El alcalde de Baiona, Jean Grenet, lejos de corregir su diagnóstico sobre el problema de la agresión a las mujeres persiste en hacer responsables a éstas de la alta dosis de violencia sexista que se concentra en las fiestas de Baiona. Las agresiones a mujeres y otras formas de violencia que se registran en la semana de fiestas que ya asoma guardan relación directa con un modelo de diversión que pierde contacto con las costumbres del país para subsumirse en una cultura del «todo vale» que se asienta conforme la fiesta se desborda en tamaño. Grenet rehuye la tarea pendiente que no es otra que la de redimensionar las fiestas, lo que se puede y debe hacer con un replanteamiento en serio sobre el calendario, espacio y contenidos del programa festivo. Ello permitiría, de una parte, devolver la fiesta a los vecinos y vecinas de la capital labortana, alentaría una participación más activa de los organismos culturales de la ciudad en la fiesta, y todo ello ayudaría a sanear el ambiente. Dicho esto, no es de recibo que los grupos municipales se enteren por la prensa de los planes de prevención de la Alcaldía, que por cierto se limitan a llenar Baiona de cámaras, de policías y a persistir en limitar los horarios de los bares. Por si fuera poco, la única medida para prevenir agresiones sexistas es una campaña para que las mujeres eviten «indumentarias inadecuadas».