Los Pirineos pondrán el tapete mientras las incógnitas en la clasificación harán el resto
El tráfico en las carreteras pirenaicas se ha multiplicado desde el viernes a la tarde. Y es que nadie se quiere perder la traca final de este Tour, que ha reservado para su última semana tres jornadas en las que los escaladores pueden hacer inútil la contrarreloj de la penúltima etapa.
Amaia U. LASAGABASTER
Llega la tercera semana del Tour y lo hace con la carrera más abierta de los últimos años. Desde hoy y hasta el próximo miércoles, a los aficionados nos toca disfrutar con tres etapas que se presentan vibrantes. Los Pirineos pondrán el tapete y las incógnitas en la clasificación harán el resto.
También las ganas de los corredores, especialmente los euskaldunes, que esta vez, y aunque sólo sea durante algunos kilómetros, sí correrán realmente en casa. Se emplearán a fondo quienes busquen adornar su currículum con un triunfo en el mejor escenario imaginable y lo harán, sobre todo, los muchos que todavía pelean por llegar a Paris de amarillo: unos para alcanzar la contrarreloj de Angouléme con una desventaja neutralizable y los otros para hacer inútil esa penúltima etapa.
A la espera de lo que suceda en la carretera, tenemos lo que es inamovible, el trazado diseñado por una organización que este año ha cargado los Pirineos en detrimento de los Alpes. Ni siquiera la jornada de descanso de la que disfrutarán el martes los corredores resta espectacularidad, por no decir que, en opinión de muchos, ese parón puede incluso traducirse en una última jornada, precisamente la que entra en Euskal Herria, especialmente apta para las campanadas.
Lo cierto es que cualquiera de las tres ofrece terreno para las exhibiciones, y también para los desfallecimientos. No cabe duda de que los próximos 611 kilómetros de este Tour dan para mucho.
Mazamet - Plateau de Beille
Empezando por lo que será la 14ª etapa, segunda con final en alto de este Tour y con los excesos de la contrarreloj de ayer todavía sin digerir.
Muchos consideran a Plateau de Beille, además, una de las llegadas más exigentes de las muchas que conoce el Tour. Más aún en este caso, teniendo en cuenta que previamente, y sin solución de continuidad, el pelotón, o lo que quede de él, habrá tenido que acometer la ascensión al igualmente duro Port de Pailères.
Antes de llegar a su tramo decisivo, los 197 kilómetros de la jornada ofrecen una primera parte más asequible, apta, quizá, para aventureros con la habitualmente vana ilusión de llegar con suficiente ventaja a pie de puerto. La Côte de Saint-Sarraille (2ª), en el kilómetro nueve, supondrá la única dificultad montañosa del trazado. Claro está, hasta que los corredores afronten, 120 kilómetros después, y a sólo treinta de meta, las primeras rampas del Port de Pailheres (FC). Un puerto alto (2.001 metros), largo (16'8 kilómetros) y duro (7'2% de media, con alguna rampa que roza el 12%).
El complemento perfecto, en definitiva, para el último puerto del día, encadenado con el descenso del anterior. La nómina -corta, sólo se ha ascendido en tres ocasiones- de ganadores en su cima da buena cuenta de la dificultad de Plateau de Beille (FC): Marco Pantani (98) y Lance Armstrong (02 y 04). Ni más ni menos.
Son casi 16 kilómetros de ascensión, con una pendiente media del 7'9% y alguna rampa, en su parte final, que se acerca al 11%. Ni más ni menos también.
Foix - Loudenvielle
Afortunadamente para muchos, entre ellos los aficionados, el que no esté hoy entre los mejores, tendrá la oportunidad de desquitarse mañana, siempre y cuando las fuerzas se lo permitan.
Que le harán falta porque los 196 kilómetros entre Foix y Loudenville pueden parecer la «cenicienta» de este trío pirenaico, pero incluso en coche están lejos de ser un paseo. Imposible con cinco puertos, clásicos todos ellos en estas etapas. Todos menos uno, inédito y, sin duda, el peor del día.
