CRÍTICA Gasteizko Jazzaldia
Bajo los efectos del síndrome de Norman Granz
Javier ASPIAZU
Shap», el último proyecto del veterano batería gasteiztarra Ángel Celada inauguraba una de las secciones a priori más interesantes del Festival, la del Jazz del Siglo XXI, en el Teatro Principal. Con el protagonismo casi absoluto de la contoneante vocalista Sarah Rhope, y a pesar de su bonita voz, el tono del concierto resultó alarmantemente plano, casi como el de un electrocardiograma mortal. Sin más solos instrumentales que el esbozado hacia el final por el pianista Pau Chaffer y apenas indicios de swing (el blues clásico «Route 66» fue la única excepción a esta tónica general), lo que presenciamos, siendo generosos, fue más bien un concierto de smooth jazz o, para decirlo con claridad meridiana, de música pop (elegante y sofisticada si se quiere, pero sólo eso), antes que una arriesgada propuesta, como nos vendía la prensa del festival.
Ya en Mendizorrotza, en el único concierto fuera de abono de los programados (todavía nos preguntamos ¿por qué?), comprobamos que, tal y como se esperaba, los miembros del Hasier Oleaga Quartet (los mismos que el grupo The Heckler, liderado por el contrabajista colombiano Juan Pablo Balcázar) debieron aparcar su propia música para tocar los agradecidos standards que ayudaron al lucimiento del trombonista Wicliffe Gordon o el trompetista Terell Stafford.
Parece que los organizadores del Festival de Gasteiz padecieran, por denominarlo de alguna manera, el síndrome de Norman Granz, morbosa actitud seudojazzística que consistiría en forzar, quiérase o no (como hacía el mítico fundador de los sellos Verve o Pablo con sus artistas en nómina), la actuación de unos instrumentistas con otros, por muy diversos o dispares que sean sus universos musicales. Los organizadores del jazzaldi gasteiztarra han ignorado la peculiaridad de la música de The Heckler (plasmada ya en dos interesantes discos) y el repertorio reciente de los De Diego Brothers, para forzar la reinterpretanción de los consabidos standards propuestos por los profesores de la Juilliard School. El resultado ha sido una sesión de jazz agradable pero inocuo, susceptible de haber sido interpretado por cualesquiera otros grupos del panorama estatal. Es evidente que para ese viaje no se necesitaban tamañas alforjas. Si de verdad el día vasco en el jazzaldi busca la promoción de los músicos de la tierra (y no simplemente la obtención de golosas subvenciones), justo es que se les permita mostrar la música que hacen, desarrollar su propia personalidad, expresar en definitiva la dirección que ellos, de forma autónoma, imprimen a sus búsquedas, sin imposiciones ni apaños como el de esta Konexioa, que deja la falsa impresión de que es imprescindible añadir músicos americanos a los grupos locales para atraer al público a Mendizorrotza.
El mentís más rotundo lo dio Ruper Ordorika. Sus fans, tan incombustibles como los de Mikel Laboa o Benito Lertxundi, esperaron hasta el final. Siguieron sus tres canciones con devoción y hasta cierto punto se vieron beneficiados por la tramoya jazzística (la mayoría de los músicos que habían actuado anteriormente se unieron a él en el escenario), que aportó timbres brillantes a canciones clásicas de un autor que ha hecho, como los antes citados, de la sencillez en la puesta en escena su principal seña de identidad, y de la profundidad y la emoción en las letras, su bandera.
Grupos: Shap/Konexioa (Hasier Oleaga Quartet; De Diego Brothers; Ruper Ordorika + Profesores de la Juilliard School of Music).
Lugar y fecha: Teatro Principal / Polideportivo de Mendizorrotza. 16.7.07