Dejaré por un día las referencias elogiosas a Josu Jon en la prensa española y no hurgaré en la herida abierta en Nafarroa por el bluff postelectoral. Remuevo en la prensa de la carcundia y doy de bruces con una perla cultivada por Cristina López Schlichting en «La Razón».

La joya se la dedica al arzobispo Sebastián, el que pidió el voto para la Falange Española Tradicionalista. Y cuenta la prolífica Cristina que la charlotada del otro día era para «reparar el nombre de Jesucristo». Se dolía la columnista por «la pancarta blasfema que la peña Muthiko Alaiak ha paseado durante los Sanfermines y que representaba a Cristo en la cruz con el brazo dere-cho saludando al estilo fascista». Podría decir al estilo falangista, que es lo que le gusta al arzobispo.

Y la columnista desparramaba sentimientos en su escrito: «Sentí dolor, admiración y orgullo al ver la magnífica estampa de don Fernando Sebastián con la capa pluvial, el birrete episcopal y los pies desnudos. Ese castillo, ese pedazo de hombrón que es el prelado de Navarra llevaba el ceño fruncido y los labios apretados de impotencia y de pena por su Dios». Tal vez fuera porque el monaguillo no había barrido bien el recorrido...

La cosa parece épica porque, asegura Schlchting que Sebastián «era un hombre en toda la extensión de la palabra, alzándose inerme y descalzo frente a una horda de salvajes (...) las bestias que han escarnecido a Jesús no saben seguramente que Jesús existe...». No nos dice si, además, obedece al arzobispo y le vota a la Falange.

Y cuando estaba a punto de levitar, nos dice Cristina López Schilchting que el arzobispo «ha conseguido trazar una línea límpida entre la decencia y la canalla, una raya que nos obliga a todos a tomar partido». Si sigue los consejos del arzobispo, ya sabe donde está la sede de la Falange.

Y lo mejor es la propuesta de Cristina: «visto lo visto, que cada uno se descalce donde le toque y convoque a los hombres y mujeres de bien a caminar juntos en defensa del sentido común». Huy que tufillo... a falangista, claro.