ANÁLISIS
UPN tenía motivos para estar tranquilo
30 años después, NaBai e IUN han intentado una especie de «transición española» a la navarra, con cesiones de sólo una parte y condicionada por los poderes fácticos. Y ni eso ha sido posible
Ramón SOLA
A falta de conocer qué recorrido puede tener la nueva propuesta del PSN, la ruptura de la opción de un gobierno alternativo a la derecha explica por qué UPN estaba tan tranquilo y ni siquiera quemó todas sus bazas. El PSN ha gestionado a su antojo una situación en la que gozó de mucho terreno libre. El proceso que retrata la necesidad de un reforzamiento real de las aspiraciones de cambio y democracia.
Observadores de ámbitos muy diversos venían alertando de la tranquilidad mostrada por UPN ante todo el proceso de negociación desarrollado por PSN, Nafarroa Bai e IUN. El partido de Miguel Sanz ni siquiera se ha visto en la necesidad de ceder la Presidencia a Fernando Puras; es más, UPN no dudó en censurar a Esperanza Aguirre cuando propuso esta opción la semana pasada. Tampoco esta vez, al contrario que en 1996, el poderoso aparato mediático próximo a UPN decidió recurrir a hurgar en las viejas cloacas del PSN. La ruptura de ayer da la razón a su decisión. Queda la duda de saber si UPN sabía que no venía cambio... o si sabía al menos que lo que podía venir no era el cambio.
Si UPN acertó, el desenlace confirma los errores de valoración de quienes se sentaron con el PSN. Nafarroa Bai entró a la mesa de negociación habiendo regalado de antemano, en la campaña, prácticamente todo su programa electoral en las cuestiones claves. Se comprometió a refrendar el actual marco, al que la ciudadanía navarra no ha dado nunca un aval expreso. Desestimó la opción de reclamar un órgano común entre los gobiernos de Iruñea y Lakua, pese a que esta cuestión no sólo fue aprobada en 1996 sino que también fue abordada sin excesivos problemas en las conver- saciones tripartitas de otoño en Loiola (con PSOE y PNV). Ocultó la ikurriña en sus actos y la llegó a situar como objeto de «enfrentamiento» a evitar en palabras de Uxue Barkos. Su candidato a la Presidencia del Parlamento, Koldo Amezketa, se comprometió por escrito a no tomar el cargo «por imperativo legal». Pero ni Barkos es alcaldesa de Iruñea, ni Amezketa presidente del Parlamento, ni Nafarroa Bai ha obtenido la «homologación» que pretendía.
Con la mitad política (el fondo) del pacto entregada en bandeja al PSN, a NaBai sólo le quedaba hacer fuerza en la mitad organizativa (la forma), lo que ha terminado convirtiéndose en una trampa también a nivel de imagen. Es obvio que al PSN no le correspondían tantos puestos, pero no es menos cierto que NaBai tendrá díficil explicar que esto era lo más importante, el desencadenante de la ruptura.
El PSN vuelve a apuñalar por la espalda a quienes lo ven como formación de cambio. Pero habrá que medir hasta qué punto no son las renuncias de otras formaciones las que le sitúan en una posición totalmente inmovilista, anclado en términos muy alejados a los que sus compañeros en la CAV, en Catalunya o en Galicia han mantenido.
Una de las falacias, o al menos de los errores de cálculo, de este proceso frustrado recayó en la inclusión del PSN al completo en el bloque del cambio. En las pasadas elecciones, el tándem UPN-CDN se quedó a un solo escaño de la mayoría. Afirmar, como se ha hecho con reiteración, que en Nafarroa existe una mayoría en favor del cambio obliga a sumar los doce parlamentarios del grupo de Puras en este bloque... y eso tiene más que ver con los deseos que con las realidades. Habría que hacer cuentas otra vez, y, claro está, dejar de excluir en ellas a la izquierda abertzale.
30 años después, Nafarroa Bai e IUN han intentado una especie de «transición española» a la navarra. Una reforma aparentemente posibilista, con cesiones de sólo una parte y condicionada en todo momento por los poderes fácticos, nucleados aquí en torno a UPN. Que ni siquiera esto haya sido posible muestra con claridad que hay que revisar ideas y estrategias. El cambio no está más cerca, sino más lejos, mientras se sigan demonizando y convirtiendo en tabúes innombrables propuestas tan democráticas como un nuevo estatus basado en el derecho a decidir de la ciudadanía navarra, el respeto legal a su lengua, las relaciones normalizadas con el resto de Euskal He- rria, la aceptación de la ikurriña como uno de sus símbolos... Ahí UPN siempre gana. O al menos siempre tiene motivos para estar tranquilo.