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CRíTICA jazz

El free jazz se enseñorea de Mendizorrotza en una jornada inolvidable

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Javier ASPIAZU

El consejo que Ornette Coleman dio a los espectadores de Mendizorrotza fue «... Just follow the sound» (sólo seguid el sonido). Lo hizo en su lacónica presentación, segundos antes de comenzar el concierto que los aficionados recordarán como el más importante, por la radical originalidad en juego y la profunda exigencia artística y creativa que lo presidió, de los ofrecidos en esta edición del jazzaldi gasteiztarra. Vestido de profundo azul, el único genio del jazz todavía vivo, se presentó a sus setenta y siete años, con una formación inusual, un quinteto con tres bajos y batería, como no podía ser menos en un creador que ha recorrido su camino musical a la inversa de los demás desde que arribó a sus revolucionarias concepciones en su veintena -«sabe tocar blues, pero no quiere hacerlo», decían entonces sus ocasionales compañeros de combo; sabe tocar jazz pero siempre lo está trascendiendo, diríamos nosotros después de lo visto-. Y sin embargo la hiriente sonoridad del saxo alto de Coleman está preñada de blues, y es que el principal popularizador del free jazz -la paternidad de este movimiento debería compartirla con Cecil Taylor, Sun Ra e incluso Lennie Tristano- no puede ignorar sus orígenes texanos, ni tampoco la tradición musical en la que se formó y que contribuyó a trastocar.

Todavía hoy las escaladas repentinas a los agudos de su instrumento, y sus no menos repentinos silencios, son como bofetadas a los cánones de la melodía tradicional. Y las sorprendentes transiciones que escuchamos se deben, sin duda, a una concepción absolutamente original del desarrollo armónico: en un mismo tema pasamos de lo que podría considerarse una balada free a un cuarteto de cuerda, con Ornette al violín, en la más genuina tradición de la música de cámara contemporánea. Fueron momentos de auténtica improvisación colectiva en que todas las voces se solapaban y superponían en una amalgama fascinante, volviendo a experimentar así, cuarenta años después, con la misma integridad de entonces, la teoría «armolódica» de las ideas conjuntas espontáneas que Coleman lanzara como un certero misil sobre el estancado panorama musical de la época.

Probablemente no fue de los mejores conciertos de Ornette Coleman, quizá hasta estuviera cansado, pero su música fue un chute alucinante de energía y creatividad que repetiríamos con sumo gusto cuantas veces se presentara la ocasión.

Después el grupo de David Holland ofreció uno de los sólidos recitales a que nos tiene acostumbrados. Sin embargo, el considerado mejor quinteto acústico del mundo quedó empequeñecido por la experiencia vivida previamente.

Y no es que menospreciemos las soberbias facultades de Chris Potter, cuyos maratonianos solos al tenor siguen produciendo el pasmo y la admiración de sus seguidores o la diabólica precisión de esa máquina de ritmos que es Nate Smith, a la batería, por citar sólo dos de los triunfos de este ilustre repóker de ases, pero después de la actuación del mito ya nada fue igual, y todo lo demás sobró.

Ficha

Grupos: Ornette Coleman Quintet; Dave Holland Quintet.

Lugar y fecha: Polideportivo de Mendizorrotza. 20.7.07.

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