Perspectiva sudafricana sobre procesos de paz
Los protagonistas del proceso sudafricano recuerdan que sin diálogo no hay solución
Ambos representaron a las partes enfrentadas en el proceso de paz sudafricano. Brian Currin y Roelf Mayer recuerdan las claves para dar solución al conflicto y coinciden en destacar la importancia de «no apartarse del camino».
Iker BIZKARGUENAGA | PRETORIA
Roelf Mayer y Brian Currin dieron ayer desde Pretoria una lección magistral basada en su experiencia en la resolución de conflictos. Fundamentalmente el de su país, Sudáfrica, pero también el de otros lugares del mundo, como Irlanda. Enemigos declarados hace unos años, ahora, además de grandes amigos, acuden allí donde los requieren para trasladar su experiencia en estas lides. Ayer lo hicieron ante los medios trasladados desde Euskal Herria en el marco de la visita que el consejero de Justicia de Lakua, Joseba Azkarraga, realiza a Sudáfrica para aprender de aquel proceso.
Mayer, ministro del Ejecutivo que gobernaba durante el apartheid, estaba destinado a ser el sucesor de Frederik de Klerk al frente del Gobierno. Había sido responsable de la Policía y la comunidad blanca tenía confianza en él. Fue el principal interlocutor de la parte que representaba al Gobierno en las negociaciones de paz.
Ayer dio a conocer algunos elementos fundamentales de aquel proceso que pudieran trasladarse a cualquier intento resolutivo en otros lugares, aun cuando puntualizó que todos los procesos y países tienen sus propias características.
Explicó Mayer que una de las claves fue que el proceso de diálogo se inició sin precondiciones. Durante largo tiempo, relató, el Gobierno sudafricano había impuesto condiciones al Congreso Nacional Africano (ANC) para iniciar cualquier intento de diálogo, hasta que se dieron cuenta de que «para avanzar había que comenzar sin condiciones previas». Bajo esta premisa, recordó, «empezamos a buscar soluciones para Sudáfrica».
Mayer, que fue después ministro del Gabinete de Nelson Mandela durante dos años, subraya también el «enfoque incluyente» que tuvo el proceso, en el que nadie quedó excluido, de forma que el resultado final fue positivo para todas las partes y así fue aceptado por la sociedad, que tuvo una participación muy activa en aquel resultado. Destaca, asimismo, el papel que jugaron los medios, que trasmitieron fielmente lo que sucedía, informando a la sociedad, no deformando los hechos, una labor que calificó de «constructiva» y que muchos echan de menos por otras latitudes.
«Confianza y respeto». Éstas son también dos palabras clave para el ex ministro. Explicó que durante las negociaciones, aun siendo contrarios e incluso enemigos, fue vital que las partes se tuvieran respeto y confianza mutua. En este sentido, evoca que Mandela fue excarcelado después de 27 años en prisión, y tras haber sido constantemente calificado de terrorista. «La comunidad blanca tenía muy mala imagen de él y de su partido, no confiaban», explicó a los periodistas. Para hacer frente a esa cuestión, el Gobierno en el poder tuvo que hacer una labor pedagógica muy grande entre los suyos, para explicarles los beneficios que les iba a reportar el proceso.
Este esfuerzo fue también valorado por Brian Currin. Al tomar la palabra, este abogado, defensor de los derechos humanos y civiles y activo militante anti-apartheid, recuerda que él «odiaba» al Gobierno en el poder durante la transición y que, aun siendo blanco, se sentía ciudadano de segunda categoría.
Currin opone ese esfuerzo que hicieron los gobernantes sudafricanos con la comunidad blanca a lo que vio en el norte de Irlanda, donde ha jugado un papel muy activo durante todo el proceso y que sigue visitando frecuentemente. «Me sorprendió ver que (el unionista) David Trimble sólo trasladaba a los suyos los beneficios que iban a percibir los republicanos, lo que motivó la desconfianza entre los suyos y retrasó el proceso de solución», lamenta.
