Brasil vive el peor y más previsible accidente aéreo de su historia
Casi 200 personas murieron ayer en el peor accidente de la aviación brasileña. El drama acaeció en el aeropuerto de Congonhas, en Sao Paulo. Un Airbus de la compañía TAM, la mayor del país, derrapó al colocarse en la pista principal para aterrizar y, tras cruzar una de las avenidas más congestionadas de la ciudad, se estrelló contra un edificio de TAM Express. El lunes se produjo un accidente similar en esta pista, todavía en obras para evitar la acumulación de agua.
GARA |
El aeropuerto brasileño de Congonhas, en Sao Paulo, se ha convertido en el escenario del peor accidente de la aviación de Brasil. El martes por la tarde, cerca de 200 personas perdieron la vida cuando un Airbus de la compañía TAM, procedente de Porto Alegre, no logró frenar tras el aterrizaje, cruzó una de las avenidas más transitadas de la ciudad y acabó estrellándose contra un edificio de TAM Express, la filial para transporte de cargas de esta aerolínea brasileña, la más importante del país. El impacto provocó un incendio de enormes dimensiones que tardó horas en ser sofocado. Afortunadamente, no alcanzó los depósitos de una estación de gasolina adyacente.
El aparato, un Airbus A-320, derrapó al posarse en la pista principal del aeropuerto, que estaba mojada por la lluvia. Según fuentes oficiales, iba a una velocidad excesiva cuando tocó tierra y pudo haber intentado remontar vuelo, pero este dato está aún por confirmar.
El lunes, un avión de la Pantanal también derrapó, sin causar daños, al aterrizar en la misma pista, pendiente de finalización unas obras para facilitar el drenaje del agua.
Se teme que casi 200 personas hayan muerto en el accidente del martes, la gran mayoría carbonizadas. El estado de los cuerpos está dificultando enormemente la labor de identificación, que deberá ser cotejada con los historiales médicos.
Entre los fallecidos ya confirmados está el diputado Julio Redecker, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y líder de la minoría opositora en la Cámara baja, que viajó desde Porto Alegre a Sao Paulo para tomar otro vuelo con destino a Estados Unidos.
En Congonhas se pudieron ver escenas de dolor, crisis de nervios e impotencia de familiares que criticaron la falta de información precisa y la actuación de la compañía TAM. Si bien en un primer comunicado, informó de que en el Airbus viajaban 176 personas -155 pasajeros, empleados de la compañía y seis tripulantes-, en una segunda nota explicó que a la lista inicial se habían agregado cuatro nombres y, finalmente, reconoció que había 186 personas.
Críticas de los familiares
TAM tardó casi tres horas en divulgar la primera lista, que sólo incluía los nombres de 11 pasajeros. Joao Loli Júnior, cuñado de una de las víctimas, denunció que no tuvo ninguna información hasta la una y media de la madrugada. «Estar aquí hasta esta hora para que nos den una lista que podría haber sido difundida en un máximo de una hora es absurdo», denunció.
El periódico «O Día» se hizo eco de las declaraciones del consultor en aviación Giafranco Betting que, ante las obras incompletas en la pista, consideró que «Infraero es culpable por este asesinato colectivo».
El diario «Extra», por su parte, recogió las declaraciones del presidente de la Federación de los Trabajadores de Transportes Aéreos, Uebio José da Silva, según las cuáles los pilotos venían quejándose de que, tras la reforma, «la pista estaba resbaladiza como el jabón».
Los principales medios de Brasil coincidieron en que las cuestionadas condiciones de seguridad de la terminal permitían prever un accidente. En su primera, «Jornal do Brasil» tituló «La más anunciada de las tragedias», titular repetido por el periódico «O Globo»
En febrero, tras una serie de derrapes de aviones en la pista y cuando la Justicia intentó cerrarla, el ministro de Defensa, Waldir Pire, dijo que «no hay razones serias para ello».
