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La cultura de los tatuajes, tan extendida como desconocida

Todo el mundo conoce a alguna persona con un tatuaje o en vías de tenerlo. A pesar de ser una cultura sobreentendida por la mayoría, en el fondo es muy desconocida. Los tatuadores Arkaitz y Toby, que cuentan con un estudio en Alde Zaharra de Donostia, nos adentran un poco más en el conocimiento sobre el arte de tatuar y los tatuajes en sí.

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Gari MUJIKA

Si algo queda claro cuando uno entra en el estudio de Arkaitz y Toby es la limpieza y la higiene del local y de los utensilios que emplean para tatuar. Algo que, a juicio del inglés Toby Harris, no sólo es necesario para el cliente, sino que es parte obligatoria para ofertar un servicio de calidad y para la reputación de los propios tatuadores. Ambos llevan más de ocho años trabajando juntos en Alde Zaharra, y aunque hoy son dos tatuadores curtidos, con mucha experiencia en su haber, cuentan cómo se han abierto paso en un mundo tan restringido.

Toby Harris comenzó en su país natal, Inglaterra, a trabajar como tatuador. A diferencia de Euskal Herria, tal y como cuenta Arkaitz Eraunzetamurgil, en la isla ya estaba enraizada la cultura del tatuaje. Pero no por ello fueron más fáciles sus inicios. Harris consiguió una máquina de tatuar gracias a una amiga que también era ducha en el oficio. «Por suerte, me fui a trabajar a una tienda durante tres meses», recuerda. Arkaitz, en cambio, relata que tenía que ir a Hendaia, Baiona o, incluso, hasta París para hacerse unos tatuajes. Fue en la capital francesa donde se hizo con una máquina eléctrica. Pero ambos están de acuerdo a la hora de afirmar que para tatuar «es muy importante, casi exclusivamente, cómo tienes tus máquinas. La máquina y la técnica para tatuar son lo más importante». Consideran que, al menos, se necesitan cinco años para «hacerte a la máquina y hacerla tuya».

Aunque cuentan que la del tatuador es una profesión «un poco autodidacta», son tajantes al señalar que «si alguien no te enseña a `controlar' una máquina, no lo vas a saber nunca, porque seguirás cometiendo los mismos errores».

«Nosotros no trabajamos fijándonos si es en la dermis o en la epidermis donde lo estás haciendo, sino que tenemos las máquinas ajustadas de tal manera que sabes ya cómo es tu trabajo», aclara Harris. Después de hacer un tatuaje suele ser habitual que aparezca una postilla, pero advierten que «no es buena; cuanto menos salga, mejor. La idea es que te pinche una vez en el mismo sitio, y, así, si es que sale postilla, saldrá uniforme y no muy gruesa».

Escuchar los consejos del tatuador

De la misma manera que inciden en la importancia del manejo de la máquina eléctrica y de la técnica del especialista para que «un trabajo» sea bueno, ambos recomiendan escuchar «los consejos del tatuador», habida cuenta de que ellos conocen el oficio y saben «qué formas quedan mejor en qué sitio o de qué forma o estilo».

Harris deja entrever que a veces en el cliente impera la «ingenuidad», ya que él «no entiende» cómo no aprecian las líneas, los colores, los contrastes o las sombras de un trabajo, y, por contra, se centran en la imagen del dibujo o, en su mayoría, en el precio de las sesiones. «Yo no lo entiendo. Parece contradictorio, pero la gente se gasta cien euros en unos zapatos y no está dispuesto a pagar lo mismo por un tatuaje. Y eso que es para toda la vida», exclama Harris, que también asume que en Euskal Herria hacerse un tatuaje resulta muy barato.

No obstante, tanto Harris como Eraunzetamurgil se congratulan de que «en los últimos cinco años la cultura del tatuaje ha cambiado una barbaridad», tanto que se roza los niveles de Alemania, Francia o Inglaterra. Pero insisten en los consejos para el que quiera hacerse un tatuaje: «Primero, pensar en qué parte del cuerpo lo quiere; hay que elegir muy bien la tienda y el tatuador; hay que mirar las fotos de sus trabajos; luego, pensar qué quieren hacerse, y, sobre todo, dejar que el tatuador te dé consejos».

Un trabajo de calidad con garantías pero sin demasiado control administrativo

Al igual que ahora van proliferando los estudios de tatuajes, cada vez son más las personas que acuden a los tatuadores para «arreglar» algún trabajo anterior de poca calidad. Es por ello que tanto Eraunzetamurgil como Harris hacen hincapié en que el cliente debe informarse sobre el local y sobre el tatuador. Cada tatuador cuenta con un book de fotografías con sus trabajos más destacados, y subrayan que el cliente debe fijarse muy bien en ellas, pero «una vez que el tatuaje esté finalizado, y no recién hecho».

Toby Harris cuenta que, por ejemplo, en el estudio que comparte con Arkaitz Eraunzetamurgil, «es imposible contagiarte de algo». Harris trae a colación esa afirmación al contar que «todo el mundo puede tener un tatuaje». Relata que hay algunas zonas del cuerpo en los que no es posible realizarlo, por ejemplo si el cliente tiene soriasis o alguna enfermedad cutánea; en cambio, al contrario que sucedía hace algunos años, incluso los diabéticos pueden hacerse hoy un tatuaje.

Detallan, paso por paso, qué medidas se suelen tomar antes de realizar un tatuaje: las agujas sólo se emplean una vez y todos los utensilios son esterilizados. «Y como tomamos las mismas medidas de seguridad con todo el mundo, no hay riesgos», añaden.

«Hoy en día ha cambiado mucho el mundo de los tatuajes. Nosotros contratamos los servicios de una compañía independiente que esteriliza todos los utensilios y lleva el control de las cosas. Además, también hay otra compañía que recoge las agujas ya utilizadas; y todo esto lo valoramos muy, muy bien», prosigue contando Harris, que, aunque admite que «supone un gasto importante, es lo mejor para nosotros y el cliente».

Dicho esto, denuncia la falta de control existente sobre las tiendas de tatuaje. «El Gobierno Vasco ha dicho que va a haber controles, pero no los hay. No hay nadie que vaya a tu tienda a mirar si haces las cosas bien. Y eso me parece muy mal. Nosotros hicimos la reforma, nos dieron la licencia, pero no ha venido absolutamente nadie, y eso no me parece bien. Porque hay mucha gente por ahí que no hace las cosas correctamente, y no sólo ponen en riesgo a sus clientes, sino que el nombre de los tatuadores, en general, también queda en entredicho».

Tanto Harris como Eraunzetamurgil hablan de sus «trabajos» conscientes de que cada tatuaje lleva un sello propio; y es que «no se pueden comprar doce años de experiencia».

G.M.

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