Mikel Olabe, Antonia Domenech, Emilio Lekue En representación de Ahots Kooperatibista
Fagor Electrodomésticos, ¿el paraíso terrenal?
Pensamos que hay aspectos en los que el cooperativismo de Fagor, su ética empresarial, aguanta más o menos y otros en los que hace aguas de forma evidente
Sabemos que las cooperativas tienen potencialidades, no demasiado aprovechadas en nuestra opinión, derivadas fundamentalmente del origen del capital que es social en contraposición a las empresas de capital en las que el capital es privado. Sin embargo, nos parece que algunas opiniones vertidas en la entrevista publicada en GARA (8-7-07) por el director general de Fagor Electrodomésticos edulcoran clara e intencionadamente la realidad. En ella pinta en rosa algunos aspectos, expone una curiosa interpretación de la internacionalización de Fagor y contiene algunos aspectos que no responden a la realidad.
Dice que entiende la internacionalización como la necesidad de ir fuera para crecer aquí, huye del concepto de deslocalización para afirmar que tratan de hacerse con mercados diferentes. A la hora de la internacionalización Fagor no se distingue del resto de las multinacionales en casi nada, destrozan 300 puestos de trabajo en Francia -de momento- con enfrentamientos con los sindicatos (CFDT, CFTC, CGT, FO Y SUD) que en hoja distribuida en las cooperativas de Arrasate se quejaban del menosprecio a los asalariados de Brandt y del incumpli- miento del código ético predicado en Fagor. En Italia van a destrozar 250 puestos -de momento- y también en la planta matriz de Deba Goiena se van a eliminar puestos. Lo fundamental en la compra de Brandt por Fagor es conseguir las patentes para hacerse con los mercados de esos lugares y abaratar costes vía sinergias en la compra de materiales, etc. al aumentar los niveles de producción. ¿Es esto algo distinto a lo que hacen el resto de las multinacionales?
Dice que en la internacionalización existen cuatro niveles de participación: la diaria en los puestos de trabajo, la participación en los resultados, la participación en el capital y gobernar esa empresa. Los tres primeros comunes a otras multinacionales y la cuarta específica del cooperativismo. Convendría señalar que la participación en los puestos de trabajo donde el sistema de equipos de mejora está «desarrollado» (aquí) es, en la mayoría de los casos, un pequeño fiasco que necesita de urgente análisis y readecuación para horizontalizar. En la participación para gobernar la empresa (especificidad de las cooperativas) se está limitando escandalosamente la capacidad de decidir de los socios en las asambleas. Ahí están los ejemplos de las dos últimas asambleas generales: en la primera, tras la recogida de firmas estipuladas en nuestros estatutos se prohibió la votación referente al descuento de tres primeros días de baja tomada por la Dirección y, en la segunda, no se dejó votar la aprobación de un plan de prejubilaciones que mejoraba las deficientes remuneraciones actuales. Todo ello tras una interpretación cicatera de la Ley de Cooperativas acordada y modificada entre el lobby de la MCC y el Gobierno Vasco que deja resquicios para limitar la capacidad de decisión de los miles de socios y socias de la cooperativa. ¿Si éstas pintan en la cooperativa matriz, alguien puede imaginar que en las empresas del exterior van a dar posibilidades reales de gobernar la empresa?
Las cooperativas han hecho uso y abuso de la eventualidad aprovechándose de las leyes del mercado, los porcentajes de la misma dependen de las coyunturas económicas y del volumen de ventas pero, en todo caso, son altos. Los eventuales están ocupando puestos fijos, su reducción supone una disminución de puestos de trabajo netos. Los y las eventuales no tienen representación sindical en las cooperativas siendo ésta, a veces, una forma de someterles contradictoria con los enunciados principios del cooperativismo. Otra forma de eliminación de puestos de socios se ha dado vía jubilaciones ordinarias previstas de antemano, prejubilaciones previstas y prejubilaciones de indirectos a los 58 años no previstos y que se han realizado y se siguen haciendo de forma discriminatoria sólo para indirectos. En algunas plantas (Frigoríficos, Mini, Cocinas y Geyser...) hay un número importante de socios excedentes que se van a reubicar en otra cooperativa del grupo.
Pensamos que hay aspectos en los que el cooperativismo de Fagor, su ética empresarial, aguanta más o menos y otros en los que hace aguas de forma evidente. Entre los primeros: la preocupación por el euskera y la cultura vasca, (hasta ahora) por la creación de empleo (aunque tenga desigualdades entre empleo cooperativo y por cuenta ajena), por producir buenos productos y dar buenos servicios, la inexistencia, que se sepa, de corrupción empresarial y personal... Entre los segundos estarían todos los temas que tienen que ver con la explotación del trabajo en las cooperativas y, sobre todo, en el caso de empresas subcontratadas y la implantación del cooperativismo fuera del Estado español.
La práctica de MCC y Fagor nos hace mantener una posición descreída sobre avances radicales en la ética empresarial, puesto que chocará con la realidad del sistema en que está integrada y el cooperativismo ha demostrado, en este sentido, tener una vocación bastante conservadora.
Todo lo señalado nos muestra que Fagor Electrodomésticos y por ende el cooperativismo (Fagor es la cooperativa más grande, emblemática, antigua y buque insignia) no es el paraíso terrenal que parece hacer ver el director general, pero tiene potencialidades para avanzar y mejorar. Para ello, conviene impulsar una posición exigente de defensa del código ético que se incardine en la cuenta de explotación, en los planes de gestión de la empresa y ejercer un severo control del cumplimiento efectivo desde los órganos sociales y el colectivo.