Este abogado, que en los últimos años ha mantenido una interlocución muy estrecha con representantes de la izquierda abertzale para hacerles llegar su experiencia, destaca también que todos los actores sudafricanos veían el proceso de paz como «un proyecto», donde tenían claro el inicio, el final y los pasos que debían dar, de forma que la sociedad también conoció el rumbo y el destino del proceso que se había iniciado. Asimismo, hace especial hincapié en que «las soluciones basadas en la seguridad no son viables a largo plazo, y debe haber una solución política».
Mayer recuerda que, además de la presión internacional, la fuerte resistencia de la comunidad negra les condujo a valorar que aquella situación no era controlable por la fuerza, «que era necesario una solución política» y que, en aquella búsqueda de soluciones, no cejaron incluso en los peores momentos.
Ambos evocan que durante el proceso de negociaciones hubo numerosos actos de violencia, e incluso «auténticas masacres», pero insisten en que en ningún momento se apartaron del camino. «Una vez, tras una matanza, las conversaciones se rompieron totalmente», señala Mayer, «pero al día siguiente, en secreto, volvieron a empezar, y en tres meses habíamos conseguido un acuerdo muy importante».
Preguntado por la «condena» que algunos reclaman sin cesar en Euskal Herria, el ex ministro recuerda que Mandela fue liberado en 1990 tras casi tres décadas «y sin que condenara nada». Sin condiciones y tras años de negociación finalmente lograron su objetivo.
«Hubo numerosas ocasiones en las que pudimos haber dicho `no seguimos'. Hubo bombas, muertos, violencia, todos los días...», destacan ambos, relatando algunos de los episodios más dolorosos, apenas semanas y días antes de las elecciones. Pero destacan: «Si hubiéramos dejado de hablar, no habría habido solución».
El decimosegundo congreso del Partido Comunista Sudafricano (SACP), celebrado la pasada semana en la ciudad de Port Elizabeth, adoptó una resolución en relación a la situación que vive Euskal Herria actualmente.
En la misma, «desde convicciones socialistas, desde una visión internacionalista de las relaciones entre los pueblos, desde el principio básico de que los pueblos tienen derecho a decidir su propio destino, y desde el convencimiento de que diálogo y negociación política son el único instrumento adecuado para dirimir los conflictos», el citado partido remarca la necesidad de que en Euskal Herria se reabra un proceso de resolución del conflicto que, «respondiendo al imprescindible derecho a la libre determinación del pueblo vasco, concluya definitivamente con las graves y trágicas consecuencias de este largo y duro conflicto en el corazón de Europa».
En el congreso participaron alrededor de 50 delegaciones internacionales, representando a partidos políticos y movimientos de liberación nacional y a varios estados. En esta edición, como ya sucedió en la anterior, también tomó parte una delegación de Batasuna.
Además de analizar la situación de Euskal Herria, en el Congreso del Partido Comunista Sudafricano se adoptaron resoluciones referidas a la situación en Sahara, Swazilandia y Zimbawe, entre otros.
GARA
Tras la exposición de Brian Currin y Roelf Mayer, el consejero de Justicia de Lakua, Joseba Azkarraga, se dirigió a los medios para valorar lo aportado por los expertos y referirse a Euskal Herria. «Tras el último fracaso del proceso de paz, es necesario expresar una voluntad de forma suficientemente clara y auténtica si queremos recuperar el proceso, porque los recelos y las desconfianzas están más que justificadas», afirmó.
En su opinión, en este momento el cometido es presentar propuestas de solución, y en este camino considera que esta legislatura va a ser clave. «Todas nuestras propuestas van a estar enfocadas a reforzar los principios democráticos, la libertad y los derechos civiles y colectivos de nuestro pueblo», precisó.
Azkarraga aseguró que las experiencias de Irlanda y Sudáfrica demuestran que «con violencia los procesos no se detienen, pero tampoco avanzan lo necesario».
Además apuntó lo siguiente: «Cuando hablamos de una consulta hablamos de más democracia, el proceso de paz es un proceso de más democracia, que ayudará a restar argumentos a ETA; la pregunta que todos deberíamos hacer es quién tiene miedo a más democracia o por qué se tiene miedo a una consulta a la sociedad vasca».
I.B.