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Antonio Alvarez-Solís

Lógica a la inversa

Cuando Goethe pronunció la frase -«el estremecimiento es la parte mejor de la humanidad»- el Sr. Imaz aún no había nacido. Ese hecho demográfico salvó el amable aforismo del alemán. Porque una multitud vasca se ha estremecido, pero doloridamente, cuando el actual presidente del engrescado PNV ha decidido oponerse a la consulta ciudadana sobre el futuro de Euskadi, cimiento del actual Gobierno Vasco y marco que aúna al tripartito. Es decir, el Sr. Imaz ha pasado a la oposición en un Parlamento que votó con solemnidad la consulta referendual ante la constatación de que una notable mayoría de vascos considera que una nación naufraga si carece de capacidad de decisión. El Sr. Imaz reniega de la vocación soberanista de Euskadi y decide, siguiendo la estela de Convergencia, que Euskadi es decididamente el País Vasco español por el que combaten los socialistas. El remedio está, pues, en retornar a un colorido regionalismo de aurreskus al foráneo, prodigar un folklore sedante y conformar una ciudadanía con concierto económico como máximo constitucional vasco. Para llegar a ese puerto el Sr. Imaz ha decidido prodigar una endeble lógica ante otra lógica de lo inverso, que es la que conmueve a la ciudadanía de Euskal Herria. Esa lógica del actual presidente del PNV se resume en este párrafo que merece ser leído con serena atención: «¿Qué pasaría el día después si no hubiera acuerdo político con el Estado?». Y prosigue: «No hace falta ser adivino para imaginar a ETA matando en nombre de la defensa de una presunta voluntad popular no atendida. La consecuencia de todo ello puede ser diabólica». Pregunta ahora el ciudadano: ¿Y que pasará con ETA y con muchos ciudadanos si se les quema en una mala kale borroka política el sueño de su propio poder como nación? El Sr. Imaz habla de un regalado acuerdo con el Estado, dando por supuesto que ese Estado es la estructura irremontable y persistente de una aglutinante españolidad. Nada tienen, pues, que hacer las fuerzas políticas nacionalistas sino bautizarse en el Jordán del PSOE o del mismo PP. Luego de esa integración se procedería a un manso referéndum que podría aprobarse pírricamente, pero el sueño euskaldun sería sacrificado en el ara de los pontífices españoles.

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