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Pernando Barrena, Marije Fullaondo Mahaikides

Imponer un cierre en falso, impedir un marco democrático

El artículo de opinión de Josu Jon Imaz publicado el pasado fin de semana en diversos rotativos ha provocado un pequeño terremoto en la escena política vasca. La izquierda abertzale ha criticado los términos a los que limita el presidente jeltzale las posibilidades de una consulta a la sociedad vasca. En esas críticas profundiza ahora este artículo.

El presidente del EBB Josu Jon Imaz ha vuelto a realizar un ejercicio de streap-tease político y ha vuelto a retratarse. Pero más allá de la persona en cuestión lo que subyace detrás de esa posición es la apuesta política del PNV, una apuesta en un contexto concreto pero que ha sido una constante durante el proceso de negociaciones políticas que se han desarrollado recientemente.

Apuesta de no proceso para cautivar a España: Más allá de las derivadas electorales, lo que realmente nos estamos jugando es la posibilidad de ganar un nuevo punto de partida, un nuevo consenso, un acuerdo político que se construya desde la base del reconocimiento de Euskal Herria y el derecho a decidir mediante la palabra, y el voto. Un nuevo punto de partida que no se vea como un drama en el Estado, un nuevo consenso, treinta años después, sin tutela del régimen franquista, acompañado por una verdadera transición democrática, con la participación y el compromiso de la izquierda abertzale. Un nuevo acuerdo político que regule y habilite mecanismos para dar la palabra a nuestro pueblo, que partiendo de la realidad y siendo flexible en formas y contabilidades, contemple como base y como límite la voluntad libre y democráticamente expresada de nuestro pueblo.

Y una vez más, otra vez más, el PNV vuelve a jugar sucio. Jugando la trampa, preparando un nuevo fraude a la oportunidad colectiva de dar una solución estructural y escrupulosamente democrática a la negación nacional de este Pueblo, de desatar honesta y negociadamente el nudo del conflicto y todas sus consecuencias. Esa oportunidad colectiva que tanto ha peleado, y que tan mayoritariamente desea nuestro pueblo... y otra vez el PNV cocinando el fraude, dándole la espalda a la oportunidad de una solución democrática.

El PNV se ha postulado, en la mesa de negociación y ya sin disimulo en la plaza pública, como socio leal para un nuevo fraude histórico. Hace tiempo que firmó un contrato estratégico: cerrar las puertas a la independencia nacional. Y lo quiere renovar ahora. Se ha vuelto a poner en la barrera de los que cierran las puertas a la independencia. En posición de no proceso, de «esquema antiterrorista» y de recetas represivas.

Un PNV dócil y renovando contrato ante el Borbón, que ofrece pacto a Rajoy e invita al PSOE a utilizar viejas recetas. Asegurando al clan de los Oriol y otros sectores oligárquicos escenarios de no proceso e interés hegemónico. Y con la izquierda abertzale, para cerrar un compromiso acordado de escenario resolutivo, ni sentarse ni comprometerse. Ese es su juego. A corto, una apuesta de no proceso como interés particular, y a largo, ya lo dijo Imaz: Cautivar a España como proyecto.

Su esquema supone imponer un cierre en falso, impedir un marco democrático: Ese es el esquema de solución imposible con el que trabaja el PNV. Y que ha demostrado su esterilidad. Hacer del principio de legalidad española un límite a la voluntad libremente expresada del pueblo vasco, apostar por un acuerdo con las sucursales autonómicas de los partidos estatales en términos de reforma estatutaria, haciendo de la consulta popular un mero apéndice de entretenimiento y acompañamiento. Un esquema que se sitúa en contra de la apuesta de una solución y normalización democrática. Esa ha sido su actitud en todo el proceso negociador de los últimos meses y esa actitud ha sido una losa que ha condicionado enormemente el desarrollo del proceso y ha contribuido decisivamente a la actual situación de colapso y ruptura negociadora.

La izquierda abertzale no quiere construir un proceso de soluciones democráticas en contra del PNV. Y considera que la sensibilidad y cultura política del PNV tiene que comprometerse en un acuerdo resolutivo de garantías y vocación de perdurabilidad.

Para nosotros y nosotras la palabra del pueblo vasco es la base y el límite de un escenario democrático resolutivo y el principio de legalidad lo entendemos como garantía y cauce a la expresión democrática de la voluntad popular, nunca como límite o cortapisa. Plantear el proceso como reforma estatutaria y la consulta como legitimación del esquema es sencillamente no cerrar la herida que alimenta el conflicto, no atender las posiciones mayoritarias y líneas rojas que han madurado en nuestro pueblo.

Mejor haría el PNV si dejando el esquema de no imponer no impedir, para en realidad imponer un cierre en falso e impedir la apertura de un marco democrático, se esforzara desde la honradez y la altura de miras en ese esfuerzo colectivo de búsqueda y construcción de una solución democrática. Esfuerzo que en cuatro palabras tiene el siguiente esquema, significa el siguiente ejercicio: Cerrar bien, abrir bien. Cerrar bien un ciclo histórico de negación nacional, de división territorial y de imposición por la fuerza de un traje en el que nunca ha cabido Euskal Herria, cerrar bien un ciclo de confrontación armada y de sufrimiento general, para abrir bien, con fuerza, desde la acumulación de energías sociales mayoritarias y voluntades de cambio político el telón de un escenario de paz y democracia.

Alimentar el conflicto para engordar el michelín: El PNV continúa en su viejo esquema. Su apuesta es una apuesta de alimentar el conflicto, de echar gasolina al fuego, de apostar por la vía policial y aparcar para otros tiempos la solución democrática. Porque así engorda su michelín clientelar, asienta mecanismos de hegemonía política y económica particular. Con guerras y luchas intestinas, con el sector de los Bilbao, Urkullu, Azkuna... que ven como única salvación ante el desgaste estructural y pronunciado que tienen, y que no ha tocado fondo, el renegociar desde el monopolio negociador con Madrid y sacar ventaja frente a lo que aquí pierden.

Hay dos razones que también subyacen en esa vieja y actualizada apuesta del PNV. Por una parte, entender que un proceso que desde la honestidad y con ambición histórica hinque el diente a las raíces del conflicto en términos democráticos supone darle la razón histórica a la apuesta de resistencia y lucha que hizo la izquierda abertzale ante la chapuza de hace treinta años y vivirlo como un drama. Pues bien, la izquierda abertzale ni necesita que el PNV le de la razón histórica, ni quiere medallas ni precios políticos para sí misma. Convencidos en la apuesta que hicimos, y renovando el compromiso de lucha y resistencia ante nuevas chapuzas, la posición de la izquierda abertzale es y será la defensa de las posiciones mayoritarias que han madurado en nuestro pueblo, un pueblo que se considera mayoritariamente una nación y que tiene derecho a su libre autodeterminación. Nada más y tampoco nada menos.

Y le tiene miedo a un escenario democrático pues considera que en ese marco la izquierda abertzale es una opción de poder popular, que le podría disputar la hegemonía, y que construyendo Euskal Herria desde la izquierda transformadora, con políticas que conecten con mayorías sociales cogería las riendas del país tirando hacia la independencia nacional. Ese miedo hace que el PNV, en los momentos que requieren grandes apuestas y decisiones de calado, en el momento de la ambición histórica y estatura de estadista, siempre se muestre manso, dócil y lamiendo la mano del amo de Madrid. Renovando su vieja apuesta por alimentar el conflicto.

Esa es la responsabilidad que adquieren ante este pueblo.

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