De Nueva Orleans a San Francisco, pasando por «Cai»
Javier ASPIAZU
Apesar de un comienzo poco prometedor, con varios temas que no acababan de cuajar, procedentes de su disco de debut «Rewind That», el joven trompetista de Nueva Orleans Christian Scott ofreció un concierto interesante, pero demasiado breve, en el Teatro Principal. Fue a partir de la primera de las baladas interpretadas cuando comenzamos a apreciar el atractivo sonido davisiano que le caracteriza, aunque matizado y fortalecido, como él mismo confiesa, por la escucha de clásicos del bop como Dizzy Gillespie o Freddie Hubbard. Junto a Scott, el guitarrista Mathew Stevens realizó también solos meritorios a lo largo de un recital en que este cronista hubiera deseado hacer desaparecer al latoso batería Marcus Gilmore -uno de esos percusionistas con excesiva influencia rockera, empeñados en machacar la caja a baquetazos-, para poder escuchar con más calma al resto de la talentosa banda. Un quinteto que empezó a dar lo mejor de sí hacia el final de un concierto que, precisamente por eso, nos pareció demasiado breve.
El trío de Chano Domínguez comenzó a insuflar alma y personalidad meridional a un todavía frío recinto de Mendizorrotza, donde se vivía cierta tensión expectante ante la próxima actuación del San Francisco Jazz Colective, supuesto mejor grupo del pasado año. Con una primera parte dedicada a temas propios, algunos de sus más famosas piezas de jazz flamenco, que sirvieron para calentar el ambiente, y una segunda a la música del inolvidable Tete Montoliú, de cuya muerte se cumplen diez años, el brillante recital de Domínguez acabó por redondearse con el estreno de una composición, «La nueva soleá», que desató oleadas de entusiastas aplausos, y el recuerdo a Camarón de la Isla, en forma de blues por bulerías: «Mr. C. I.», que puso ya al público en pie. La prodigiosa técnica del gaditano supondría muy poco sin el sentimiento, la pasión, que imprime de forma armoniosa a sus recorridos por las teclas, siguiendo el subterráneo compás de los palos flamencos o del blues -sin olvidar las citas al admirado Monk o a otros grandes del jazz-. Sus compañeros de terna no le fueron a la zaga. Y aunque Mario Rossi no ha logrado que olvidemos al añorado Javier Colina -verdadera institución del contrabajo-, su profundo sonido y profesionalidad fueron una garantía a toda prueba, casi tanto como el baterismo versátil y matizado de Marc Miralta, uno de los mejores representantes de este instrumento en el Estado.
A continuación, un verdadero combo de all stars hizo su aparición en la tarima. Sobre todo en lo que a la sección de vientos se refiere (Douglas, Lovano, Zenón, Heyward: ahí es nada). Y si este cronista se temía una música demasiado arreglada, excesivamente pendiente de la partitura -como la que nos ofreció recientemente otro octeto: el de Lee Konitz, en Getxo- y por lo tanto algo enconsertada, nada de eso ocurrió. Pues las composiciones de los miembros del San Francisco Jazz Colective reunían en sus arreglos el punto justo de dificultad y sofisticación, para la interacción entre los músicos, y de espectacularidad, para el disfrute del público. Así, de entrada, la «San Francisco Suite» del trompetista Dave Douglas dejó bien claras las intenciones de este grupo de funcionamiento casi cooperativo. Junto a sus propias piezas, aportaron acertados arreglos de Monk a quien dedican este año su merecido homenaje, con solos de enjundia a cargo del propio Douglas o momentos de goce inusitados como el que deparó el dúo de saxofones, entablado por Lovano al tenor y Zenón al alto. En definitiva, inteligente utilización de la tradición, gusto en los arreglos y una espectacular creatividad se combinaron a la perfección en este supergrupo que terminaba su gira europea, para nuestra fortuna, en la capital gasteiztarra. Buen viaje de vuelta.
Grupos:
Christian Scott Quintet / Chano Domínguez Trío.
San Francisco Jazz Colective.
Fecha: 17 de julio.
Lugar: Teatro Principal y Polideportivo de Mendizorrotza.