No se a ustedes, pero me parece sospechoso que un político vasco, de apellido ideológico na- cionalista, concite los aplausos de la derecha de «Abc» y el chauvinismo progre de «El País».

Según Miguel Angel Aguilar, uno de los columnistas preferidos de Zapatero, en «El País», Imaz ha escrito «un artículo admirable donde fija con una claridad muy de agradecer la posición en torno a los deberes de las fuerzas políticas en el actual momento». En los batzokis no ha debido parecer tan «admirable»... El escribiente de Prisa llega a la caricatura: «Josu Jon Imaz es una de esas pocas cabezas valientes a las que se refería Mariano José de Larra». Olé, olé.

Y le ciñe hasta laureles: «El discurso del líder del PNV es el discurso del método que prejuzga siempre los resultados. Por eso (...) ha preferido enseñar con claridad las cartas de navegar de una inteligencia sintiente como la suya, por decirlo con la lúcida expresión de Xavier Zubiri». O sea, estamos ante una mente preclara en medio de la insoportable mediocridad. Y nosotras, tercas, sin darnos cuenta...

La clave tal vez esté en el siguiente párrafo: «Seguir la senda de la Constitución es una decisión clave. Sólo esos hispanistas dispuestos siempre a edificar sus prestigios sobre la narración de los desastres españoles y quienes aquí prefieren instalarse en un adanismo ventajista empeñado en ignorar las tareas cumplidas, siguen con el raca-raca de que a falta de la ruptura anhelada al modo revolucionario todo ha sido poco menos que continuismo. Pero un análisis más lúcido demostraría por el contrario el acierto del camino de concordia que nos llevó `de la Ley a la Ley, pasando por la Ley' (...) Lo que alguien pensó dejar atado y bien atado bajo la guardia de sus ejércitos, perdió también ese punto de apoyo cuando los militares transfirieron sus lealtades a su nuevo comandante en jefe, el rey Juan Carlos, y a los españoles». Se le olvida a Aguilar que a ese Rey también lo impuso el difunto. Y concluye: «Alabar la actitud de Josu Jon Imaz, según donde se haga, pudiera ser que sólo le reportara mayores dificultades. (...) Pero casi todos los titulares de la prensa de influencia central dejan claro que ese peligro parece conjurado». Como decía Telesforo, «dime quién aplaude y sabrás a quién le toca llorar». Pues eso.