La Caja de Pandora abierta por EEUU estalla definitivamente en Irak
Pese a sus intentos de ocultar la evidencia, la sangre, sobre todo la iraquí, pero también la propia, le estalla en la cara a EEUU. Las palabras derrota y retirada resuenan cada vez más entre el estruendo de las emboscadas, los atentados indiscriminados y los tiros de gracia a los secuestrados. Y los actores de la zona se apresuran a saldar viejas cuentas. Al Qaeda apunta a Irán, y Turquía afila su hacha contra los kurdos.
GARA | BAGDAD
La estrategia de la Administración Bush en el Irak ocupado ha entrado en una fase crítica.
Sobre el terreno, la sangría ocupante da fe de la creciente aunque silenciada ofensiva de la resistencia nacional iraquí. Con 309 bajas militares mortales, el mes de junio pasado completó el trimestre más sangriento para las tropas estadounidenses desde la invasión del país árabe, allá por marzo de 2003.
El ex vicepresidente de Irak, Ezzat Ibrahim Al Duri, vaticinaba ayer en una grabación enviada a Al Jazeera que «los norteamericanos y su agente, el Gobierno iraquí, se exponen a una derrota militar en Irak».
Al Duri es considerado por EEUU el máximo líder de las organizaciones armadas de la resistencia vinculadas al antiguo partido Baaz y a los sectores nacionalistas. Dado por muerto reiteradas veces en los últimos años, EEUU ofrece 25 millones de dólares por la cabeza del que fuera número dos del Gobierno de Saddam Hussein.
Y ya no sólo lo dice Al Duri. El diario «The New York Times» titulaba el pasado fin de semana con un sugerente «El camino de vuelta» una editorial en la que sentenciaba que la ocupación de Irak «es una causa perdida».
Y paradójicamente, no es ni la débil oposición popular estadounidense a la «guerra de Irak» -ni punto de comparación con Vietnam- ni la, como poco, tímida presión de la mayoría demócrata en el Congreso la que puede forzar a Bush a tomar una decisión. Es la realidad diaria, tan cruda que está provocando el goteo de deserciones republicanas respecto a la estrategia del Pentágono. Influyentes senadores republicanos han comenzado a criticar en público lo que hasta ahora sólo se atrevían a decir en privado.
La Administración Bush trata de ganar tiempo y presentará esta semana un informe en el que se permite la paradoja de responsabilizar a su Gobierno títere en Bagdad del desastre.
Un Ejecutivo del que han desertado no sólo los ministros sunitas sino el influyente grupo chiíta de Moqtada al-Sadr, cuyo creciente poder en el este de Bagdad y en ciudades chiítas más al sur está siendo contestado manu militari por el Ejército estadounidense.
Basora, segunda ciudad del país situada en el extremo más meridional, está fuera de control y las menguantes tropas británicas preparan su repliegue hacia el aeropuerto.
Mientras tanto, los atentados indiscriminados contra la población, preferentemente chiíta, han saltado los límites de Bagdad y se extienden por todo el centro y norte del país.
Atentados atribuidos a corrientes islamistas sunitas (como la sección local de Al Qaeda) que alimentan la guerra sucia a cargo de escuadrones de la muerte vinculados al Gobierno colaboracionista. Siguiendo con las espeluznantes estadísticas del mes pasado, el Ministerio de Sanidad anunció el hallazgo de 453 cadáveres de secuestrados en Bagdad, lo que supone un incremento del 40% respecto a comienzos del año y retrotrae al país a las cifras de los meses de violencia sectaria que siguieron el pasado año a la destrucción de la mezquita de Samarra.
Mientras tanto, otros actores parecen haber interiorizado el fracaso estadounidense y anticipan ya futuras y viejas cuentas.
La sección de Al Qaeda en Irak dio ayer a Irán dos meses de plazo para que deje de apoyar al Gobierno mayoritariamente chiíta y amenazó con llevar a cabo atentados en suelo persa.
El Ejecutivo títere denunció que Turquía ha concentrado a 140.000 soldados al otro lado de la frontera ante una inminente incursión de castigo contra el PKK en Kurdistán Sur. EEUU pidió más tiempo a Ankara y le advirtió contra cualquier decisión «unilateral».
«Por el bien de nuestro país, porque la vida vuelva a Irak y sus hijos vivan en paz, amén»: es el rezo pronunciado ayer por 59 niños y niñas que hicieron su primera comunión en una iglesia de la capital, Bagdad.
Ceremonias de este tipo son cada vez más raras en una ciudad en la que la comunidad cristiana, una de las más antiguas del mundo, practica cada vez más la discreción frente a una «guerra total» que amenaza con expulsarles de su tierra ancestral.
«Pido a Dios por la seguridad de mi padre, de mi madre y de toda mi familia», reza Rita Sabah, 11 años. A su lado, Matti piensa particularmente en su padre, desaparecido desde que fue secuestrado hace nueve meses. «Pido a Jesús que le haga volver», implora.
Antes de la invasión estadounidense de marzo de 2003, la comunidad cristiana de Irak sumaba 800.000 miembros, un 3% de la población.
Desde entonces, muchos de sus representantes han sido secuestrados. Ello ha provocado la huida de cientos de miles de ellos a otros países o a Kurdistán Sur, en el norte del país. En el contexto de la crítica situación que sufre Irak, no faltan sectores que se presentan como islamistas que exigen su conversión a esta comunidad y le amenazan con la muerte.
Sólo la iglesia siriaca católica, a la que pertenecen estos menores, mantiene la ceremonia anual de la comunión. El resto de iglesias católicas iraquíes no se atreven.
«Nuestro futuro está en manos de Dios, aunque es verdad que hay una tendencia diabólica a expulsarnos del país. El cristianismo nació entre nosotros. Cómo vamos a huir...», asegura el arzobispo Atanasio.
GARA
Nueve soldados iraquíes murieron y 21 resultaron heridos en una emboscada al norte de Bagdad. Otros cuatro fallecieron en un ataque suicida al sur de la capital. Dos soldados de EEUU perdieron la vida en otro ataque.