También en este caso, la jornada irá de menos a más. Aunque el «menos» lo compongan en este caso el Col de Port (2ª), el Portet d'Aspet (2ª) y el Col de Menté (1ª), complicados todos ellos para ascender y también para descender en caso de que el tiempo no acompañe.
A 36 kilómetros de meta llegará una de las novedades de esta edición. Tanto, que parte de la carretera -concretamente los seis kilómetros de descenso- ni siquiera existía hace apenas un año. Sí los casi veinte kilómetros de ascensión, que parte del pelotón ya conoce, después de que el Port de Balés (FC) haya acogido en dos ocasiones sendos finales de etapa de la Ruta del Sur.
La media que nos habla de una pendiente del 6'2% resulta un tanto engañosa -de algún sitio viene su clasificación como «Fuera de categoría»-, ya que la dificultad de Balés aumenta considerablemente conforme avanza la ascensión. El inicio de la parte más dura del puerto lo marca, a mitad de recorrido, una rampa de prácticamente un kilómetro al casi 11%, que además encuentra réplicas más adelante.
Un corto descenso colocará la carrera a pies del Col de Peyresourde (1ª). Otro clásico de la prueba, endurecido por la tralla anterior y que presenta sus rampas más duras al principio y al final. El que pase destacado puede adjudicarse la victoria, con sólo doce kilómetros de descenso por delante.
Orthez - Col d'Aubisque
Ya puede aprovechar el pelotón la jornada de descanso del martes porque un día después se despedirá de Pirineos con la etapa reina de este Tour.
Una jornada más esperada aún que de costumbre, no en vano transcurre por carreteras euskaldunes a lo largo de casi cien kilómetros. Aunque, en el plano puramente deportivo, la cuestión geográfica más destacable pase por los 150 últimos kilómetros -es decir, todos menos los sesenta primeros-, que no dan la más mínima opción a la tregua.
Abre el fuego Larrau (FC), nada menos. Con la pendiente media más alta de este Tour (8'1%), sólo tres de sus quince kilómetros bajan del 6'5% y casi ocho alcanzan o superan el 10%. El último kilómetro es, además, el más duro.
La tachuela de Laza (3ª) dejará a los corredores a los pies del Col de la Pierre St-Martin (1ª). Un puerto largo y sin excesiva pendiente -aunque algún tramo supera el 8%-, todo lo contrario de la penúltima dificultad de la jornada, el Col de la Marie-Blanque (1ª): no es corto, nueve kilómetros, pero sí muy exigente, sobre todo en su segunda mitad. Tras unos primeros kilómetros asequibles, la carretera se empina sin aviso, reservando su pendientes más duras (rondan el 12%) para el final.
Claro que si de dureza se trata, la guinda llega, precisamente, al final, con un Col d'Aubisque (FC), cuyos casi 17 kilómetros pueden acabar de coronar a un escalador inspirado como vencedor del Tour. Tendrá terreno para intentarlo, sobre todo a partir del kilómetro siete, desde donde la pendiente ya apenas baja del 8%.
en tres etapas. Y cinco de ellos, Fuera de Categoría. Teniendo en cuenta que dos de éstos son, además, final de etapa, el espectáculo parece asegurado.
El final de etapa del miércoles en el Aubisque no sólo supondrá, a falta de la contrarreloj de Angouléme, el penúltimo escollo para el futuro vencedor del Tour, sino también una avanzadilla de próximos finales de etapa novedosos.
La falta de espacio ha provocado hasta ahora que el Aubisque, como otros puertos de montaña, haya sido punto de paso, pero no de meta. Si el «experimento» del miércoles sale bien, el terreno no volverá a suponer un problema para la aparatosa infraestructura que mueve el Tour en las metas.
El dispositivo preparado por la organización se apoya en nueve plataformas de entre cuatro y seis kilómetros antes de la línea de meta, donde sólo habrá dos coches por equipo y una tribuna audiovisual, con más infraestructura que personal. Y es que los comentaristas de televisión, por ejemplo, se situarán en una de las plataformas, a seis kilómetros de la meta. Además, habrá un autobús VIP, en lugar de los tres habituales.
Con la incorporación de nuevas metas, el Tour pretende «aumentar el suspense» en las etapas de montaña.