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Kritika

El trigo y la paja en los recitales del Jazzaldia donostiarra

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Xabier PORTUGAL

A lo largo de estos últimos años, y sobre todo desde que hizo su aparición sobre un escenario Diana Krall, las casas discográficas están lanzando toda una serie de cantantes, jurando y perjurando desde las oficinas de marketing que todas ellas siguen la estela de Billie Holiday y Ella Fitzgerald. De ahí la imperiosa necesidad de separar el trigo y la paja en todo cuanto escuchamos.

Stacey Kent es una de las cantantes que mayor eco mediático está obteniendo en la actualidad, pero tras escucharle en directo cabe afirmar que aún le falta mucho para que la coloquemos en nuestro personal pedestal musical.

La interpretación de las canciones elegidas para el recital donostiarra resultó fresca, su voz natural, aunque falta de empaque, su fraseo limpio y claro, pero el concierto, en conjunto, resultó convencional y previsible. Stacey Kent, así como todos los miembros del cuarteto que le acompañaban, se movieron en todo momento por la senda de los pentagramas ya trillados, incapaces de aportar la más mínima sorpresa en sus intervenciones. Todo sonaba elegante, agradable pero a su vez falto de verdadero sentimiento. Ya lo decía aquella vieja canción, a la música hay que ponerle «alma, corazón y vida».

Dicen que las comparaciones son odiosas pero aunque la víspera Ann Hampton Callaway hubiera abu- sado en más de una ocasión de querer dejar constancia de las excelentes facultades de su voz, su interpretación de «My Funny Valentine» o «Everytime we say goodbye» podría servir como referencia a la hora de imaginar cómo debe sonar una canción para que suponga una verdadera experiencia para el oyente. En ese sentido, la actuación de Stacey Kent no será de las que pasen a engrosar nuestra personal memoria musical.

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