De acuerdo con el «Folha da Sao Paulo», la seguridad de Congonhas era cuestionada desde 2006, cuando la Agencia Nacional de Aviación Civil determinó la suspensión de las operaciones al presentarse una acumulación de tres milímetros de agua en las pistas. Este mismo medio subrayó que Infraero -empresa estatal que gestiona los aeropuertos de Brasil- informó de que las ranuras que le faltaban a la pista no comenzarían a ser hechas hasta el próximo miércoles, tras el periodo de asentamiento de la pavimentación.
Aunque los grupos de rescate seguían trabajando en medio de escombros, hierros retorcidos y calcinados y pese al olor a plástico quemado, el aeropuerto reanudó el tráfico aéreo con restricciones en el tamaño y peso de los aviones. El primer despegue se produjo a las 6.54 (las 11.54 en Euskal Herria). Nueve de las 38 salidas programadas fueron canceladas y dos retrasadas.
La terminal de Congonhas, enclavada en una zona residencial y comercial de Sao Paulo, entre los barrios de Jabaquara y Moema, es utilizada para vuelos nacionales y anualmente moviliza a cerca de 15 millones de pasajeros. El de ayer no es el primer accidente grave que ocurre en este aeropuerto.
A causa del peligro que supone la cercanía del aeropuerto y del ruido que generan las aeronaves, los vecinos de los barrios aledaños llevan años reclamando la reubicación del aeropuerto. Pero, hasta el momento al menos, las acciones del Gobierno brasileño han ido en sentido contrario ya que en los dos últimos años ha modernizado las instalaciones de Congonhas, un indicador de que pretende mantenerlo en funcionamiento.
Los otros dos aeropuertos de Sao Paulo también están en zonas urbanas. El de Gobernador André Franco Montoro, con vuelos internacionales, es conocido como Guarulhos porque está situado en el municipio del mismo nombre, a unos 27 kilómetros del centro de la capital paulista. Guarulhos tiene dos terminales con capacidad para atender a 17 millones pasajeros al año. En él operan 44 aerolíneas nacionales e internacionales que conectan Brasil con 117 ciudades de 26 países.
El tercero es el Campo de Marte. Ubicado en el barrio residencial de Santana es utilizado únicamente por empresas de taxi aéreo y helicópteros.
Investigación parlamentaria
En un comunicado leído por el portavoz de la Presidencia, Marcelo Baumbach, el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva afirmó que el Gobierno tomará todas las providencias para investigar las causas del accidente y decretó tres días de luto oficial. La Comisión Parlamentaria de Investigación del Senado para fallos aéreos ampliará sus trabajos para incluir en sus investigaciones las causas de este siniestro. El presidente del la CPI, el senador Tito Viana, dijo que los trabajos no se cerrarán el 15 de agosto, tal y como estaba previsto inicialmente. Añadió que todavía es pronto para especular sobre las causas. «La cautela es importante. Tenemos que esperar al informe técnico para saber dónde estuvo el fallo», manifestó.
Una vez finalizadas las investigaciones, adelantó que pedirá una audiencia con Da Silva para presentarle las conclusiones que extraiga la comisión.
Lo ocurrido el martes ha acrecentado la crisis en la aviación brasileña, salpicada por diversos accidentes y protestas de controladores. Entre las frases de antología de los últimos meses, el ministro de Hacienda, Guido Mantenga, atribuyó la saturación de los aeropuertos a la prosperidad económica de Brasil. Destaca también la de la ministra de Turismo, Martha Suplicí, recomendó a los irritados pasajeros «relajarse y gozar» porque la alegría de los viajes compensaría las incomodidades de los aeropuertos.
Brasil ha vivido en menos de un año las dos mayores catástrofes en la historia de su aviación, lo que ha suscitado serios interrogantes sobre su sistema aéreo.
