con las otras supuestas utilizaciones de niños y niñas en terrenos más neutros, aquí usados descaradamente para ganar una audiencia familiar, forman parte de un debate interno. Y una cuestión de ética.
El contexto marca la diferencia. Y este tipo de programas son nocivos para el desarrollo intelectual de los más pequeños, sin olvidarnos de que es colocarlos en un territorio infectado por el mal gusto, la invasión de la intimidad y el comercio de cuerpos y almas. Todo lo no recomendable para los simpáticos niños que aparecen dicharacheros en pantalla después de un casting exhaustivo. No hay espontaneidad, sino guiones, preparación y ensayos. Y eso se nota mucho.