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ANÁLISIS | situación en palestina

Intereses y movimientos bajo la alfombra palestina

«Lejos de estar ante `extremistas y moderados', o `laicos e islamistas', los cruentos hechos obedecen más a la lucha por el poder que dentro de al Fatah mantienen las diferentes familias y corrientes que coexisten en su seno», concluye el autor del análisis.

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

«La alfombra palestina necesita una importante sacudida para limpiar toda la suciedad que se está acumulando bajo ella», afirma Txente Rekondo a la hora de analizar los últimos acontecimientos y la dimisión de Mohammed Dahlan, enemigo de Hamas y amigo de EEUU.

Los acontecimientos que sacudieron las calles palestinas hace unas semanas, y que aún siguen dando coletazos en forma de medidas presidenciales y supuestas renuncias, no obedecen al guión de la mayoría de artículos y reportajes que nos han estado bombardeando. Lejos de encontrarnos ante enfrentamientos entre «extremistas y moderados», «islamistas y laicos», los cruentos hechos obedecen más a la lucha por el poder que dentro de al Fatah mantienen las diferentes familias y corrientes coexistentes en su seno.

Se trata sobre todo de una minoría, que aprovechando el apoyo de actores extranjeros (la UE, EEUU, Israel, Egipto, Jordania...), buscaría mantener sus privilegios y su status quo, aun a costa de ampliar y mantener el sufrimiento de la mayoría de la población palestina.

Presentar todo ello como un enfrentamiento entre Hamas y al Fatah sería, en opinión de algunos analistas, «simplificar mucho un problema más complejo». En esa línea entrarían las diferencias y tensiones que se suceden dentro de al Fatah, y que interesadamente se ocultan en los medios occidentales.

Los seguidores del difunto Abu Amar (Yasser Arafat) se oponen al giro estratégico que estaría impulsando la facción liderada por Mohammed Dahlan, conocida con el sobrenombre de «grupo Dayton», ya que su apoyo y financiación procede directamente del general estadounidense del mismo nombre.

Las críticas internas a esas posiciones colaboracionistas se han sucedido, y recientemente, un líder veterano como Farouk Al-Qaddoumi señaló que «la OLP de hoy en día es una organización ilegal e ilusoria. Además, su comité ejecutivo no es representativo y no tiene derecho para neutralizar órganos electos como el Consejo Legislativo Palestino».

Al mismo tiempo, varios dirigentes de las Brigadas Al-Aqsa han rechazado el llamamiento de Abbas a disolverse y entregar sus armas, argumentando que mientras dure la ocupación israelí mantendrán sus estructuras. El apoyo del presidente palestino a Dahlan podría haber llegado a su fin, de ahí tal vez la «renuncia» de éste, interpretada como una tabla de salvación para el propio Abbas, cada día más desprestigiado ante su propio pueblo por sus maniobras y apoyos locales y extranjeros.

Recientemente, se han ido publicando en la prensa árabe documentos que señalan el papel colaborador de Dahlan con las agencias extranjeras.

Así, tras la maniobra de Hamas en Gaza se han hecho públicos documentos en poder de los Servicios de Seguridad palestinos, controlados por hombres de Dahlan, en los que se recogen comunicaciones con oficiales estadounidenses, listas de seguimientos de líderes de Hamas y al Fatah, y miembros de Hamas para «ser asesinados».

Hace unas semanas se supo de las intenciones del propio Dahlan de apoyar un plan de EEUU para boicotear el triunfo electoral de Hamas. O la carta del propio Dahlan al ministro de defensa israelí en 2003, donde se ofrecía a terminar con Arafat, y a cumplir las promesas que hizo ante Bush.

Otra prueba de las maniobras de Dahlan es su estrecha relación con el clan de la familia Dagmoush en Gaza, que ha mantenido secuestrado al periodista de la BBC Alan Johnston, y que, finalmente, ha sido liberado por fuerzas de Hamas y a pesar de los intentos de los hombres de Dahlan por evitarlo.

La estrategia de Mahmoud Abbas se vuelve a mostrar como un claro error, y sus movimientos, como una carrera hacia el desastre. La coincidencia de las propuestas del presidente palestino con las de Washington, aplaudidas por Israel, y seguidas como fieles lacayos por los aliados europeos de EEUU y los regímenes colaboracionistas árabes, con Egipto y Jordania como claros exponentes, significan repetir la historia y con ella los mismo errores.

Cada vez que esos actores extranjeros han maniobrado en torno a los asuntos palestinos, la respuesta de este pueblo se ha vuelto con el efecto contrario. Siempre que Israel ha intentado dividir y fragmentar al movimiento palestino se ha encontrado con una resistencia más fuerte y con un apoyo popular hacia ésta todavía mayor.

La alfombra palestina necesita una importante sacudida para limpiar toda la suciedad que se está acumulando bajo de ella. El presidente palestino es una marioneta de EEUU e Israel (como lo son también los aliados árabes y europeos). Hamas, al Fatah y otras organizaciones palestinas tienen el mismo objetivo, «acabar con la ocupación, la libertad de los presos políticos, el derecho al retorno para todos los palestinos y la libertad para ser una nación segura y libre, igual que el resto de naciones, con sus fronteras y su paz».

Los dirigentes de Hamas han manifestado su disposición a trabajar en ese camino, aceptando que la base para el diálogo podría estar en el reciente acuerdo de la Mecca, en el del Cairo de 2005 o el de la Conciliación Nacional Palestina del año pasado. Además, aceptarían la supervisión de países árabes y de todo aquel dispuesto a actuar de buena fe.

En el acuerdo de la Mecca, se recogían tres puntos clave: La formación de un Gobierno de Unidad Nacional, la reforma de los actuales servicios de seguridad -al tiempo que se ponía en marcha un nuevo plan de seguridad para los territorios palestinos-, y la reforma de la OLP y un nuevo acuerdo político sobre la estructura política palestina.

El primer punto pone muy nerviosos a Washington y Tel Aviv. El segundo se enfrenta al rechazo de los cuadros del «grupo Dayton». De ahí y siguiendo el guión (embargo económico, pronunciamientos contra el Gobierno de Hamas, intento de acabar con el Gobierno electo...) no es de extrañar que esos elementos buscaran una especie de «golpe de estado» con la colaboración de Abbas y otros dirigentes de al Fatah.

La comunidad internacional, la misma que dice defender «la democracia y sus valores» debe comprender que de perseverar en su intromisión, serán cada vez más los que vean esas propuestas como una mera burla a la inteligencia de los pueblos, al tiempo que da más argumentos a aquellos «que no aceptan el uso de ese sistema, que no quieren trabajar en él y que su única solución es quemar el sistema». Y sobre todo, desestabiliza todavía más una ya delicada región.

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