Martin Garitano Periodista
Impiden y nos imponen
La situación política vasca, aunque parezca complicada, resulta más sencilla de comprender observándola de la mano de lo que ya ha ocurrido.
Dice el presidente del PNV que no se dan las condiciones mínimas para una consulta popular (limitada a la CAV) en relación al futuro autogobierno de una buena parte de los vascos. La conmoción que ha provocado el artículo firmado por Imaz (vaya usted a saber quién se lo ha escrito) es de importancia, incluso en sus filas, y, sin embargo, el truco resulta relativamente fácil de descubrir.
Se trató, en primer lugar, de bloquear el acuerdo entre fuerzas políticas vascas. Lo hicieron Imaz y Urkullu en Loiola y argumentaron que ETA había puesto una imaginaria pistola sobre la cabeza de los representantes del PSE. No fueron las víctimas de la imaginaria amenaza quienes se plantaron, sino Imaz. Se trataba de que el proceso saltara por los aires y las esperanzas se tradujeran en frustración que reportara a los de Imaz beneficios electorales a costa de la izquierda abertzale sojuzgada. Lo primero sucedió. Lo segundo, no.
Con los nefastos resultados de las elecciones municipales y forales, los jelkides abordaron la difícil tarea de asaltar cargos y consistorios que no les correspondían. Han topado con personas de su misma militancia que les han enseñado el dedo. Y es que no todo vale o, por lo menos, no todos valen para hacerlo.
Ha llegado ahora el tercer acto de la obra. Ibarretxe, demasiado empecinado con su plan y su referéndum, ha terminado por convertirse en casi una rémora para el cautivador de los españoles. No hay, le dicen, condiciones de no violencia que hagan factible un plan que, de forma muy limitada, supere el marco actual. Parafraseando a Imaz, el poder español puede imponer e impedir. Impone su autoridad e impide la libre decisión de los vascos. Pero arguye Imaz que no hay condiciones para saltar ese parapeto. Alguien debería recordarle que fue él -entre otros- quien se encargó de que así fuera.
Caben muchas reflexiones más. Me quedo con el memorable final de la carta que remitió el irrepetible Juanjo Etxabe a Iturrioz y compañía en los años en que se forjaba el futuro que hoy es presente: ¡So españolazos!