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Dos lecciones que deja una semana clave para entender la política real en Euskal Herria

Esta semana nos ha dejado un par de lecciones preciosas sobre cómo se hace la política en Euskal Herria y, sobre todo, sobre cómo actúan los partidos políticos respecto al conflicto que vive este país. Cuando amanecía el lunes en Iruñea, pocos podían pensar que la semana que comenzaba con una nueva reunión entre las delegaciones negociadoras de Nafarroa Bai y del PSN iba a terminar con los portavoces de la coalición criticando con dureza la actitud de sus interlocutores y, en especial, de la dirección federal del PSOE. Lo que hasta entonces habían sido mensajes en positivo, incluso intentando restar relevancia a los «desplantes» de los que ya había hecho gala la formación del candidato Fernando Puras, se han ido convirtiendo en aceradas descalificaciones por parte de NaBai, que ahora habla abiertamente de frustración porque considera que la ciudadanía ya había asumido «el cambio» que iba a descabalgar a la UPN de Miguel Sanz del Gobierno de Nafarroa.

Indudablemente, desde los sectores progresistas y abertzales, no sólo de Nafarroa sino del conjunto de Euskal Herria, nadie desea que la «derecha extrema» mantenga el control del Ejecutivo de Iruñea. Pero también es cierto que desde esos sectores muchas voces habían advertido a NaBai que su estrategia electoral caminaba sobre un hilo muy delgado desde que prometiera apoyar a Puras a cambio de nada. Es más, hay quien nunca ha querido ver las cosas como son y ha trasladado a la opinión pública un escenario totalmente irreal, repitiendo eso de que «el futuro de Navarra lo decidirán las navarras y los navarros» o «se decidirá en Navarra».

El PSN no es un partido navarro, sino una pequeña estructura navarra dentro del PSOE, que es un partido español. Además, no tiene vocación de parecerse siquiera al Partit dels Socialistes de Catalunya. Y no hace falta indagar en ponencias ni discursos; basta con echar un vistazo a su página web, www.psn-psoe.org, y ver que en su apartado «En imágenes» no sólo se dedica un espacio destacado a las apariciones de Chivite y Puras junto a José Luis Rodríguez Zapatero, sino que -todavía ayer- se mantiene «colgada» una fotografía del candidato del PSN paseando por Iruñea durante la pasada campaña electoral acompañando a José Bono -ese personaje que representa por igual al más rancio nacionalismo español y al más intransigente fundamentalismo católico-, quien no se ha cansado de predicar durante las últimas semanas que «un pacto con NaBai sería un error y nos haría mucho daño en las generales».

Y lo mismo le sucede a UPN, cuyas siglas no dejan de ser una aberración política de la derecha ultramontana española que, con tal de socavar la construcción nacional de Euskal Herria, es capaz de admitir que exista un «Pueblo Navarro» siempre que éste se defina como parte de «la unidad de España» y esté dispuesto a «tragar» con todo lo que llegue desde Madrid envuelto en una bandera rojigualda.

Por lo tanto, tampoco conviene caer en la trampa de asumir que las negociaciones -las ya frustradas y las que queden por venir- sobre el Gobierno de Nafarroa están presididas por intereses partidistas. Es más acertado hablar de intereses «nacionales» o «nacionalistas». Lo que sucede es que mientras unos alardean de ser españoles, simplemente porque lo son, a otros les cuesta mucho definirse como integrantes de la nación vasca, quizás porque se sientan más cómodos así.

El PNV tiene que decidir(se)

Muy cómodo se siente el presidente del PNV viajando a Madrid, ya sea para seducir al presidente español o al líder de la derecha española; tan cómodo como cuando se deja entrevistar por los medios españoles, ya sean de derechas o de la onda del PSOE. Por ello, no es de extrañar que en su último artículo dominical Josu Jon Imaz se mostrara incómodo con quienes, tanto desde su partido como desde el Gobierno de Lakua, intentan tomar la iniciativa política volviendo a enarbolar el proyecto de Nuevo Estatuto para la CAV. Cabe recordar que Imaz hizo patente su disgusto por la aprobación del texto en el Parlamento de Gasteiz el mismo 30 de diciembre de 2004. Entonces no lo hizo por escrito, pero el gesto que cambió su rostro al ver desde el palco de invitados cómo transcurría la votación no pasó desapercibido para los periodistas que seguían el desarrollo del pleno.

Sin duda, el artículo de Imaz ha creado desasosiego entre la militancia jeltzale, pero habrá que esperar para ver si ello responde únicamente al «desplante» que ha sufrido el lehendakari Juan José Ibarretxe o si realmente se va a dar un debate de fondo en el seno del partido sobre la estrategia política a desarrollar en los próximos años. El sector que representa a Imaz no tiene dudas sobre la relación que debe establecerse entre Euskal Herria y el Estado español, y ésa es una lección que no hay que olvidar. Lo que está por aclarar es si la militancia del PNV apuesta por esa vía del «autogobierno» complaciente con los dictados de Madrid o si de verdad cree en un proyecto soberanista. Ese dilema vivirá un nuevo capítulo próximamente, puesto que el PNV se halla inmerso ya en el proceso electoral que llevará a la renovación del EBB antes de que finalice el año. Claro que, para poder elegir entre dos opciones tan diferenciadas, la premisa básica es que haya dos candidaturas que asuman de partida ese antagonismo.

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