El 29 de setiembre de 2006, un Boeing 737 de la compañía Gol se estrelló al norte de Mato Grosso tras colisionar en el aire con un avión comercial Legacy, causando la muerte de 154 personas. Las investigaciones revelaron fallos humanos y se incoaron procedimientos contra los dos pilotos estadounidenses del Legacy y contra cuatro controladores aéreos brasileños.
Desde entonces, el transporte aéreo en Brasil está sumido en una continua crisis provocada por continuos retrasos, interminables horas de espera y anulaciones de vuelos que siembran regularmente el caos en los aeropueros, mientras el sector sigue creciendo. Expertos hablan de problemas sistemáticos como «fallos en el desbloqueo y aplicación de recursos y una ausencia de coordinación y definición de funciones de los organismos responsables», por lo que la oposición y los medios locales hablaban ayer de «tragedia anunciada» por la «ausencia de planificación estratégica».
Según explicó Airbus, el aparato siniestrado fue construido en 1998 y había acumulado 20.000 horas de vuelo en 9.300 viajes. Su capacidad era de 180 pasajeros sentados. TAM informó de que en él viajaban 186 personas.
Debido a la peligrosidad que supone la cercanía del aeropuerto, los vecinos habían pedido la reubicación de esta instalación aérea. El Gobierno, lejos de atender esta demanda, hizo obras de mejora.
La empresa estatal responsable de la administración de los aeropuertos permitió hace dos semanas las operaciones en la pista principal de Congonhas pese a que la reforma no había concluido
Nueve heridos es el balance del accidente que tuvo un avión de la compañía colombiana Aeropública en Santa Marta. Tras salirse de la pista, la parte delantera del aparato quedó incrustada en el mar.
El avión accidentado ayer en Sao Paulo se salió de la pista al aterrizar, cruzó una concurrida avenida y colisionó contra un almacén situado junto a una estación de servicio. La terminal de Congonhas, enclavada en una zona residencial y comercial de Sao Paulo, entre los barrio de Jabaquara y Moema, es utilizada para vuelos nacionales y moviliza a cerca de quince millones de pasajeros anualmente.
Hace casi once años, el 31 de octubre de 1996, un Fokker-100, también de la compañía TAM, sufrió un accidente similar al de ayer poco después de despegar de Congonhas. Entonces, la aeronave se precipitó sobre varias viviendas y como consecuencia del siniestro fallecieron 99 personas, tres de ellas en tierra.
La proximidad de los aeropuertos a los centros urbanos ha ocasionado otros accidentes similares en América Latina y agravado sus consecuencias.
El 29 de agosto de 1998, 83 personas murieron al estrellarse un Tupolev de Cubana de Aviación mientras despegaba del aeropuerto de Quito (Ecuador) con destino a La Habana (Cuba). El avión no llegó a levantar el vuelo, arrasó la malla de protección de la terminal, atravesó una calle de viviendas y chocó contra un taller de mecánica de El Rosario.
El 31 de agosto de 1999, murieron 61 de los 103 pasajeros del Boeing 737 de la compañía Líneas Aéreas Privadas Argentinas (LAPA) que se estrelló en un campo de golf tras atravesar una avenida después de despegar del aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires con rumbo a Córdoba.
El 5 de julio de 2007, un avión de carga se salió de la pista del aeropuerto de Culiacán, capital de Sinaloa (México) y chocó contra tres coches en una avenida. Como consecuencia del accidente, fallecieron nueve personas. Dos de ellas viajaban en un vehículo.
Sin embargo, la mayor catástrofe de la aviación civil de los últimos treinta años, periodo en el que se han registrado al menos una veintena de accidentes que se han saldado con más de doscientos muertos, ocurrió en el aeropuerto de Encaje de la isla canaria de Tenerife, sobre el que colisionaron dos Boeing 747, provocando la muerte de 583 personas. Un balance similar de víctimas mortales, 520, fue el resultado de la caída de un Boeing 747 de la Japan Airlines entre Tokio y Osaka, el 12 de agosto de 1985.