Raimundo Fitero
A mejor
Hay programas que los años les hace mejorar. Un ejemplo claro es «Caiga Quien caiga», que se despidió el pasado viernes anunciando su vuelta en setiembre con algunos cambios, como es que ya no estará Arturo Valls, alguien que fue fundamental en su renovación pero que en la última temporada se había convertido en un acompañante, en una especie de invitado especial, una pata del triángulo de presentadores, pero que ya no hacia reportajes, o sea, que es una pérdida relativa.
«CQC» ha tenido varias etapas. El primigenio en Tele 5 pasó muy malos momentos, empezó muy mal. Se recorrió casi toda la parrilla hasta encontrar su sitio ideal en la sobremesa de los domingos, desde donde alcanzó notoriedad con aquel equipo capitaneado por el Gran Wyoming. Fue puntero, influyente, y hasta el reyezuelo Aznar los invitó a la Moncloa, pero desde entonces el enconamiento fue feroz, Carbonell se hizo un asiduo propagandista de Esperanza Aguirre, y el aznarismo rancio empezó a contraatacar y presionaron mucho hasta que desapareció de la parrilla. Cierto era que había perdido fuelle, es decir audiencia, y se juntaron diversos factores, entre ellos lo que cobraban los protagonistas, para dejarlo aparcado, incluso se temió que desapareciera definitivamente.
Esta fórmula ya probada en Argentina y en otros países, seguía funcionando, y con nuevo diseño, nuevo equipo de presentadores volvieron los hombres de negro con sus gafas y colocados en la noche del viernes han logrado mantener una media de audiencia realmente importante, lo que viene a significar la existencia de una masa de telespectadores que se sienten identificados con sus formas y sobre todo, con su idea general, bastante crítica y que compromete a los políticos. Ha ido a mejor con las nuevas secciones, de protesta o de solidaridad y con un equipo realmente sagaz. Y Manel Fuentes sigue manteniendo bien el tipo.
Vuelven al comenzar el curso, seguro que con cambios estructurales, pero con el mismo estilo, que es su máxima seña de identidad, que ha creado una cierta escuela de imitadores, pero que solamente estos creadores y sus guionistas logran la causticidad apropiada y el desenfado ocurrente.