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CRíTICA cine | Película-ensayo y gore social

«Fast Food Nation»

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Mikel INSAUSTI

Fast Food Nation» comienza con idílicas imágenes que parecen sacadas de cualquier anuncio de McDonalds, con la perfecta familia media norteamericana reunida alrededor de uno de esos menús bautizados por la publicidad como «felices». Pero la escena se estropea cuando la cámara se empeña en descubrir al espectador el contenido del plato estrella de la casa, iniciando un vertiginoso y terrorífico «zoom» al interior de esa sospechosa hamburguesa. Lo que sigue es, en e- fecto, la muestra descarnada, valga la expresión, de todo lo que esconde la composición de dicho preparado alimenticio. Detrás de cada Big One, que así se llama comercialmente el a-dulterado pedazo de carne picada en cuestión, se encuentra un boyante negocio de engorde de la población de forma insalubre basado en el maltrato a los animales y la explotación laboral.

Richard Linklater cuando se pone a hacer algo lo hace mejor que nadie, también el cine militante o de guerrilla. Por momentos parece quitarle el puesto a John Sayles, pero lo cierto es que su repaso al capitalismo no deja títere con cabeza.

Su análisis de los males del sistema es certero porque en realidad funciona como cualquier franquicia, a partir de una estructura piramidal en cuya base o parte inferior se coloca la mano de obra barata procedente de la inmigración. Las cadenas de comida basura son la expresión exacta de un proceso en el que todos los agentes implicados dependen del inmediatamente superior, según un reparto de roles dentro del escalafón debidamente identificado mediante los respectivos uniformes y letreritos nominales. Al adaptar el libro de Eric Schlosser, que todo humano en su sano juicio hubiera llevado al cine documental, Linklater inventa desde la ficción de denuncia, en un más difícil todavía, la película-ensayo.

El complejo entramado de la cadena de hamburgueserías es sometido por Linklater a un eficaz tratamiento de multivisión, con lo que el espectador puede seguir en paralelo las acciones de los elementos que trabajan en cada uno de los niveles para esa multinacional del «fast-food». El talentoso cineasta fronterizo logra desarrollar en un sentido práctico el famoso recurso narrativo de historias entrecruzadas del maestro Robert Altman, con unos resultados novedosos. El experimento puede calificarse de todo un éxito, aunque cabe apuntar a Linklater otros hallazgos tanto o más llamativos. Gracias a «Fast Food Nation» se le puede calificar igualmente como el inventor del «gore social», y es que no se me ocurre otro término para definir las dantescas secuencias del matadero.

A la rutina del despedazado de las reses se une la de los accidentes laborales, los cuales cobran una dimensión espeluznante por tratarse de graves e irreparables amputaciones en la mayoría de los casos.

Aunque me consta que hay espectadores no avisados que abandonan la sala en la parte relativa a los matarifes de ganado vacuno, no deja de ser cuestión de sensibilidades. En mi opinión el mensaje más impactante de cuantos se expresan a lo largo de la película, que son muchos y variados, es de palabra. Y son las manifestaciones de la empleada doméstica mexicana que tiene el ranchero encarnado por Kris Kristofferson, cuando a petición de su patrón, le explica al ejecutivo de la hamburguesería, un cariacontecido Greg Kinnear, porque aparecen restos de mierda de vaca en la carne de la contaminada Big One. Después de oír esas palabras si alguien sigue dispuesto a entrar en un McDonalds o similar es un loco o un suicida sin remedio.

Ficha

Int.: Greg Kinnear, Ashley Johnson, Catalina Sandino Moreno, Patricia Arquette, Kris Kristofferson, Bobby Cannavale, Bruce Willis, Ethan Hawke, Paul Dano, Luis Guzmán, Ana Claudia Talancón, Avril Lavigne.

País: EEUU, 2006.

Duración: 115 minutos.

Género: Denuncia.

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