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Juanjo Gabiña Ingeniero industrial (Nabarralde)

La fábula de las abejas caras y la miel barata

En estas condiciones, la apicultura norteamericana se ha vuelto una actividad no rentable. El mercado entiende de precios pero la naturaleza no

Un extraño fenómeno está creando alarma en Estados Unidos. Los datos indican que en más de 24 estados se están sucediendo hechos parecidos. Las colmenas han reducido a la mitad su población de apis mellifera lo que ha provocado una seria preocupación en el sector apicultor.

Este hecho está teniendo graves consecuencias económicas y sociales debido a las externalidades ambientales que produce. La apicultura es una vieja actividad agropecuaria que se remonta hasta el Neolítico y, por tanto, no debería haber secretos sobre esta actividad orientada a criar abejas con el fin de obtener, principalmente, cera y miel. Sin embargo no todo se sabe, algo está pasando pues las colmenas se vacían de abejas, mermando de manera extraordinaria los rendimientos de la producción de miel.

La apicultura origina también un beneficio indirecto o externalidad positiva que se produce gracias a la actividad de pecoreo que realizan las abejas. El pecoreo consiste en el conjunto de tareas que realizan las abejas obreras para recolectar polen y néctar de la flora apícola de un determinado lugar geográfico.

De este modo, las abejas contribuyen a la polinización de las flores de plantas y árboles situados en el territorio próximo a las colmenas. Obviamente, sin dicha polinización las cosechas de muchos frutos y vegetales se reducirían sensiblemente. El misterio está resultando impresionante y hasta tiene visos de convertirse en una ilustrativa fábula.

Se podría concretar incluso en la fábula que nos habla del día en que las abejas se plantaron en huelga y, desde entonces, no quisieron trabajar más para nosotros. Y así está ocurriendo; de pronto, las abejas que acostumbraban a volar de flor en flor en busca de polen y néctar dejaron de regresar a sus colmenas y nadie sabe por qué. Los investigadores dicen que, por lo visto, las abejas mueren en los campos, quizás agotadas o desorientadas y, eventualmente, cayendo muertas víctimas del frío.

Sin embargo, existen explicaciones mucho más sencillas y pegadas al terreno de la realidad. En veinte años, el número de apicultores de Estados Unidos se ha reducido a la mitad. Las razones se deben a la competencia desleal de las cuantiosas importaciones de miel procedentes de China y Argentina que han dejado los precios por los suelos.

En estas condiciones, la apicultura norteamericana se ha vuelto una actividad no rentable. El mercado entiende de precios pero la naturaleza no. Las plagas y enfermedades que sufren las abejas, los cambios tan drásticos en el tiempo atmosférico que se están experimentando, los altos costes de instalación y explotación que se han multiplicado por 2,5 desde 2004; unido a los bajos precios de la miel importada han dado al traste con la actividad apicultora y con la polinización debida a las abejas. Las cosechas de frutas, vegetales y frutos secos -un tercio de los que comemos- por fuerza se habrán de resentir. Es evidente que los mercados funcionan peor ya que cada vez más surge un mayor número de efectos colaterales que afectan a otros individuos, recursos y actividades que nada tiene que ver con ese mercado. Son los costes externos económicos, sociales y ambientales, los que nos recuerdan que los mercados no asignan tan eficientemente los recursos.

La pobreza, la inmigración y el cambio climático que amenazan al mundo son claras pruebas de ello. Paradójicamente, ahora que el liberalismo económico rezuma por los poros de muchos de nuestros políticos, es cuando más se necesita una mayor intervención de los gobiernos que asegure la sostenibilidad del sistema.

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